Los Compadres continúan recorriendo Andalucía probando suerte con otras profesiones. Cansados ya de ser estrellas de cine, han pedido a su mánager que les busque nuevas oportunidades laborales y en ‘Entre Compadres’ lo intentan con los oficios más dispares y tradicionales. Este martes tratarán de ganarse la vida como albañiles. Para ello, viajarán hasta Los Palacios y Villafranca (Sevilla), donde conocerán a Los Consuegros, dos divertidos albañiles que les enseñarán los gajes de su oficio.
No hay descanso ni aburrimiento para Los Compadres. Los actores querían probar nuevos oficios y su manager Nati no defrauda con sus propuestas. Para este martes les tiene preparadas tres profesiones de lo más variopintas.
Los Compadres querían adrenalina, y esta semana la tienen a granel. Este martes, en la tercera entrega de ‘Entre compadres’ (formato con el que los famosos actores quieren probar nuevos oficios para dejar de ser estrellas de cine), Alfonso y Alberto viajarán hasta Viator, en Almería, para alistarse en la Brigada ‘Rey Alfonso XIII’ II de la Legión. Allí tendrán que desenvolverse con experimentados legionarios y hacer todas y cada una de sus funciones diarias, como por ejemplo el duro entrenamiento físico: ¿serán capaces Los Compadres de aguantar ese ritmo tan exigente?
Tras el exitoso estreno de la semana pasada, en el que el nuevo programa de Canal Sur TV, ‘Entre compadres’, obtuvo un 10,1% de audiencia, Alfonso Sánchez y Alberto López se enfrentan este martes a nuevos retos profesionales. Si el martes pasado probaron suerte como agricultores, cocineros o bailarines de Bollywood, en esta ocasión se jugarán la vida saltando al ruedo para enfrentarse a las astas de un becerro. Para este momento cuentan con la inestimable ayuda de uno de los diestros más queridos de nuestro país, Víctor Puerto, que intentará prepararlos física y mentalmente para un desafío tan arriesgado. ¿Pedirá el público para ellos las dos orejas y el rabo? ¿Saldrán por la puerta grande?
Hay noticias del incombustible Javier Estévez (ex Estirpe). Se trata de “Desconocidos”, el primer corte del tercer álbum de Subtónica, su proyecto musical más personal. Una píldora literaria llena de sensibilidad y contundencia en la época de la fast music. Frente a estribillos fáciles y triviales, textos con enjundia y compromiso.
Pocas noticias musicales tuvieron tanto alcance en 2013 como la repentina salida de Camela de Miguel Ángel Cabrera, el compositor de casi todas las canciones de los primeros discos del grupo. Aunque en los mentideros del mundillo musical se conocían sus diferencias con Dioni Martín, la noticia pilló por sorpresa a buena parte de sus fans, que llegaron a temer por la disolución del grupo. ¿Pero estuvo Camela al borde de la desaparición a pesar del éxito multitudinario que le acompañaba? ¿Por qué dejó Miguel Ángel de formar parte de Camela? ¿Seguía componiendo los grandes éxitos del grupo? ¿Cómo vivieron Dioni y Ángeles esa etapa fundamental para el grupo? ¿Se alegra Miguel Ángel del éxito arrollador que acompaña al grupo a pesar de su ausencia? ¿Dónde radica entonces el éxito de Camela?
La historia de la música española ha deparado pocas sorpresas tan llamativas como la protagonizada por Camela a mediados de los años 90. Sin el respaldo de una gran discográfica, con la indiferencia de la mayor parte de los medios de comunicación y con el desprecio explícito de la crítica musical, tres jóvenes madrileños se convirtieron en el grupo que más discos ha vendido en España en los últimos 30 años. Un fenómeno –más sociológico que musical- que algún día se estudiará en las escuelas de marketing y dirección empresarial.
Entre todas sus virtudes, hay dos que sorprenden a cualquiera: su solidez intelectual y su asombrosa capacidad para diseccionar la realidad. Quizá por ser periodista, quizá por ser escritor, o quizá por ser, además de eso, profesor, es capaz de analizar en minutos un acontecimiento aparentemente irrelevante y conectarlo con el devenir de la vida y de las gentes, imaginar cómo será el mundo si no ponemos remedio. Basta echarle un ojo a sus artículos diarios en El Correo de Andalucía para darse cuenta de ello.
