Archivo de etiquetas | "poesía"

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Sabina, Miguel Ríos y Luis García Montero, juntos en televisión

Publicado el 03 mayo 2020 por manuguerrero

Recuerdo con nostalgia un programa, breve pero intenso, que hicimos para Canal 2 Andalucía durante 2007. Se llamaba ‘Buenas Noches Bienvenidos’ y suponía el retorno a la televisión andaluza del gran Miguel Ríos, que a principios de los 90 había protagonizado un formato inolvidable, ‘Fiebre de Sur’, una de las grandes joyas del Archivo de la RTVA.

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Se estrena el documental de ‘Omega’, el disco que incendió el flamenco

Publicado el 27 octubre 2016 por manuguerrero

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El documental “OMEGA”, que narra la gestación en los años 90 del disco de Enrique Morente con la colaboración de Lagartija Nick, se proyectará en las salas españolas durante una semana el próximo 18 de noviembre con distribución de Avalon.

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Así es la inmensa y curiosa biblioteca de Luis Alberto de Cuenca

Publicado el 26 octubre 2016 por manuguerrero

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Es uno de los lugares confesables en los que me gustaría entrar, el piso en el que el poeta Luis Alberto de Cuenca guarda sus más de 30.000 libros (no sabe cuántos son exactamente porque dejó de contarlos al llegar a esa cifra y no los tiene informatizados). Tiene verdaderas joyas, como una primera edición de Drácula, las traducciones de Baudelaire sobre la obra poética de Poe o el 27 al completo. Él mismo nos la enseña en este reportaje de Libertad Digital.

 





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‘Utopía’, por Eduardo Galeano

Publicado el 27 septiembre 2016 por manuguerrero

¿Qué tal si deliramos por un ratito?

¿Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible?

El aire estará limpio de todo veneno que no provenga de los miedos humanos y de las humanas pasiones.

En las calles los automóviles serán aplastados por los perros.

La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por el ordenador, ni será comprada por el supermercado, ni será tampoco mirada por el televisor.

(Reproduce el vídeo para continuar con el poema…)





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Anoche soñé con Sabina

Publicado el 04 julio 2016 por manuguerrero


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Fue extraño. Hace tiempo que no escucho su música ni leo sus sonetos, pero ahí estaba él okupando mi madrugada.  Qué haces tú aquí, Sabina, en uno de mis sueños le pregunté y volvió a encender otro de sus pitillos. Nos encontrábamos en la Estación Linares-Baeza, que debe ser la única estación del mundo que se escribe con mayúscula. Ninguno necesitaba un tren, pero allí estábamos en el andén, como quien se va a un parque a ver volar palomas callejeras.

Hablamos de su padre policía y de mi cuartel, mientras merodeaban los mismos personajes reales de final de los ochenta: el cojo que vendía periódicos, los borrachos de siempre, la prostituta de medias negras esperando a cualquier hora un pasajero (no salió el tema de la canción), ‘El Monillo’ metiéndole mano a las cabinas de teléfono y Mari Carmen, que nunca se sabía qué hacía una niña de 13 años en una vieja estación de trenes (pero lo intuíamos).

Salió a relucir, cómo no, Muñoz Molina, otro pirata que, como él, partió de allí a cazar sueños en Nueva York. Y mira qué bien les fue a los dos. Linares-Baeza debe traer suerte.

Y en esas estábamos cuando todo acabó y me di cuenta de algo importante: nos habíamos fugado sin un selfie, con lo bien que me hubiera venido una foto para ilustrar estas palabras.

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El Cabrero y Zapata, de nuevo en Madrid

Publicado el 20 enero 2014 por manuguerrero

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El maestro sevillano inicia su gira en Rivas Vaciamadrid, el 14 de febrero, con un espectáculo donde el flamenco puro y el rock andaluz de autor tienen raíces muy próximas y denominador común: el ompromiso.

La música y la poesía para expresar sentimientos y experiencias vividas: El Cabrero, una leyenda viva del flamenco, un artista forjado en mil noches de cante jondo y Emiliano Domínguez Zapata, joven músico andaluz que ha hecho con su primer disco, Poesía en resistencia, un cuadro musical, una escultura de música y poesía.

Dos voces y ecos afines al servicio de estilos musicales diferentes pero con las mismas armas: la palabra clara, el mensaje directo, la pasión, la hondura, la autenticidad y el compromiso.

