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Vicente Vallés

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Cómo conseguir una buena entrevista, según Vicente Vallés

Publicado el 03 julio 2012 por manuguerrero


El primer recuerdo que tengo ejerciendo el periodismo es haciendo una entrevista. Tenía 15 años y por aquel entonces la entrevista me parecía el género mayor de este oficio: era como enfrentarse a la verdad escondida de un protagonista y que, a golpe de preguntas, tenías que hacer aflorar para compartirla con todos tus lectores. Es fácil imaginar que con esa edad y escribiendo para una revista estudiantil, «tus lectores» era un minúsculo grupo formado por tu familia y algunos compañeros de clase, aquellos que leían tu artículo solo para tener, al día siguiente, algún tema de conversación mientras llegaba el profesor de la primera hora.

Desde entonces y hasta hoy habré elaborado, realizado o preparado más de 3.000 entrevistas (es obvio: estoy empezando), fundamentalmente para televisión aunque también para prensa e internet (de esta web es la categoría a la que tengo más cariño). Desde personajes de postín a ciudadanos anónimos pero con grandes historias que contar. Porque en la entrevista, entiendo, lo importante no es tanto el antetítulo donde suele aparecer el nombre del entrevistado como el titular y, sobre todo, el cuerpo de la información, donde se revela esa verdad de la que hablábamos y con la que tratamos de informar, emocionar o conmover a nuestros lectores, oyentes o telespectadores, por muchos o pocos que sean.

A pesar de las apariencias, la entrevista no es un género fácil. Fundamentalmente porque te exige una gran cantidad de datos en la cabeza, lo que en la jerga periodística se conoce como background, y que no es otra cosa que los antecedentes: saber de quién se trata, en qué mundo se mueve y qué relevancia tiene para el resto de la sociedad. Eso te ayudará a comprender qué motiva su conducta, premisa fundamental para que una entrevista tenga el más mínimo interés. Como comprenderán, eso no se logra echándole un ojo a su ficha en Wikipedia (los que la tengan), sino leyendo prensa y libros, escuchando radio, viendo televisión y navegando por internet a lo largo de muchas horas en tu vida, unas cuantas al cabo del día, diría yo… Porque lo de vivir y estar pendiente de lo que ocurre en la calle se da por hecho (sin esa actitud no existe periodista ni periodismo posibles).

A tener una cabeza bien amueblada y ordenada (hay que saber un poquito de todo) se llega gracias a la curiosidad innata del (buen) periodista, y esa es precisamente una de las claves que destaca el reputado periodista Vicente Vallés en un vídeo que acabo de encontrar en Youtube y que recoge una de sus clases en un máster de investigación y reporterismo. Quiero compartirlo y dejar constancia de él porque me parece interesante y porque, aunque pueda parecer obvio para periodistas avezados, a veces se perciben importantes carencias en quienes trabajan para ciertos medios de comunicación. Y no solo me refiero a esa chica en quien todos estáis pensando.

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El ladrón de sonrisas

Publicado el 23 octubre 2007 por manuguerrero

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Llevaba semanas pensando escribir unas líneas sobre la mirada de Galisteo, magnífico fotógrafo y sin embargo gran amigo mío. Le he estado dando vueltas al asunto seriamente pero no encontraba el momento para sentarme frente al ordenador y decidirme. El principal problema no era la falta el tiempo (es cierto que ando muy ocupado últimamente pero hay un dicho por ahí, que comparto ciegamente, que dice que cuando necesites que alguien te haga un favor se lo encargues a tu amigo más ocupado porque te lo resolverá con mayor prontitud y eficacia) sino que el principal problema es (perdonen por el anterior paréntesis, me acabo de dar cuenta de que me ha salido excesivamente largo, como este mismo, si no voy cerrándolo ya…), sino que el principal problema es nuestra amistad. Es decir, que a menudo quedo con él para tomar unas cervezas en el bar que hay debajo de mi casa o de la suya (que para más inri están demasiado cerca) y que, además, cada vez que veo sus fotografías lo hago en plan rigurosamente distendido, entre risas y gansadas varias y no con la seriedad de un profesional del periodismo.

Me obligué a hacerlo hoy. Por eso hace media hora, cuando fregaba los platos de la cena, pensaba en qué decir de Gali y, sobre todo, de su obra fotográfica. Estaba feliz porque el pescado –a la plancha- salió muy bueno y así es fácil pensar en el arte de los demás. Si hubiera cenado Gali en casa seguro que hubiera disfrutado de la comida tanto como yo. Los dos tenemos buen pico. Todavía tengo retenido en mi boca el sabor de la última vez que me invitó a comer: gazpacho de habas, salmorejo y merluza con almejas y gambas. Riquísimos.

Lo que más me atrae de su fotografía es la descarada complicidad que mantiene con lo que fotografía, ya sea un rollo de papel higiénico o tres niños necesitados de Senegal. Porque le interesa casi todo y casi todo sabe camelárselo. A un rollo de papel higiénico le dice que se convierta en lapicero y no sólo se convierte en lapicero sino que el lapicero se empeña en decirte que de rollo de papel higiénico nada, aunque jures verlo con tus propios ojos. Así siempre. Gali tiene un don especial para seleccionar un trocito de vida, sonreírle e inmortalizarlo. Su anterior colección de fotografías recicladas se autopresentaba así:

[Podríamos estar en la basura, en los arcenes de las autopistas, sobre el televisor, de botellón/ín. Aún podríamos ser materia prima, materia orgánica e inorgánica. Podríamos estar de baja, estar debajo e incluso estar detrás, pero hemos decidido estar colgados].

Gali tiene un finísimo sentido del humor. Nietzsche decía que la capacidad intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar. Por eso, deduciendo, Gali es un tipo muy inteligente. Y no sólo tiene sentido del humor sino que, además, y mucho más difícil, es capaz de contagiar sonrisas (o robarlas). Hace poco estuvo en Senegal grabando un reportaje para televisión y a la vez se trajo una colección de fotografías conmovedoras con las que roba sonrisas en un lugar donde hay muy pocos motivos para sonreír.

Se sonríe con la boca, los ojos y el corazón, según una lección importante de un pueblo supuestamente en desarrollo hacia otro presuntamente desarrollado. Gali aquí asentiría, seguro.

También es muy importante para él la composición, el color, el orden (o desorden) de los elementos y sobre todo sus raíces. Busca el lado exótico incluso en el salón de su casa. Y lo encuentra porque tiene una mente de mundo y sabe conjugarla bien.

En esas estaba yo enrolado mientras reducía la grasa de la sartén. En los conceptos relacionados con la fotografía de Gali y con su manera de ser y sentir, cuando casualmente (sí, sí, pura casualidad) me llamó por teléfono para decirme que le acababan de otorgar un tercer premio de fotografía internacional en una organización benéfica y estaba muy feliz. Le contesté que gracias por el dato: me acababa de dar el argumento principal de lo que quería escribir.




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