Archivo | julio, 2011

Escombros

Publicado el 26 julio 2011 por manuguerrero

Es uno de los acontecimientos de mi verano. El poemario que tan amablemente me ha regalado mi buen amigo Antonio Pérez Morte, una edición cuidada y bella de Origami con versos escritos entre 1978 y 2008. Unos poemos íntimamente manchados de zozobra y tristeza, que nos devuelven a la irremediable esencia de lo que somos y sentimos. “Sólo desilusión nos queda a estas alturas de la vida”, empieza Antonio escribiendo en la primera página. Un recorrido que va desde la decepción a la desesperanza, con La cicatriz transparente, el último poema, donde “Sólo queda el recuerdo, / es decir, la cicatriz transparente. / Vivir amnésico el resto de la muerte, / y paladear cada renuncia. / Sólo queda / esperar el milagro / de perder la razón / y volverse masoquista, / para gozar el dolor / que cada día nos brinda.”

Porque Antonio se encarga con esta nueva entrega de literatura brillante y útil de hacernos -igual sin saberlo- un gran favor: Nos recuerda el muerto que todos llevamos dentro, la fría condena que nos aguarda. Nos hace ver, de nuevo, que también en la muerte -como en la memoria y la salud- el reparto es injusto. Y que los que fueron, son, y los que somos, dejaremos de ser algún día. Ahí es donde siento el escalofrío que me hace escribir en los margenes de sus poemas, replicar con emociones las cuchilladas de sus palabras. Y ese es el inmenso canto a la vida que le agradezco. Porque solo quien tiene la certeza de que pronto va a morir sabe apreciar el lujo de estar vivo, sano y libre.

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1001 Noches, punto y final

Publicado el 21 julio 2011 por manuguerrero

Scheherezade, diez años después, ha sido sacrificada. Para qué negarlo: ella disfrutaba, como dijo el primer día, contando historias al sultán Shahriar –a quien procuraba entretener para no ser, como las demás vírgenes del cuento, decapitada al salir el Sol-. Pero hasta aquí ha llegado, no ha podido sobrevivir a esas mil y una noches a la que todos aspirábamos como forma simbólica de cerrar un ciclo, un capítulo, pienso que importante, en la pequeña historia de la televisión andaluza.

1001 Noches no volverá a emisión. Ha caído víctima de múltiples circunstancias adversas. Que cada uno piense lo que quiera pero el panorama televisivo, todos lo sabemos bien, nada tiene que ver ya con el de cuando empezó a emitirse. Bueno, ni la televisión ni el mundo. Este final hace acordarme irremediablemtne del principio, de aquella noche del 18 de septiembre de 2001, justo una semana después de la caída del World Trade Center, con el sonido de tambores de guerra al fondo y con la creencia, cada vez más extendida, de que todo lo oriental era sospechoso de algo terrible. Y justo en ese momento, decía, nace un programa de televisión reivindicando la vieja tradición de contar historias, pero también reclamando nuestras propias raíces: Al-Andalus, Córdoba y su Medina Azahara, sus ocho siglos de esplendor, su tolerancia, sus reyes poetas, sus músicos, sus filósofos, su olor a nardo, jazmín, azahar y limón. Y todo eso con un talante distinto: otra forma de entender la televisión, otra educación, otra elegancia. Otra forma de estar en el mundo y otra forma de ser andaluz. Porque esa Andalucía existía y existe, aunque para nuestra propia desgracia es menos visible de lo que nos gustaría. Por pura injusticia, creo.

Aquel programa, me acuerdo perfectamente, empezó con un pintor marroquí, Ben Yessef, escribiendo “Paz” en un muro del decorado. Con Carlos Colón recomendando ver la película diaria. Con Jorge Antonio Mateo, un discapacitado con parálisis cerebral, contándonos su gran historia de esfuerzo y superación (acababa de obtener el carné de conducir). Con María José Suárez, relatando lo que suponía para ella ser reina de la belleza nacional. Y con un grupo de jóvenes reflexionando y debatiendo sobre lo que para ellos era la ciudad y la urbanidad. Como ven, una alternativa a la televisión convencional, entonces marcada por el impecable éxito de Gran Hermano, Operación Triunfo y el apogeo de la telerrealidad.