En la primera parte, poesía. De Miguel Hernández, Antonio Machado, Rafael Alberti, Mario Benedetti… Guitarras distorsionadas, bajo, batería, teclados y la voz grave, sólida y precisa de Emiliano Domínguez Zapata dibujando tantos paisajes musicales como poemas, porque la música, para él, siempre ha de estar al servicio de los versos.

El Cabrero nunca ha cambiado de formato musical, voz y guitarra. Seguiriyas, bulerías, tonás, fandangos, soleares… Hoy un icono del flamenco, uno de los grandes maestros en activo; durante cuarenta años un ejemplo de compromiso, coherencia y de resistencia. Sin apoyos mediáticos ha demostrado que no es preciso recurrir a la fusión para atraer a los no iniciados en el arte jondo, de todas las edades, hacia el flamenco más ortodoxo y hacerlos vibrar con su cante sin aditivos.

Voces en resistencia

El Cabrero + Emiliano Domínguez Zapata

Auditorio Pilar Bardem

Rivas Vaciamadrid  (Madrid)

14 de febrero, 21h00

Información y venta anticipada:

http://www.atipicosutopicos

 

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Emiliano Domínguez Zapata

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Zapata: Poesía en resistencia

Publicado el 14 marzo 2013 por manuguerrero

Emiliano Domínguez Zapata

No dudo en absoluto de una frase que leí hace algunos meses: «Una sola canción de Brel, de Jacques Brel, puede ser mil veces más contundente que un concierto entero de Iron Maiden». Y es que con el tiempo la palabra contudencia va adquiriendo un distinto matiz. Al principio se toma por la fuerza de su impacto inmediato. A cierta edad, en cambio, uno aprecia y valora que la huella o el pellizco permanezcan, que se impregnen en tu ánimo o incluso -esto se agradece- en tu forma de ser.

La tarde que conocí a Emiliano Domínguez «Zapata», hace ya algunos años, quedé impresionado, sobre todo, por el timbre de su voz. Era un chico de mi edad, rondando los 25, pero con un torrente de voz que si uno cerraba los ojos mientras él cantaba podía imaginarse sobre el escenario, perfectamente, a un señor maduro, con cierto parecido incluso al gran Alberto Cortez. Su voz era grave, sólida y precisa. Todo sonaba como debería sonar tras 20 años de carrera. Ocurría en cambio en un joven que ni siquiera tenía un disco a sus espaldas. Por entonces tocaba el piano en La Carbonería y vivía en el altillo junto al histórico Paco Lira. Entre las mismas paredes, curiosamente, donde cuarenta años antes, su padre, el maestro José Domínguez «El Cabrero», comenzaba una carrera que no precisa explicación, porque lo de El Cabrero es un mundo aparte, muy por encima, por supuesto, del flamenco institución. 

Aquella grabación con Emiliano, decía, me despertó una inaudita curiosidad: ¿qué haría con esa voz un chico que apenas empezaba en esto que llamamos arte? Mucho tiempo después tengo, por fortuna, su respuesta entre mis manos. Se llama Poesía en resistencia y es una cuidada selección de textos de poetas imprescindibles y necesarios, más si cabe ahora que andamos en franca decadencia: Cernuda, Alberti, Machado, Hernández y Benedetti. Cuenta Emiliano que llevaba años preparándolo, escogiendo poemas y aprendiendo a ponerles música (mientras otros hacían lo que ya sabemos), y ha llegado ahora, precisamente ahora, cuando estamos huérfanos de gente limpia en la que poder confiar. Por eso se agradece que haya puesto su voz, su magnífica voz, en pos del mensaje claro y útil: «Caravanas de tristeza», «Remordimiento en traje de noche», «Las palabras», «La guerra, madre», «A Neruda, con Chile en el corazón», «Miserias»… Porque quién no se estremece ahora (precisamente ahora que nos quedamos sin casas, sin sueños y sin tierra) con estos versos del sevillano universal: «Y en todas partes he visto / gentes que danzan o juegan, / cuando pueden, y laboran / sus cuatro palmos de tierra. / Nunca, si llegan a un sitio / preguntan a dónde llegan. / Cuando caminan, cabalgan / a lomos de mula vieja, / y no conocen la prisa / ni aun en días de fiesta. / Donde hay vino, beben vino; / donde no hay vino, agua fresca. / Son buenas gentes que viven, / laboran, pasan y sueñan, / y en un día como tantos, / descansan bajo la tierra.»

