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Somos lo que fuimos

Publicado el 15 mayo 2010 por manuguerrero

 

 

Pensemos por un momento cómo era este país en 1995. Dejemos a un lado los numerosos casos de corrupción política que un año después acabarían con el gobierno socialista, que llevaba en el poder ininterrumpidamente desde 1982, y centrémenos en la economía real. Con 39 millones de habitantes padecíamos un 22’7% de desempleo según el Instituto Nacional de Estadística. Un 19% de la población vivía bajo el umbral de la pobreza relativa. Éramos un país deprimido porque no había perspectivas de mejora y todo el oro que relucía se debía a las titánicas subvenciones que llegaban directamente de Bruselas como apoyo directo a uno de los países más pobres de la Unión Europea. Dinero que iba para modernizar las infraestructuras, para subvencionar a unos agricultores en declive etc… Pero lo sustancioso, es decir, la prosperidad de Estado, empresarios y empleados en general estaba en depresión profunda. Comprensible en un país que tradicionalmente ha importado más de lo exportado y cuyo crecimiento se circunscribe fundamentalmente al sector servicios. La única ilusión posible recaía en ese momento sobre la alternancia política. Otros gestores, otro panorama. Se pensaba.

Lo que ocurrió entre 1996 y 2004 lo sabemos todos. De repente el PIB español comenzó a subir y medio mundo se asombró de la gran hazaña del señor Rato. Héroe nacional, mago de la economía, el gran gurú del siglo XXI… tanto se decía sobre sus méritos que el Fondo Monetario Internacional le acabaría aceptando como Director Gerente en 2007. Insólito: Un español en el FMI, algo que no había ocurrido desde su fundación en 1946.

Pero ¿en qué consistía la gran pericia de don Rodrigo? La gran pericia de don Rodrigo se llamaba Ley de Extranjería (Ley Orgánica 4/2000) y no dependía de su ministerio pero le venía que ni pintada. Ese año había en España 923.879 inmigrantes censados (un 2’28% de la población total). Sólo cuatro años después: 3.034.326 (un 7’02%…) Qué bien, un gobierno conservador ocupándose de los derechos y libertades de la población extranjera. Como progresista que soy debía felicitarles. Pero qué casualidad, entre 1996 y 2006 los beneficios empresariales aumentaron un 73% mientras que el salario medio real de los españoles caía un 4% según la OCDE. El único país, repito, el único país de los 30 que integran la OCDE cuyos asalariados pierden poder adquisitivo en esa década. Es fácil pillar al trilero, ¿verdad? Si en esa época levantabas la voz te llamaban xenófobo, y eso no es más que una humillación. Pero la mano de obra no hacía más que bajar y el producto final, subir. El IPC subía a una media de un 4%. ¿Dónde estaban los nuevos ricos? ¿Y los nuevos pobres? Sí, el paro había bajado a un 11% de la población total, pero ¿a qué precio se vendía empleo? ¿y a qué precio se vendían casas? ¿Cuánto tiempo podría estar el trilero engañándonos? ¿Cuánto tiempo íbamos a estar haciendo el bobo? –Aquí, querido lector, un inciso: ¿qué programas recuerda haber visto usted en televisión entre los años 2000 y 2005?-

Prosigamos. Mientras el país acogía cariñosamente a millones de inmigrantes (lo pongo en cursiva porque eso es ya cuestión de talante: yo compartía piso con un ecuatoriano y entre él y yo había mucho cariño), de España emigraban miles de titulados universitarios: biólogos, arquitectos, ingenieros, periodistas, filólogos etc… Recibir mano de obra barata y expulsar mano de obra cualificada es muy buen negocio para unos que yo sé, pero para el interés público presente y futuro es una auténtica sangría. Reino Unido, Alemania o Japón están ahora beneficiándose gratuitamente de la millonaria inversión que hemos realizado sobre miles de jóvenes españoles. Y que no se nos olvide, se nos han marchado los mejores, los más capaces, los mejor preparados. Ahora tienen su sitio y no pretenden volver. O quizá sí para disfrutar bajo el Sol su lejana jubilación. No me explico cómo las televisiones públicas no censuran programas del tipo Españoles por el mundo. Jijí, jajá, qué modernos somos. No sé cómo no les escuece. Esos programas no hacen más que recordarnos: chico, si quieres prosperar vete de este país. Cualquiera que sale retratado cobra 2.500 euros, tiene vivienda propia y puede hacer planes de futuro. Eso, aquí, que levante la mano. Los peores contratos (dos de cada tres jóvenes trabajadores tienen un contrato precario) y las hipotecas más grandes, en nuestra querida España.

1995 no está tan lejos. Y no quiero decir que 15 años no es nada, quiero decir que estamos en las mismas, con un 20% de desempleo y un futuro que llama al desaliento. Gentes que van, gentes que vienen. Pero sólo a la espera de un nuevo trilero que nos pueda engañar. Porque lo demás parece que es imposible.

 

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