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Universo de Amélie

Publicado el 28 octubre 2012 por manuguerrero

Amaral

Amélie aún se refugia en la soledad. Se entretiene con preguntas tontas sobre el mundo tales como: «¿Cuántas parejas tienen un orgasmo en este justo instante?»

Durante mucho tiempo, si me hubieran preguntado con quién me hubiera gustado tropezarme por la calle, no habría dudado un solo segundo en contestar, siempre, el mismo nombre de mujer. Por eso, aquella noche, al girarme de un cajero cualquiera de la calle del Barquillo de Madrid, no pude esconder mi sorpresa. Tampoco mi alegría.

Ella estaba allí, vestida completamente de negro, cargada con varias bolsas de boutique, paso sigiloso y su inconfundible mirada felina. Pasó a un metro de mí justo en el momento en el que debía seguir mi camino, que iba a ser, afortunadamente y durante varios minutos, el mismo que el suyo. Ambos íbamos hacia la Gran Vía. Serían, calculo, las diez de la noche de un sábado que, por otros motivos, prometía.

Quizá porque he conocido a muchos artistas no me gusta interrumpirles cuando me los encuentro por la calle. En nuestro círculo profesional, la cosa cambia. Puedo estar horas conversando sobre sus intereses, sobre televisión, su obra o cualquier asunto de la actualidad que venga al pelo. Pero fuera del periodismo o los platós de televisión, es bien diferente. Me gusta ser respetuoso.

Admiro a Eva Amaral desde hace 12 años. Me sedujo con Una pequeña parte del mundo, aunque de su primer disco había oído Rosita, No sé qué hacer con mi vida y Tardes, tres canciones que me habían impresionado y que aún siguen siendo importantes para mí. Desde un primer momento descubrí que su universo tenía algo que ver con el mío. No puedo negar que me gusta la contundencia y peculiaridad de su guitarrería, su lírica y su puesta en escena, tres demostraciones evidentes del talento desbordante del dúo aragonés. Pero como digo, lo que me parece más adictivo es su mundo interior, su atmósfera, su universo, que asocio casi inevitablemente a la parte femenina del tándem musical. Es lo que, creo, hace de Amaral una propuesta musical diferente, capaz de llegar a personas muy distantes musicalmente. Desde luego, lo avala vender algo así como 4 millones de discos sin renunciar a un estilo propio.

He notado, sin embargo, que Hacia lo salvaje, su último trabajo discográfico, ha cosechado menos éxito de lo acostumbrado. Es, en parte, comprensible, porque es su disco más Amaral (a pesar de lo que algunos digan). Aunque pueda sonar raro, diré que yo imaginé este disco antes de que existiera. Me remonto a 2007 y a una sala de proyecciones. Fue empezar a ver Hacia rutas salvajes (Into the wild), de Sean Penn, y sentir que aquello que estaba viendo (es la historia de un chico bien que abandona su ciudad, familia y ahorros para huir a Alaska y buscar el sentido auténtico de la vida) tenía mucho que ver con ese universo interior de Eva Amaral del que hablo. Pensé que la película le impactaría a ella tanto como me estaba impactando a mí y que utilizaría ese material para sus próximas canciones. Existía una conexión invisible entre aquella película y sus canciones, sus historias. Llegué incluso a pensar que aquella película dividía al mundo en dos: entre quienes se emocionaban con ella y quienes no. Como con sus discos. Algunos años después, casualmente, el título es casi idéntico, el espíritu también, aunque en alguna entrevista ella ha reconocido no haberla visto hasta que la gente empezó a hablarle de esa curiosa coincidencia. Me sorprende.

El caso es que Hacia lo salvaje es un gran disco. Quizás el más interesante de todos cuantos han sacado hasta ahora. Es un disco imaginativo, original, emotivo y, sobre todo, muy libre. Es el que mejor refleja esa inconfundible identidad de Eva Amaral. Habla de la naturaleza, el mar, la huida, los personajes al límite, la rebeldía, la búsqueda, las grandes decisiones de la vida… Es una mirada radical y sutil hacia el interior humano. Un trabajo muy recomendable para todos aquellos que alguna vez se han emocionado con alguna canción de Amaral, porque es Amaral en estado salvaje, una actitud que se agradece en estos tiempos de artificio, cinismo e hipocresía. Un disco perfecto para todos aquellos que se rinden ante la mirada de Amélie.

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