Porque a eso llamamos algunos contudencia y estilo. Principios. Porque con esa voz y esa madera, ya les digo, había que empezar a lo grande. Celebrando tener con nosotros a uno de los nuestros. Y espero que por mucho tiempo. 

Zapata canta «Las palabras», de Mario Benedetti.

 

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Hasta siempre querido amigo

Publicado el 13 marzo 2013 por manuguerrero

Antonio Pérez Morte

Una de las mejores cosas que me ocurría últimamente al encender el ordenador era encontrarme con el poeta Antonio Pérez Morte conectado. Entraba en Facebook y me gustaba comprobar que junto a su nombre había una lucecita verde encendida. Suponía poder hablarle y pegarnos un buen rato conversando sobre casi cualquier cosa, a veces incluso a muy altas horas de la madrugada.

Nuestra amistad no fue nada convencional, desde luego. Hace unos 7 u 8 años dejó un mensaje en mi blog porque había visto, casualidades del destino, una foto en la que aparecía yo junto a un amigo suyo aragonés, con el que me volvió a poner en contacto después de muchos años. Desde entonces y hasta ahora se fue forjando una amistad lejana (cada uno vivía en una punta de España) pero estrecha (lo sabíamos casi todo el uno del otro). Nos hablábamos de libros, poemas, canciones, sus hijos, nuestras parejas… y me enviaba paquetes enteros de discos. Labordeta, Petisme y Sopeña eran sus debilidades. Lo último que me recomendó fue la música de Rafael Berrio, y me contó que había sido una recomendación que le había hecho Félix Romeo y al que no se lo pudo agradecer. Exactamente lo mismo que me ha ocurrido a mí. Imposible decirle ahora que me parece un artista conveniente y necesario, y que me hubiera encantado que lo escucháramos juntos, con un vaso lleno entre las manos. Me temo que ya es demasiado tarde.

Hace apenas una semana fue la última vez que hablamos y en otro derroche de generosidad me pidió mi nueva dirección para enviarme su último poemario, ese que llevo buscando en mi buzón desde entonces sin resultados positivos. Igual no llega nunca… Por suerte me queda «Escombros», una recopilación de sus poemas en el que me dedicó «Cementerio de animales» y sobre el que escribí estas líneas de agradecimiento.

Y es que siempre se portó muy bien conmigo. Siempre tenía unas palabras de aliento, un consejo de senador, una nostalgia de poeta. Releo ahora algunos de sus versos y se me hielan las entrañas: “Sólo queda el recuerdo, / es decir, la cicatriz transparente. / Vivir amnésico el resto de la muerte, / y paladear cada renuncia. / Sólo queda / esperar el milagro / de perder la razón / y volverse masoquista, / para gozar el dolor / que cada día nos brinda.”

Todo esto es terrible, Antonio. Ayer eras un hombre feliz, un entusiasta volcado en tus amigos, emocionado con tu familia, muy justo con los que se iban para siempre y hoy fíjate, andarás escribiendo poemas, mano a mano, con tu admirado Labordeta. Un lujo que te merecías pero mucho tiempo después, por supuesto. ¿Sabes? José Antonio Labordeta me habló muy bien de ti aquella noche en la que coincidimos en un plató de televisión. «Antonio tiene un talento desbordante y siempre está pendiente de todos», me dijo emocionado.

El caso es que la luz ya nunca más será verde, querido Antonio, pero siempre te llevaré conmigo.

Abrazos para Ana y vuestros hijos.

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Portada de "Escombros", de Antonio Pérez Morte

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Escombros

Publicado el 26 julio 2011 por manuguerrero

Es uno de los acontecimientos de mi verano. El poemario que tan amablemente me ha regalado mi buen amigo Antonio Pérez Morte, una edición cuidada y bella de Origami con versos escritos entre 1978 y 2008. Unos poemos íntimamente manchados de zozobra y tristeza, que nos devuelven a la irremediable esencia de lo que somos y sentimos. “Sólo desilusión nos queda a estas alturas de la vida”, empieza Antonio escribiendo en la primera página. Un recorrido que va desde la decepción a la desesperanza, con La cicatriz transparente, el último poema, donde “Sólo queda el recuerdo, / es decir, la cicatriz transparente. / Vivir amnésico el resto de la muerte, / y paladear cada renuncia. / Sólo queda / esperar el milagro / de perder la razón / y volverse masoquista, / para gozar el dolor / que cada día nos brinda.”

