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24 años sin Patuchas

Publicado el 22 diciembre 2020 por manuguerrero

Nunca lo entendí bien, pero aquel día el profesor de Historia, Fernando Romero, nos invitó al salón de actos. Quería ponernos «una peli de romanos». Era viernes por la mañana y no era un mal plan. Estamos en 1994, en la antigua Universidad Laboral de Córdoba y yo soy un joven estudiante de segundo de BUP que tiene la cabeza en un único lugar: la Facultad de Periodismo de Sevilla.

Pronto descubrimos que el profesor ha vuelto a jugárnosla. Era un tipo enrollado, de los que te hablaba de los fenicios con el mismo entusiasmo que si lo hiciera de un nuevo grupo de rock. Así nos tenía a todos, siempre embobados. El caso es que por los pasillos resuena una música extraña. Al asomarnos por la puerta descubrimos la broma. De película nada, hemos venido a un concierto. Pero, ¿por qué ha empezado ya? ¿cuánto rato lleva este hombre cantando a solas? Sobre el escenario, una estampa que nunca he olvidado. Un chico de veintitantos años, muy serio, vestido de negro, el pelo revuelto y con unos cuantos instrumentos desperdigados por el suelo. Él los va a tocar todos. Tomamos asiento y sigue cantando sin parar. Después de varias canciones, se presenta: «Soy Juan Antonio y he venido a cantar».

Nunca un recital me ha sorprendido tanto. Su magnetismo es asombroso. Sus letras son una combinación hiriente de ironía, romanticismo y buen humor. Así empieza la ‘Copla del viudo del submarino’:

Mi novia se fue en un barco
en la Segunda Guerra Mundial
y un submarino de Hitler
mandó ese barco al fondo del mar.
Mi novia era bonita,
el barco era español.
Por un error de distancia
Rodolfo Hitler me destrozó.
Nunca he podido olvidarla,
mi novia era fenomenal.
Siempre que pelo una gamba
recuerdo su forma de besar.

Juan Antonio, sin soltar la guitarra, coge un Casio PT-1 o un pequeño sintetizador y sigue a lo suyo, sin inmutarse de las reacciones del público, a veces desternillado, otras a punto de llorar. Así es como llega a uno de los momentos más conmovedores de la mañana, cuando empiezan los primeros acordes de ‘Te quiero’, una canción que me flipó entones y me sigue flipando a día de hoy. En este maravilloso cóver de Alexis Okretic y Guillermo Rayo se reparten los instrumentos, pero aquella vez Juan Antonio estaba solito. Fue verdaderamente brutal.

Para ser sinceros, no recuerdo si aquella vez tocó ‘La danza de los 40 limones’, pero poco tiempo después tuvimos muchas noches para empacharnos de ella. Pepe Navarro la explotó hasta el punto de hacer rico a un compositor que, según me cuentan amigos que lo trataron como Paco Lucena o Carlos de France, se le caían las canciones del bolsillo, todas ellas maravillosas. Una mente insaciable y talentosa que, sin embargo, no supo enfrentarse al monstruo de la televisión. Tal día como hoy, 22 de diciembre, acabó ahorcándose en su domicilio de Córdoba, como informaba la prensa de la época.

El rap de los 40 limones

Me encanta conocer a gente que lo trató. Carlos de France, por ejemplo, me contó en una entrevista que Julián, el programador de actuaciones de Libertad 8, de donde han salido artistas como Rosana, Jorge Drexler o Pedro Guerra le decía: «Juan Antonio era el mejor artista que ha pasado nunca por aquí». Su exmánager, Paco Lucena, me cuenta otra anécdota sin desperdicio: «Además de a Juan Antonio, yo llevaba a Sabina, a quien jamás le oí soltar un piropo hacia otro artista. Sin embargo, una vez íbamos en el coche y sonó una canción de Juan Antonio. Joaquín me pidió que subiera el volumen para escucharlo mejor. Después dijo: ‘este tío es un genio’. ¡Es la única vez que lo oí tirándole flores a otro cantautor». Por cierto, Paco atesora una carta sin abrir que Juan Antonio le había escrito unos días antes. ¡Cuánto daría por leerla!

Paco Lucena y Juan Antonio Canta

También me gustó el guiño que le hicieron Los Javis en el capítulo 5 de ‘La Veneno’, donde aparece el actor Nacho Vigalondo encarnando a Juan Antonio, que le dedica unas sabias palabras a Cristina, la protagonista de, para mí, la mejor serie española de 2020. A ver si ahora, por cierto, alguien se atreve a hacer una serie sobre él, el hombre que acabó ahorcado por culpa de la maldita gracia que hizo el dichoso limón.

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