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Luis Alberto de Cuenca. LA POESÍA QUE RESPIRA

Publicado el 11 junio 2008 por manuguerrero


Ya he recetado varias veces los poemas de Luis Alberto de Cuenca para ahuyentar esos momentos de sosiego emocional, inevitables en este mundo intrépido. Lo hago porque su poesía resulta conmovedora, transcultural, sencilla, culta y elegante, cualidades suficientes para distanciarlo del resto de poetas españoles conocidos, habitualmente asociados en tribus.

Luis Alberto es Doctor en Filología Clásica y traductor de, entre otros, Homero, Eurípides, Calímaco, Charles Nodier y Gérard de Nerval. En 1987 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por su versión del Cantar de Valtario y dos años antes el Premio Nacional de la Crítica por La caja de plata. También ha sido director del Instituto de Filología del CSIC y de la Biblioteca Nacional de España (1996-2000) así como Secretario de Estado de Cultura (2000-2004).

Mucho antes ya era popular por sus canciones para la Orquesta Mondragón: “Caperucita feroz”, “Viaje con nosotros”, “Garras humanas”, “El diablo dijo no” etc… y a finales de los noventa, Loquillo escogió un poema suyo, “Cuando pienso en los viejos amigos” para comenzar uno de sus mejores discos: Con elegancia. Pero no quedó ahí la cosa. Ha vuelto a recurrir a él para su último trabajo, Balmoral (donde solían compartir copas y largas conversaciones), y además publicará en breve otro exclusivamente con sus poemas, de nuevo musicados por Gabriel Sopeña, a quien conocemos muy bien en esta web. Todo esto quizá sea porque Luis Alberto es un poeta con mucho oído, entregado prudentemente a la música y la vida. Es fácil percibirlo.

-Hola Luis Alberto. Encantado de saludarle. Bienvenido a este rincón dedicado a la cultura, el periodismo y la democracia. Antes de nada quiero decirle que me gusta que mis invitados se sientan cómodos. Para ello, qué mejor que ofrecerle un vaso lleno. ¿Qué prefiere?
-Aquarius, por favor.

-Tenía muchas ganas de conversar con usted porque, entre otras cosas, esta misma mañana he acabado de leerme su obra poética completa y he de reconocer que muchísimos de sus poemas me han conmovido. Me he topado con sensaciones que jamás había descubierto en otros poetas, pero es que además he compartido algunos de sus textos con amigos de muy variopinta identidad y nadie ha logrado poner objeción alguna. ¿Cree que algún día llegará usted a conocer ciertamente lo que sentimos sus lectores?
-Si me lo dicen con palabras tan cariñosas como las que usted acaba de emplear, seguro que acabaré conociendo con certeza ese presunto sentimiento de mis lectores.

-¿Y qué siente usted escribiéndolos?
-Si se refiere usted a mis poemas, siento satisfacción cuando los termino.

-¿Es un poeta metódico?
-Si por metódico entiende usted que escribo todos los días, no. Pero cuando me pongo a escribir un poema, como cuando me pongo a hacer cualquier otra cosa, sí soy metódico, y disfruto siéndolo.

-¿Ser poeta es un oficio como otro cualquiera, cuya técnica se puede aprender?
-Hoy me siento romántico y le respondo que no. Los poetas nacen. Pueden perfeccionarse, pero sus aptitudes son innatas.

-¿Es un poeta vocacional?
-Todo lo que he sido o hecho en mi vida ha sido de manera vocacional. Nunca me he sentido obligado a hacer esto o aquello sin que me apeteciera hacerlo.

-¿Cuándo se sintió seducido por la poesía?
-Desde siempre. Pongamos que desde que mi padre me recitaba poemas de Rubén Darío en aquella edición pequeñita de Afrodisio Aguado.

-¿Qué había leído antes de escribir su primer poema?
-Juan Ramón Jiménez y Tagore (ambos en la Biblioteca de Premios Nobel, de Aguilar).

-¿Recuerda cuál fue?
-Recuerdo dónde lo escribí: en un cuaderno de tapas rojas que me regaló mi madre precisamente para que lo llenara de poemas.

-No debió extrañarle a nadie verle escribir poesía porque en su familia ya había antecedentes. Quizás el más ilustre sea su bisabuelo Carlos Luis de Cuenca (1849-1927). ¿Qué le contaban de él cuando era niño?
-Poca cosa. Que era muy divertido y siempre estaba de broma. Cosas así.