Mientras todo eso se apoderaba de los gustos mayoritarios de la audiencia, 1001 Noches se encargó de ofrecer otra forma de entretenimiento. Primero, con variedades (humor, teatro, reportajes de tendencias, cine, cortometrajes, debates etc.) y luego, algunos años después, fundamentalmente con música en directo (¡!) y entrevistas en profundidad. Gracias a ese formato, la televisión pública reservaba tiempo para conocer con detalle y sin estridencias a grandes personalidades de la cultura, la ciencia, la política, el deporte… Sería imposible nombrarlos a todos, pero me vienen a la memoria algunos: Felipe González, Rocío Jurado, Miguel Ríos, Joaquín Sabina, Jesús Vázquez, Raphael, Carlos Álvarez, Jaime Urrutia, Juan Diego, Juan Pérez Mercader, Luis García Montero, Laura Sánchez, Manuel Molina, Luz Casal, Martirio, Miguel Caiceo, Pasión Vega, Pastora Soler, Pepe Navarro, Loquillo, Sancho Gracia, Victorio & Luchino, Alberto García Alix, Ana Belén, Víctor Manuel, Carlos Álvarez-Novoa, Diego El Cigala, Bebo Valdés, Fernando Guillén, Emilio Lledó, Fernando Tejero, Francisco Ayala, Iñaki Gabilondo, Javier Ruibal, Ferrán Adriá, José Sacristán, Leonor Watling, Luis Rojas Marcos, Nacho Duato, Rafael Álvarez El Brujo, Sara Baras, Adolfo Aristaráin, Alberto Cortez, José Domínguez El Cabrero, Antonio Dechent, Benito Zambrano, Fernando Trueba, Emilio Calatayud, Antonio El Pipa, Héctor Alterio, Malena Alterio, Ernesto Alterio, Manolo García, Vicente Amigo, Federico Mayor Zaragoza, José Saramago, Medina Azahara, Óscar Jaenada, Verónica Sánchez, Antonio de la Torre, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Felipe Benítez Reyes, Clara Montes, Juan José Millás, César y Jorge Cadaval, Leo Bassi, Lila Downs, Mario Soares, Miguel Poveda, Peret, Santiago Carrillo, Shaila Dúrcal, Álvaro Pombo, Antonio Pulido, Concha Velasco, Chris Stewart, El Lebrijano, Joaquín Estefanía, José Antonio Labordeta, José López Barneo, Luis Eduardo Aute, Sara Montiel, Tico Medina, Myriam Seco, Álex O’Dogherty, Dani García, Guillermo Antiñolo, Luis Gordillo, Juanjo Puigcorbé, José Manuel Caballero Bonald, Paco Ibáñez, Sami Naïr, Verónica Forqué, Carlos Falcó, Mónica Naranjo, Luis Tosar, Pedro Guerra, Pedro Halffter, Rosa María Calaf, Sebastián Álvaro, Vega, Albert Hammond, Carlos Baute, Carlos Saura, Eduardo Mendicutti, Emilio Aragón, María Luisa Merlo, Pepe Begines… y me dejo cientos sin nombrar, pero tanto de unos como de otros, guardo un recuerdo magnífico. Para mí fue un verdadero lujo hacer y participar en 1001 Noches, que me permitió conocer a tantísima gente interesante, idearles preguntas, sacar y compartir lo mejor de ellos y en muchas ocasiones, aprender el oficio de vivir. Porque todos, fíjense bien, tienen una larga trayectoria vital y profesional repleta de méritos y reconocimientos a los que no llegaron de un día para otro, por casualidad, sino haciéndose carrera, huyendo de los caminos fáciles y las líneas rectas.

Ha sido una experiencia maravillosa y enriquecedora. Por esos invitados que marcaron mi forma de ser y ver el mundo, pero sobre todo por el equipo humano de 1001 Noches. Decenas de compañeros que cada semana ofrecían lo mejor de su trabajo en beneficio de un programa diferente, que a pesar de las críticas que ha podido recibir (con muy malas intenciones, todo sea dicho) y de los datos de audiencia (que no siempre fueron buenos pero sí muy discutibles) ha logrado el aplauso y el cariño de miles de telespectadores que cada semana nos apoyaban escogiéndonos, enviando mails, escribiendo artículos en la red… Alabando, sobre todo, el tono del espacio: en diez años jamás hubo un gesto de mala educación, una voz más alta que otra, una pregunta soez, una imagen hiriente, una falta de respeto hacia el invitado o el telespectador. Y eso, lo saben bien, no es lo habitual en la televisión de este país. Como profesional, me siento muy orgulloso de poder decirlo. Me he forjado precisamente en el programa que hubiera escogido si en su día, cuando aún era un recién licenciado en periodismo, me hubieran dado a escoger entre toda la programación. Ha sido un lujo trabajar donde he trabajado, con los contenidos que hemos ofrecido y con los compañeros que me han rodeado. De todos me llevo ahora un recuerdo imborrable. Gracias, por tanto, a quienes en su día apostaron por mí y me dieron una oportunidad. Gracias también a todos los que durante estos años han trabajado en el programa (Producción, Realización, Plató, etc…) Sería injusto nombrar unos pocos y dejar a otros fuera -sé que todos se sentirán aludidos al leer esto- pero más injusto sería aún no citar aquí a mis compañeras de Redacción: Carmen, Beatriz y Eva. Porque por encima de compenetrados compañeros hemos sido y somos amigos. Desde el primer momento y durante todos estos años hemos trabajado en sintonía, en un ambiente relajado o tenso (según las épocas) pero siempre feliz. Muy feliz. Porque hacíamos en cada momento aquello que más nos gustaba hacer. Y eso, creo, debía notarse en el resultado final.

El futuro es ahora incierto. No sabemos qué tiene reservado el destino para el mundo, la televisión y para nosotros. Pero en cualquier caso, ahora, lo afronto con una sonrisa enorme y con la satisfacción de haber dedicado 10 años de mi vida a trabajar en el programa que como telespectador no me hubiera perdido nunca. Y eso, créanme, no lo puede decir cualquiera.

Suerte. Suerte a todos los que de una forma u otra han participado en el programa. Delante o detrás de las cámaras. A este o al otro lado del teléfono. Gracias por poner su granito de arena en un programa que ha sido y será importante, al menos para mí.

Y no quiero terminar sin ponerle música a este despedida, y lo voy a hacer escogiendo la que, durante su grabación, más logró emocionarme. Se trata de una canción de Anni B Sweet con la quiero también agradecer a todos los músicos y cantantes (representantes incluidos) que dejaron en el programa la gran huella del Arte.  Amigos y compañeros, nos volveremos a ver en algún rincón de la televisión, porque la buena televisión existe. Lo hemos demostrado. Hasta siempre. Salud.

  

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