Porque Antonio se encarga con esta nueva entrega de literatura brillante y útil de hacernos -igual sin saberlo- un gran favor: Nos recuerda el muerto que todos llevamos dentro, la fría condena que nos aguarda. Nos hace ver, de nuevo, que también en la muerte -como en la memoria y la salud- el reparto es injusto. Y que los que fueron, son, y los que somos, dejaremos de ser algún día. Ahí es donde siento el escalofrío que me hace escribir en los margenes de sus poemas, replicar con emociones las cuchilladas de sus palabras. Y ese es el inmenso canto a la vida que le agradezco. Porque solo quien tiene la certeza de que pronto va a morir sabe apreciar el lujo de estar vivo, sano y libre.

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Manu Guerrero con Paco Ibáñez

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Paco Ibáñez y los escritores inconexos

Publicado el 23 marzo 2009 por manuguerrero

Reconozco que es una pasada (admítanme por favor el coloquialismo) que Paco Ibáñez te sugiera: ¿Y por qué no aprendes a tocar la guitarra? No hombre, yo tengo un oído aquí y otro en Segovia, le contesté. A lo que remató: ¿Cómo va a ser así con esa música que te gusta?

Durante un buen rato, es verdad, estuvimos conversando sobre nuestros gustos comunes: Brel, Montand, Brassens, Chocolate, Cabrero… y él me cantaba cada dos por tres: Ne me quitte pas, Bella Ciao, Le bon Dieu… Qué gustazo escucharlas en su voz y guitarra, precisamente ésas que son de mis canciones favoritas de cuantas he conocido en mi vida. De verdad.

Lo veía emocionado, como un zagal, por lo que imagino que ese puñado de canciones es al que recurre en las tardes en las que los sentimientos aprietan. Y entre ese repertorio de primeros auxilios, también textos en castellano, por supuesto, y nos detuvimos en mi paisano Góngora, a quien ambos profesamos admiración.

¿No les parece un poema infinito? Es sencillamente inmortal. Está tan vivo como hace cuatro siglos, cuando fue compuesto. Lo que ocurre con Góngora es curioso ¿verdad? Hay quien lo detesta –y mucho-, por su difícil, a veces, compresión, pero a la vez hay lectores, de identidad radicalmente opuesta, que lo adoran hasta el agotamiento. Lo ama Paco Ibáñez, pero también lo ama Jorge Luis Borges, que poco quería saber de la literatura española. De hecho, la detestaba. Salvaba de la quema al susodicho y a Séneca, otro cordobés. De los demás solía hablar incluso despectivamente. De Lorca, por ejemplo, dijo una vez: “Nunca me interesó, ni él ni su poesía. Me pareció un poeta menor. Bueno, un poeta pintoresco, una especie de andaluz profesional (¿?). Supongo que en España lo han olvidado. Las condiciones en que murió fueron favorables para él. A un poeta le conviene morir así. Ojalá yo muriera ejecutado […] Supongo que tuvo la buena suerte de ser ejecutado. Yo charlé una hora con él en Buenos Aires y me pareció un hombre que actuaba”. Y lo que llega a ser peor, se marchó de una representación de Yerma porque le parecía tonta.

Me quedé abrumado cuando lo leí, aunque ya conocía algunas de sus felonías. A lo largo de su vida había estrechado la mano de Pinochet, apoyado al Teniente General Videla y descreído de la democracia, ese “curioso abuso de la estadística”. Fue un hombre que despreció la realidad en la misma medida que la realidad lo despreciaba a él. Pero sólo gracias a eso, a vivir al margen del mundo, recluido en su jardín y en su biblioteca, desarrolló una Literatura por encima de la vida, llevando al límite aquella frase de Mallarmé: “El mundo existe para llegar a un libro”. Y se convirtió, al fin, en lo que deseaba, en un HombreLibro.

Llegábamos hasta aquí por culpa de Góngora, que igual seduce a un anglófilo de derechas que a un anglófobo de izquierdas, algo que le ocurre también al mismo Paco Ibáñez. Gusta de igual forma a los que detestan la poesía como a quienes no soportan la música. Un gran mérito teniendo en cuenta que para unos será la puerta de acceso a Machado, Lorca, Miguel Hernández, Bécquer; y para otros, la única vía para llegar a Brassens o a Roberto Murolo, mi último descubrimiento, por recomendación precisamente suya. Te agradezco la sugerencia, señor Ibáñez, aunque por amor a mis queridos amigos, lo de aprender a tocar la guitarra lo dejaré para otro con mejor oído. Yo me quedo con esto de ser un escuchante obsesivo.

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