-¿Él era entonces uno de sus referentes?
-No. Mi bisabuelo sobresalió como poeta festivo. Y yo no empecé escribiendo poemas humorísticos, por más que el humor ha estado y estará muy presente en mi obra.

-Fue un escritor muy conocido en su época. Y además muy prolífico. Escribió más de 8.000 poemas… ¿quién construye o deconstruye los mitos?
-El hombre es quien construye los mitos para explicarse un mundo inexplicable. Lo de ‘deconstruir’ apesta a Derrida. No soporto la palabreja. Pero el hecho de que mi bisabuelo sea hoy un poeta olvidado no tiene nada que ver con los mitos.

-Una curiosidad: ¿Alguno de los libros de su biblioteca ha pasado a sus manos?
-Sí. Por ejemplo, estos dos: el libro que J. E. Rodó dedicó a Rubén Darío en 1889; la primera edición –póstuma– de las seis primeras Musas de Quevedo (Madrid, 1648).

-¿Es usted coleccionista de libros? ¿Cuántos tiene?
-Soy coleccionista de libros y de tebeos. No los he contado últimamente, pero muchísimos.

El desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

Luis Alberto de Cuenca

-Alguna vez le he oído decir que la poesía debe salir “del gueto, de las mafias y sectas, del malditismo y de su tediosa iconografía”. ¿El ambiente que rodea a cierta poesía española es el principal obstáculo entre los (posibles) lectores y la poesía?
-Sí. Es un ambiente muy reducido, demasiado “familiar”. Estoy convencido de que mi poesía podría tener tiradas de cien mil ejemplares si alguien preparase un lanzamiento adecuado.

-¿Por qué ocurre eso en nuestro país?
-Ocurre en todas partes. Los poetas son iguales aquí o allá. Se sienten diferentes, y eso es un error gigantesco.

-¿La poesía también está politizada?
-A veces lo está. Y es normal que así sea. En el fondo, todo es política.

-¿Es más cuestión de ideas o de amistades?
-De las dos cosas. Si uno se rodea de manzanas podridas, termina uno en el pudridero.

-¿Y cómo cree que la poesía puede descontaminarse?
-De ninguna manera. En la contaminación está el gusto. ¿Qué hubiera sido del teatro de Plauto y de Terencio sin la contaminatio?

-No obstante, existen islas resguardadas. Muchos le sentimos un poeta diferente, cosmocultural. En una página nos fascina con Euforión de Calcis y en otra nos cuenta su curiosa relación con un Blandiblub. ¿Es usted tan absorbente como su poesía?
-Antes sí que lo era y me ponía muy pesado con los seres humanos que me rodeaban. Ahora vivo y dejo vivir, que no es poco.

-Una de las principales características de su poesía es la narratividad, la precisa narratividad diría yo. Un poema suyo puede contar una historia casi con la misma exactitud que una película americana. Otro de los rasgos definitorios es su amor por los nombres propios. ¿Estas dos cualidades eran habituales en la poesía clásica o son rasgos vanguardistas? ¿Alguna vez se ha reconocido en algún autor clásico?
-Esas dos cualidades estaban ya en los poetas clásicos. En Calímaco de Cirene, por ejemplo, con quien me siento muy compenetrado.

-¿Abusar de los nombres propios puede salirle caro a su poesía? Piense que dentro de cien años igual nadie sabe lo que es un Blandiblub o les resulta imposible entender «La malcasada».
-En mi poema “Mi monstruo favorito” no menciono el Blandiblub; sólo hablo de ese juguete cuando leo el poema en público. Mis poemas son, al mismo tiempo, expresión de una época y palabras para siempre.

-¿Escribir le hace feliz?
-Me hace feliz haber escrito, que es diferente.

-¿Para usted en qué consiste la felicidad?
-En una biblioteca bien elegida y en alguien con quien compartirla.

-¿Y qué le aportan sus trabajos como investigador del CSIC y traductor?
-Mucho. Pero todo en mi vida gira alrededor de mi poesía. Yo miro el mundo desde una perspectiva poética. Todo, hasta lo más antipoético, es susceptible de convertirse en poema.

