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Un vacío enorme, una gran lección

Publicado el 02 abril 2013 por manuguerrero

Manchita

La muerte siempre es inapelable y cruel. Pero no todas las muertes son iguales. Existe una muerte diferente: la muerte de un animal de compañía. Hay quien jamás la siente porque nunca llega a tener una relación estrecha e insustituible con un animal. Y ese desconocimiento es, concretamente, el pasillo hacia la incomprensión o incluso la burla.

Pero saben bien de lo que hablo quienes sí han pasado por ahí. Es común pensar, tras ese desgraciado momento, que era inimaginable que un ser tan pequeñito pudiera dejar un vacío tan grande. Un vacío enorme, porque esa es, precisamente, la gran sensación que se experimenta tras la pérdida de una mascota. Vacío y, cómo no, tristeza. Ríos de tristeza.

El viejo tópico dice que el perro es el mejor amigo del hombre. Yo iría mucho más allá. En efecto, tu perro siempre será tu amigo más fiel. No te defraudará nunca, y cuando decimos nunca queremos decir nunca. A cambio de algunos paseítos y de su comida diaria te llenará la vida de cariño y amor. Nadie se alegrará más que él al verte llegar a casa. Nadie como él te esperará horas a que te despiertes para darte los buenos días. Nadie como él buscará en tus manos su dosis diaria de caricias y fraternidad. Nadie como él podrá pasar el día entero observándote. Y nadie como él notará en ti la tristeza o la congoja en esos días en los que es inevitable sentirse mal. Pero voy más allá, decía, porque lo más común es que tus amigos no vivan bajo tu mismo techo. Por eso tu perro será fiel como un amigo, pero también generoso e incondicional como un familiar. Día a día, de la mañana a la noche, desde el principio hasta el fin, él siempre estará de tu parte.

Por eso es tan duro abrir la puerta de tu casa por primera vez tras su muerte y comprobar que ya no está. En ese momento es cuando nos damos cuenta de que él hacía mucho más por nosotros que nosotros por él. La muerte de un animal, como la de un ser querido, puede sentirse durante meses o años porque formó parte nuestra vida íntima y diaria. Y es justo llorarle y rendirle luto porque sin duda se lo mereció. Personas frías como piedras son capaces de derretirse en lágrimas ante la muerte de un ser querido, sea humano o animal.

Probablemente el hombre de hoy haya humanizado en exceso a sus animales de compañía. A un perro se le vacuna, se le peina, se le habla y hasta se le viste. Y quizá pueda parecer exagerado, pero es que nada es tan humano como el cariño que desprenden o las emociones que te pueden hacer sentir. Y es que los perros nos entienden, a menudo, mucho mejor que nosotros les entendemos a ellos. Llevamos siglos tratando de descifrar los ladridos de un perro, cuando sabemos de sobra que los perros no hablan con la boca sino con la mirada.

Siempre he pensado que el nivel de civilización de una sociedad cualquiera se mide por el trato que dispensa a sus animales. Y mucho tiene que aprender todavía el ser humano que no se conmueve ante los ojos de un animal. A mí la mirada de Manchita siempre me dio mucho que pensar. Era una cócker spaniel excelente, buena hasta la exageración. En sus seis años de vida jamás hubo que reñirle una sola vez. Siempre estaba dispuesta para el cariño, la compañía y la vitalidad, quizás en agradecimiento a su terrible pasado: parida por una madre que, extraviada y embarazada, fue atropellada por un vehículo que no se dignó a parar.

Ahora lloramos su muerte súbita, pensamos que de un ataque al corazón. Nos queda el consuelo de que tuvo siempre una vida feliz, que todos tratamos de estar a su altura, y que no sufrió ni al final de sus días. Parece como si hubiera optado por no molestar ni en sus últimos suspiros. No me extrañaría en absoluto viniendo de ella, que nos ha dado a todos una extraordinaria lección de humanidad y actitud. Porque si todos tuviéramos esa disposición hacia el cariño, estoy convencido, la vida sería infinitamente mejor.

En el medio, Manchita, a los pocos días de nacer.

En el medio, Manchita, a los pocos días de nacer.

6 Comentarios en esta entrada

  1. Sara Says:

    En efecto, no se sabe el vacío tan grande que un animal deja hasta que se va. Manchita era la alegría de la casa, la ternura, el amor incondicional …Por eso no hay consuelo aún.

  2. manuguerrero Says:

    ¡Cuánta verdad Sarita! Tú la conocías bien…

  3. Olga Says:

    Ay, Manué no sabes cómo he llorado con tu artículo. Siento mucho vuestra pérdida, suscribo cada palabra y comprendo lo que dices. Yo no puedo ni pensar en el día en que mi Luna no esté conmigo sin llorar a mares.
    Sólo quien ha recibido tanto de un peludo sabe lo que significan, de su bondad, de su entrega, de todo lo que nos dan a cambio de tan poco.
    Nunca conocí una persona con el alma tan limpia como la que he visto en algunos de estos peludos.
    Mucho ánimo de todo corazón y mucha mucha fuerza. Le habéis dado una buena vida, y eso es lo que importa.
    Un besote grande.

  4. manuguerrero Says:

    Todo eso es cierto, Olga.

    ¡Disfruta mucho de tu Luna!

    Gracias por tus palabras.

    Manu

  5. jose luis ramaciotti Says:

    Si pues Manu, así no más es… por eso siempre es bueno vivir con animales, sobre todo con perros. Pero los gatos ponen también lo suyo: son tremendamente sabios. Yo siempre los he tenido, unos y otros. Los perros fieles amigos, los gatos astutos compañeros. Tuve una gata que se llamaba Yoko Ono y yo la observaba constantemente al punto que llegué a decir y digo todavía que ella me enseñó un par de cosas fundamentales en mi vida.

    Tendrán que llevar otra mascota a casa, nunca será lo mismo y por lo mismo, será una nueva experiencia, diferente.

    Un abrazo

  6. manuguerrero Says:

    Gracias, querido José Luis. Nunca tuve gatos, pero es cierto que transmiten astucia y sabiduría.

    Ya te contaré si entra otro en casa.

    ¡Abrazos!

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