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Gin-tonic: el secreto no está en la ginebra

Publicado el 21 septiembre 2012 por manuguerrero

El secreto del buen gintonic

Quizá sufra ya de cierto declive. Llevo algo así como un año o un poquito más observando que el gin-tonic ya no goza de esa aureola de tiempos cercanos, cuando era la bebida indudablemente de moda, la que te daba el toque chic sobre todo entre profesionales liberales. Pero es normal, las tendencias vienen y van y no siempre es fácil explicarlas. Pero aún así sigue siendo, según las estadísticas, el combinado preferido entre los españoles. Dicen, además, que somos de los mayores consumidores de ginebra del mundo.

El caso es que desde antes de que se pusiera de moda ya era una de mis bebidas alcohólicas favoritas (suelo beber bastante poco, pero tengo unas preferencias muy definidas) y es por eso que llevo algunos años tratando de cogerle el puntito a este combinado tan particular. Sin ánimo de sentar cátedra, desde luego, me gustaría compartir algunas conclusiones a las que he llegado y que, parece, agradan a quienes lo han probado en casa.

La primera duda que nos asalta siempre es la de ¿todas las ginebras valen? Y ahí es muy difícil responder, porque las he probado muy baratas y con un sabor muy delicado, y también al revés, de precio más bien elevado y con un toque excesivamente fuerte o incluso edulcorado, algo imperdonable en una ginebra. Así que es cuestión de gustos.

Sí lo tengo más claro, sin embargo, respecto a la tónica, el ingrediente dominante. Aún no he probado ninguna marca blanca aceptable y aunque ahora es extraordinariamente fácil encontrar una gran variedad de marcas en los hipermercados, a mi juicio la Schweppes sigue ganando por goleada en el difícil ranking de precio y calidad. Es fundamental, eso sí, que esté muy fría en el momento de servirse. En el gin-tonic es clave lograr una temperatura general muy baja. Si hemos enfriado previamente el vaso y disponemos de cubitos de hielo de un tamaño considerable, el  gusto final nos quedará muy resultón.

También es importante, desde luego, el vaso. Sigue habiendo quien lo prefiere en el clásico vaso de tubo, aunque creo que ganamos sensaciones en recipientes anchos y de poca profundidad, en los que podamos percibir fácilmente su característico aroma.

Sobre las proporciones, yo siempre opto por el 1:3. El 1:2 o el 2:3 cargan demasiado el combinado. Si te gusta más fuertecito, perfecto, pero si es para brindar con invitados, mejor preguntar antes porque el invento se nos puede venir abajo. Y es ahora, cuando ya hemos servido la ginebra, cuando llegamos al momento casi más importante del combinado: nada de agregar jugo o la rodaja del limón. Es verdad que es la costumbre más generalizada, y que lo asumimos cuando vamos a la mayoría de los bares (en algunas coctelerías suelen tener el detalle), pero si podemos elegir, mucho mejor. El toque final queda sorprendentemente mejorado si lo que incluimos es un trocito de la cáscara del limón o  lima -según dispongamos- pelada justo encima del vaso, para que le caiga el chisporreo del limón. Ahí está, creo yo, el secreto del buen gin-tonic, el toque cítrico justo para enriquecer y no adulterar el combinado de ginebra y tónica, ya de por sí interesante.

Para terminar, removemos ligeramente con una cucharilla o similar (aviso: nunca agitar) y si tenemos a mano (afortunadamente cada vez es más frecuente encontrarlo en determinados comercios) echarle tres o cuatro bayas de enebro. Y ojo, porque esto no es decoro, es la esencia misma del buen gin-tonic. Si no, hagan la prueba.


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