In illo tempore

Tus padres se habían ido a no sé dónde
y la casa quedó para nosotros,
lo mismo que el convento abandonado
del poema de Jaime Gil de Biedma.
Con la música a tope, preparaste
una mezcla explosiva en una jarra
mientras yo te quitaba, dulcemente,
la ropa de cintura para arriba.
Llenaste las dos copas hasta el borde.
Bebimos. Nos entró la risa tonta,
y se nos puso un brillo en la mirada
que subrayaba nuestra juventud,
y nos besamos como en las películas,
y nos quisimos como en las canciones.

Cuando la realidad era el deseo
y nuestro reino no era de este mundo.

Luis Alberto de Cuenca

-¿A Luis Alberto de Cuenca le gusta echar la vista atrás?
-Inevitablemente lo hago. Tengo esa edad en que es inevitable mirar hacia el pasado. Pero prefiero “echar la vista hacia adelante” (suponiendo que exista la expresión).

-¿Cómo recuerda ahora su paso por la Biblioteca Nacional, de la que fue director (1996-2000), y por la Secretaría de Estado de Cultura (2000-2004)?
-Como una época muy ajetreada y confusa.

-¿Qué fue lo más importante de esos ocho años?
-Conocer a Alicia Mariño, que es ahora mi mujer.

-Confiésenos algo: ¿se paseó alguna noche, a solas, por los pasillos de la Biblioteca Nacional?
-No. Sólo estuve una noche en los depósitos de la B. N. e iba acompañado de Juan Manuel de Prada, el fotógrafo Gonzalo Cruz y varios guardias de seguridad: Prada me estaba haciendo una entrevista que vería la luz en ABC.

-¿Tanto libro junto desprende algún tipo de ruido?
-Si uno aguza el oído, esos libros desprenden “el sonido y la furia” del mundo, que dirían Shakespeare y Faulkner.

Debajo de la piel

Dos millones después, tengo tan claro
que el viaje hacia el lenguaje y hacia la inteligencia
no precisaba alforjas, que me sacan de quicio
los que distinguen entre personas y animales,
como si hubiera alguna diferencia entre el hombre
y el resto de seres vivientes del planeta
que no sea a favor de estos últimos. Pero,
al margen de este hecho incontestable, existe
algún hecho menor que justifica, acaso,
el dolor de ser hombre: debajo de la piel
de la especie hay un hueco para el temblor inútil
y hermoso que transmiten los poemas homéricos,
la Eneida de Virgilio, el teatro de Shakespeare,
las Sonatas de Valle o los cuentos de Borges,
por citar sólo cinco momentos memorables
de la literatura universal. No salvan
a nadie, ni nos quitan atávicas zozobras,
pero nos comunican un placer que mi perro,
con ser bastante menos desdichado, no siente.
Dos millones de años después, tan sólo eso
ha valido la pena.

Luis Alberto de Cuenca

-¿Cómo se ve la realidad cultural de este país desde esa situación estratégica?
-En el campo de la creación literaria, y desde cualquier situación en que me encuentre, aunque sea estratégica, veo bien la realidad de este país, o sea, de España. Culturalmente, y hablando en términos generales, estamos bajo mínimos por culpa de la galopante degradación educativa.

-¿Cree que existe buena comunicación entre los ciudadanos y los gestores de los recursos públicos?
-Más de lo que parece. Ciudadanos y gestores públicos aspiran a una sola cosa: la conversión de la cultura en mero espectáculo, el triunfo de la vacuidad. Hay excepciones, cómo no, pero la regla es la que es.

-Por cierto, ¿qué le ha parecido la gestión cultural de la primera Administración ZP?
-No entro en valoraciones al respecto.

-Si no estoy mal informado no pertenece a ningún partido político, pero desde hace muchos años está vinculado al Partido Popular. Vuelvo a preguntarle algo parecido a lo de antes: ¿Por ideas o por amistades?
-No pertenezco a ningún partido político. Pero mis ideas giran en torno a dos conceptos básicos que se expresan en dos adjetivos: ‘conservador’ y ‘liberal’. Las amistades no me han influido a la hora de rendir culto a esos dos términos, que para mí van siempre entrañablemente unidos.

-¿Cómo cree que le ha influido ideológicamente el ambiente en el que ha nacido/crecido?
-Probablemente mucho. Pero hay mucha gente de mi misma procedencia social que anda hoy por otros derroteros ideológicos.

-¿En algún momento se ha sentido un disidente?
-Siempre que el Matrix progre –como dirá Prada– ocupa el poder. Espero dejar de sentirme disidente pronto.

