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«La voz», un formato impecable

Publicado el 29 septiembre 2012 por manuguerrero

Jesús Vázquez con Melendi, Malú, Rosario Flores y David Bisbal

No sé si han pensado alguna vez lo difícil que es inventarse un programa de televisión. Inventarlo, proyectarlo, ejecutarlo y conseguir el aplauso mayoritario de la audiencia, cada vez más exigente y acostumbrada a un férrea competitividad. Hagan la prueba, por un momento, y piensen solo en el título que le pondrían.

Es complicado, créanme. En mi aún corta trayectoria profesional, los momentos más difíciles los he pasado delante de un folio en blanco imaginando nuevos formatos de tv. Algunos han salido, desde luego, pero nada que ver con materializar los que ya están en pie, por estresante que pueda ser sacar un informativo diario o complicado producir lo que a cualquier ciudadano ajeno al medio pueda considerar imposible. Tampoco es fácil, desde luego y por ejemplo, localizar a un ciudadano concreto sin teléfono fijo ni móvil en cuestión de dos horas para una participación en un programa en otra provincia en la que reside. Y sale. Pero ya digo, nada que ver con levantar un formato de televisión.

Por eso, cada cierto tiempo, admiro a esos programas originales que logran, de un día para otro, el apoyo mayoritario de las audiencias. Es el caso de «La voz», el talent show que acaba de estrenar Telecinco en la noche de los miércoles. Sé que no es una idea original de la productora, Boomerang Tv, sino que se trata de una adaptación del original holandés (exportador nato de formatos) y que superó la prueba de fuego en Estados Unidos a través de la NBC. Por eso admiro, sobre todo, a esa cabeza pensante de John de Mol, que escribió sobre el papel una idea que pronto habrá estado en más de 30 países tan dispares como Chile, Indonesia o Israel.

«La voz» me parece un formato impecable, y creo que es muy difícil argumentar su detracción. Es un programa blanco, que gira sobre la música, y que supera las supuestas frivolidades propias de «Operación Triunfo», un formato muy similar pero que marginó a artistas que luego, por su cuenta, lograron un considerable éxito. Pienso sinceramente que a la música hay que valorarla así, con los ojos cerrados. Emociona o no emociona. Te eriza la piel o no. No hay más. ¿Imaginan a Rosana, Los Delinqüentes o Amparo Sánchez en un casting de OT? Efectivamente, hubieran sido descartados. Y ahí están, con una larga trayectoria profesional a sus espaldas. Tienen chispa. ¿Qué hubiera pasado, en cambio, si se hubieran presentado a «La voz»? Ahí la cosa cambia, ¿verdad? Recuerdo que en una ocasión invitamos a Jesús Vázquez al programa en el que trabajaba y le regalamos una actuación de Anni B Sweet (cuando aún no daba giras internacionales.)  Le impresionó. Reconocía que no había sentido tanta emoción en ningún programa de OT. Claro: una cosa es el talento y otra, a veces muy diferente, el éxito comercial. Si a día de hoy la pusiéramos a la espalda del jurado de «La voz», los cuatro caerían completamente rendidos ante la cantante malagueña. Esta vez no se busca el producto musical (qué palabra más fea) del que hablaba Risto Mejide.

Sé que habrá quien dude precisamente del jurado, y que cambiaría a Melendi, por ejemplo, por Alejandro Sanz. Pero pensemos. Es televisión y hay que lograr un considerable consenso social amoldándose a los cachés y presupuestos disponibles y, sobre todo, a las agendas de los artistas. Yo reconozco no tener ni un solo disco en casa de ninguno de los cuatro miembros del jurado, entre los más de 3.000 que reposan sobre mis estanterías, pero admito que son cuatro artistas valiosos que cubren un amplio espectro de la población. Además, tienen desparpajo, cualidad imprescindible para gustar en televisión.

Solo lleva dos entregas y desconocemos su deriva, pero apunta a ser un programa redondo. Su intención es encontrar a la mejor voz del país sin más consideraciones estéticas. No prentende (creo) forjar a un ídolo de masas, sino darle un premio a quien logre el beneplácito unánime de jurado, primero, y público, después. De momento, ya va por encima del 30% de share, unos índices reservados casi exclusivamente a los grandes eventos futbolísticos.

Por supuesto, creo, que al margen del formato en sí, son claves también su presentador (no tengo memoria para encontrar a otro que supere la telegenia de Jesús Vázquez) y su ubicación en parrilla, un factor que a menudo pasa desapercibido entre los analistas de televisión, pero que es un aspecto determinante. Recuerdo grandísimos programas que no arraigaron sencillamente porque no supieron encontrar su público. Y es que nunca fue lo mismo montar una heladería en Laponia que en Alicante.

Yo reconozco estar enganchado. Me apasiona la música, no soporto los gritos y me gusta descubrir nuevos talentos. Personalmente hubiera preferido que los artistas se presentaran con sus propias creaciones y con sus músicos, pero volvemos a lo mismo: es televisión, no una academia de arte y oficios. El pasado miércoles, por ejemplo, me encantó escuchar a Pau Piqué. Creo que sin este programa no hubiera salido jamás de actuar en hoteles o de cantarle a los amigos. Y no me negarán que hubiera sido injusto. 

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