Nunca lo entendí bien, pero aquel día el profesor de Historia, Fernando Romero, nos invitó al salón de actos. Quería ponernos «una peli de romanos». Era viernes por la mañana y no era un mal plan. Estamos en 1994, en la antigua Universidad Laboral de Córdoba y yo soy un joven estudiante de segundo de BUP que tiene la cabeza en un único lugar: la Facultad de Periodismo de Sevilla.
Pronto descubrimos que el profesor ha vuelto a jugárnosla. Era un tipo enrollado, de los que te hablaba de los fenicios con el mismo entusiasmo que si lo hiciera de un nuevo grupo de rock. Así nos tenía a todos, siempre embobados. El caso es que por los pasillos resuena una música extraña. Al asomarnos por la puerta descubrimos la broma. De película nada, hemos venido a un concierto. Pero, ¿por qué ha empezado ya? ¿cuánto rato lleva este hombre cantando a solas? Sobre el escenario, una estampa que nunca he olvidado. Un chico de veintitantos años, muy serio, vestido de negro, el pelo revuelto y con unos cuantos instrumentos desperdigados por el suelo. Él los va a tocar todos. Tomamos asiento y sigue cantando sin parar. Después de varias canciones, se presenta: «Soy Juan Antonio y he venido a cantar».
Nunca un recital me ha sorprendido tanto. Su magnetismo es asombroso. Sus letras son una combinación hiriente de ironía, romanticismo y buen humor. Así empieza la ‘Copla del viudo del submarino’:
Mi novia se fue en un barco en la Segunda Guerra Mundial y un submarino de Hitler mandó ese barco al fondo del mar. Mi novia era bonita, el barco era español. Por un error de distancia Rodolfo Hitler me destrozó. Nunca he podido olvidarla, mi novia era fenomenal. Siempre que pelo una gamba recuerdo su forma de besar.
Juan Antonio, sin soltar la guitarra, coge un Casio PT-1 o un pequeño sintetizador y sigue a lo suyo, sin inmutarse de las reacciones del público, a veces desternillado, otras a punto de llorar. Así es como llega a uno de los momentos más conmovedores de la mañana, cuando empiezan los primeros acordes de ‘Te quiero’, una canción que me flipó entones y me sigue flipando a día de hoy. En este maravilloso cóver de Alexis Okretic y Guillermo Rayo se reparten los instrumentos, pero aquella vez Juan Antonio estaba solito. Fue verdaderamente brutal.
Para ser sinceros, no recuerdo si aquella vez tocó ‘La danza de los 40 limones’, pero poco tiempo después tuvimos muchas noches para empacharnos de ella. Pepe Navarro la explotó hasta el punto de hacer rico a un compositor que, según me cuentan amigos que lo trataron como Paco Lucena o Carlos de France, se le caían las canciones del bolsillo, todas ellas maravillosas. Una mente insaciable y talentosa que, sin embargo, no supo enfrentarse al monstruo de la televisión. Tal día como hoy, 22 de diciembre, acabó ahorcándose en su domicilio de Córdoba, como informaba la prensa de la época.
El rap de los 40 limones
Me encanta conocer a gente que lo trató. Carlos de France, por ejemplo, me contó en una entrevista que Julián, el programador de actuaciones de Libertad 8, de donde han salido artistas como Rosana, Jorge Drexler o Pedro Guerra le decía: «Juan Antonio era el mejor artista que ha pasado nunca por aquí». Su exmánager, Paco Lucena, me cuenta otra anécdota sin desperdicio: «Además de a Juan Antonio, yo llevaba a Sabina, a quien jamás le oí soltar un piropo hacia otro artista. Sin embargo, una vez íbamos en el coche y sonó una canción de Juan Antonio. Joaquín me pidió que subiera el volumen para escucharlo mejor. Después dijo: ‘este tío es un genio’. ¡Es la única vez que lo oí tirándole flores a otro cantautor». Por cierto, Paco atesora una carta sin abrir que Juan Antonio le había escrito unos días antes. ¡Cuánto daría por leerla!
Paco Lucena y Juan Antonio Canta
También me gustó el guiño que le hicieron Los Javis en el capítulo 5 de ‘La Veneno’, donde aparece el actor Nacho Vigalondo encarnando a Juan Antonio, que le dedica unas sabias palabras a Cristina, la protagonista de, para mí, la mejor serie española de 2020. A ver si ahora, por cierto, alguien se atreve a hacer una serie sobre él, el hombre que acabó ahorcado por culpa de la maldita gracia que hizo el dichoso limón.