-Ha escrito discursos para José María Aznar, Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre, entre otros. ¿Se disfruta escribiendo por encargo?
-Apenas he escrito discursos para esos políticos que usted menciona. Recuerdo uno que escribí para Rajoy cuando era Ministro de Educación y Cultura. Ha sido el único que he escrito entero por encargo. He colaborado, eso sí, en la elaboración de discursos para Aznar y Esperanza Aguirre, pero de modo tangencial e irrelevante. Cuando escribí el discurso para Rajoy, disfruté escribiéndolo. Después de pronunciarlo, Rajoy me llamó por teléfono y me dijo que le había parecido “colosal” (un adjetivo muy suyo).

-¿Ha llegado a conocer flagrantes casos de incoherencia entre lo que se lee y lo que se piensa? ¿Existe afición por la Literatura entre los grandes de la política y la empresa?
-Hay de todo. A Aznar, por ejemplo, le chiflaba la poesía. Y le gustaba de verdad, no por mera pose.

-¿Sigue vinculado al partido?
-Tengo buenos amigos y amigas en el Partido Popular, más que en ninguna otra formación política.

-Por cierto, Luis Alberto, ¿qué opinión tiene de lo que está ocurriendo actualmente en el Partido Popular, es decir, sobre la tensión latente entre unos grupos y otros dentro del mismo partido, un partido que no se ha caracterizado nunca precisamente por manifestar sus diferencias internas?
-Es bueno que se manifiesten las diferencias internas. Las discrepancias deben salir a la luz; si no, se enquistan y es mucho peor.

-¿Cree que el partido debería dejar paso a la siguiente generación?
-Un partido, como cualquier asociación, debe dar cobijo a diferentes generaciones. Lo importante es el individuo, no la generación a la que pertenezca.

-¿Quién opina que podría suplir una supuesta crisis de liderazgo?
-No estoy afiliado al Partido Popular. Eso deben decidirlo los afiliados exclusivamente.

-¿Por qué Alberto Ruiz-Gallardón levanta tanta admiración, entre incluso quienes no votan al PP, y sin embargo parece contar con tan poco apoyo de la directiva actual?
-No tengo ni idea. Lo único que puedo decir al respecto es que quiero y admiro a Alberto desde antiguo.

-¿Qué falló en las pasadas elecciones (2008)?
-Falló la maquinaria de comunicación del PP. El pueblo es fácilmente influenciable, y Zapatero se llevó el gato al agua.

-Creo que actualmente en la calle, incluso en los bares, se habla más de economía que nunca anteriormente. ¿El olor a crisis nos tiene a todos acobardados?
-Está bien que se hable de economía. Aunque no sea más que para que deje de hablarse un ratito de la crisis del PP, que es el tema recurrente de los medios de comunicación en los últimos tiempos.

-¿Cree que la situación llegará a tanto como parece (en la calle) o se quedará en nada (como dicen en el Gobierno)?
-No soy adivino. Pero estoy convencido de que el ciclo económico en que estamos inmersos es cualquier cosa menos bueno.

-¿Cómo se vive en la alta cultura esos momentos de recesión? ¿Se produce menos? ¿Se consume más?
-En la alta cultura, no lo sé. En la mezcla armoniosa de alta cultura y cultura popular, que es donde yo me encuentro, la recesión no influye lo más mínimo ni en la producción ni en el consumo. Al menos hasta ahora.

-¿Son buenos tiempos para la transgresión propia del cómic y la poesía?
-Hay cómics y poemas que transgreden. Otros cómics y otros poemas no son nada transgresores. Y hay buenos y malos cómics y buenos y malos poemas en el grupo de los que transgreden y en el de los que no transgreden. Cualquier tiempo está bien para lo uno y para lo otro.

-¿Qué se dice/hace por Madrid? ¿Es una ciudad culturalmente viva?
-Yo creo que sí. Me he acercado a su corazón cultural y sigue palpitando.

-Por último, Luis Alberto, voy a pedirle que cierre esta entrevista como desee. Proponga por ejemplo unos versos que le gusten. Mientras tanto, voy a llenarle el vaso otra vez, si quiere.
-Se me ocurre una frase en vascuence: Amaia da hasiera, o sea, “El fin es el principio”. Aparece como Leitmotiv en una célebre novela de Navarro Villoslada: Amaya o los vascos en el siglo VIII. Y sí, póngame otra dosis de Aquarius, que estoy completamente deshidratado después de tantísimas preguntas.

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