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¡Huy!

Publicado el 10 octubre 2012 por manuguerrero


¡Huy!, de John Lanchester.

Tengo un serio problema con los libros prestados. Existe junto a mi casa una estupenda biblioteca adonde voy cada cierto tiempo y donde me topo siempre con la misma contrariedad. No faltan títulos que me interesen y, además, sus responsables (un matrimonio muy amable y profesional) rara vez no se ofrecen a comprar cualquier libro que se pueda necesitar. El caso es que después de ojearlos me los traigo a casa y siempre acabo diciéndome lo mismo: ¿Y ahora qué hago con ellos?

En el instituto cogí la costumbre de leerlos con un lápiz en la mano. Una profesora que tenía entonces decía que «libro no subrayado, libro no trabajado», y efectivamente pienso que todos los que leemos no solo por placer, deberíamos hacerlo subrayando, tomando notas y copiando ideas. Es por ello que cuando leo un libro que no me pertenece empiezo a pasarlo mal casi desde la primera página, porque siento una irrefrenable tentación de agarrar el lápiz y destacar las buenas frases. Recientemente me ocurrió con Algo va mal, de Tony Judt, un historiador y pensador británico que poco antes de morir, y ya con el cuerpo totalmente paralizado, fue capaz de dictar esta obra imprescindible y cabal que contiene ideas útiles para enfrentarnos a la dictadura de los mercados y a los recortes sociales. Tuve que devolver este libro intacto a la biblioteca, prometiéndome que lo compraría en cuanto pasase por la primera librería. Algunos meses después aún no lo tengo porque pienso que comprar un libro ya leído es como faltarle el respeto a los millones de libros que aún no han pasado por mis manos o incluso a las decenas que ya tengo en casa en cola de espera y cogiendo polvo en la estantería.

Más recientemente me ha vuelto a suceder con ¡Huy!, de John Lanchester, uno de los mejores libros que he leído sobre la crisis financiera mundial, muy recomendable no solo para los profanos (su lenguaje es realmente accesible y ameno) sino también para iniciados, ya que aporta datos de primera mano de cómo funcionan los principales bancos de mundo y, sobre todo, los fondos de inversión.

Lanchester, conocido sobre todo por su papel de novelista, ahonda con precisión en el funcionamiento interno (caótico y alocado, a menudo) de la gran banca mundial (norteamericana, británica y suiza, sobre todo), esa que organizaba orgiásticos fines de semana en Las Vegas bañados en sexo y alcohol a sus directivos para provocar una tormenta de ideas verdaderamente productivas, en un momento en el que Alan Greenspan había tirado por los suelos el precio del dinero (bajo su mandato al frente de la Reserva Federal, los tipos de interés bajaron del 6’25% al 1%, su nivel más bajo en los últimos 45 años)  y el capital, que funciona como un virus, necesitaba nuevas fórmulas para su continua reproducción. Es entonces cuando se inventan los productos tóxicos que nos han traído hasta aquí. Hubo quien ganó tanto dinero (reservado ya en paraísos fiscales, por supuesto) que ahora somos los demás quienes tenemos que generar y soportar los recortes para equilibrar la realidad con el mundo fictico anteriormente imaginado.

También profundiza el autor en el papel jugado por China en la última década, un factor decisivo al que no suele concedérsele la merecida importancia (cuando se habla de la constante evasión de capitales, rara vez se menciona su destino, Asia, donde un dólar se convierte fácilmente en diez, como en la vieja Nevada), y en la vivienda como inversión, consecuencia inevitable del reducido valor del dinero, sobre todo en países como el nuestro, donde tener una casa en propiedad se consideraba antaño casi como tener el futuro resuelto, cuando estos meses comprobamos que es totalmente lo contrario.

Y es que el dinero se mueve siempre en torno al riesgo. Cuanto más seas capaz de asumir, más fortuna podrás ganar o, en su defecto, perder, una máxima coloquial que bien prodría explicar el presente que padecemos. Ocurre, sin embargo, que las facturas a débito no siempre las pagan aquellos que las generan, y es ahí donde se hace necesaria la propuesta de Judt en el libro previamente mencionado. Parece inconcebible que alguien sea capaz de irse a pasar un sábado al casino con el dinero de otros. Pero así es, ante la inacción o decidida pasividad de los bancos centrales.

El caso es que estos días me toca devolver ¡Huy! a mi hermana, porque le pertence. Se lo regalé por su último cumpleaños y ahora me arrepiento de no haber comprado otro para mí. Siento que ha pasado por mis manos y que no nos hemos dado el cariño que nos merecíamos. Ni él se ha hecho mío, ni mi huella ha quedado impregnada en él. Pero cualquiera se lo queda. Mi hermana, que es una gran profesional de la dirección de empresas (algún día oirán hablar de ella), se percataría pronto. Le pasa como a mí: los libros no los perdona nunca.

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4 Comentarios en esta entrada

  1. Laura Says:

    Tú has escrito todo este post para que tu hermana te diga: «Veeeeenga… garabatea todo lo que quieras y quédatelo». Se te ve el plumero Manu!

  2. manuguerrero Says:

    Jajajaj… ¡no exactamente, Laura! Pero es buena idea 😛

  3. Carlos Says:

    Querido, veo que te interesan los mismos temas que a mí. te recomiendo que leas el blog de Alberto noguera y acratas.net. Han avisado desde hace mucho lo que ha pasado, antes incluso que estos libros. Tienes razón en lo de subrayar. También compré «Algo va mal».
    Yo tengo una regla cuando estoy en una librería, «nunca ahorrar en libros»…De hecho también lo hago en las floristerías, no ahorro ni en libros ni en flores…Dinero bien gastado siempre.
    Un libro que me ha encantado recientemente, «El monje que vendió su Ferrari». Ya sé que está muy visto, pero no lo había leído. Además está en bolsillo muy barato.
    Abrazos fuertes.
    Carlos de F.

  4. manuguerrero Says:

    Querido Carlos. Es normal que compartamos tantas cosas. Somos dos escorpios paralelos 😉

    Gracias por las recomendaciones. Es cierto que en internet hay abundante material relacionado, que sigo a menudo. En ambos he entrado en alguna ocasión, aunque no los frecuento demasiado porque mi carpeta de «Favoritos» empieza ya a estar muy saturada… No obstante, si tú me lo recomiendas, entraré más a menudo.

    Yo tampoco suelo ahorrar en libros, lo que ocurre es que si compro un libro para mi hermana pienso… ¿para qué voy a comprar dos, si este podré leerlo cuando quiera? Claro, uno nunca sabe si ese libro va a ser importante para ti hasta que no llevas unas cuantas páginas. En este caso, me arrepentí de no comprarlo (ya ves, en bolsillo cuesta ¡9 euros!, no es cuestión de dinero). Respecto al de «Algo va mal», el bibliotecario, con el que conversaba plácidamente, se ofreció para comprarlo y luego me daba cosilla despreciarlo al comprármelo yo, de modo que leí el ejemplar público.

    Alucino con nuestras similitudes. Yo siempre digo que donde más feliz soy comprando es en una tienda de libros, en una de discos o en un vivero. Las plantas me apasionan. Aunque mucha gente no lo aprecie, las flores dan equilibrio, algo clave en estos tiempos turbios.

    Tenemos en común hasta nuestro querido Juan Antonio. La gran diferencia, amigo, es que tú eres músico, y esa será siempre mi gran frustración.

    Me apunto también el libro del monje. Un abrazo enorme y espero verte pronto.

    Manu

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