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¿Dónde empieza y dónde acaba la solidaridad?

Publicado el 05 febrero 2009 por manuguerrero

Acaba de estallar la revuelta y los peores augurios empiezan a cumplirse. Miles de trabajadores del Reino Unido se han puesto en huelga como protesta a la contratación de más de quinientos trabajadores italianos y portugueses para construir un importante proyecto de la petrolera Total en Lincolnshire, al este del país. Es una reacción despreciable y xenófoba, según los medios de comunicación. ¿Quién se atrevería a discutirlo?

Los manifestantes reclaman a su Gobierno medidas proteccionistas frente a la proliferación de contratos con compañías foráneas, una estrategia que abarata los costes con el empleo de mano de obra extranjera, mucho más barata que la mano de obra nacional. Los obreros británicos no aceptan trabajadores importados mientras ellos sufran un cada vez más odioso desempleo.

Está ocurriendo en Inglaterra, pero muy pronto ocurrirá en Francia, en Alemania o, por qué no, aquí en España. Si ocurre en todos a la vez, desde luego, Europa será un pequeño infierno, un hábitat completamente inhóspito, un continente del que huir. Pero ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Durante los últimos diez años, en los que China (recordémoslo, una dictadura capitalista disfrazada de comunismo) crecía económicamente a un ritmo trepidante, los grandes grupos de poder europeos se las ingeniaban para seguir siendo competitivos. La solución la encontraron rápido. Si el gigante asiático crece a costa de explotar sin pudor los recursos humanos, ¿por qué nosotros no? En China, por cuestiones obvias, la mano de obra es infinitamente más barata que en los ricos países occidentales, por lo que el camino más corto para competir con el producto chino es importar mano de obra barata. ¿De dónde? De América Latina, de Europa del Este y de ciertos países africanos.

Sólo mediante esta tendencia suspicaz, España ha pasado en ese corto periodo de tiempo de treinta y nueve millones de habitantes a casi cuarenta y seis, con una natalidad media de, peligrosamente, cero y pico. Esto, en un país con una oferta de empleos tan limitada, ha convertido al mileurista en un tipo afortunado.

En esta lógica de raciocinio es comprensible que, por ejemplo, el dueño de un bar despida a un camarero cordobés que trabaja catorce horas diarias por novecientos euros al mes para contratar a otro ecuatoriano que hace exactamente el mismo trabajo por quinientos cincuenta. Es precisamente lo que le ha ocurrido mi vecino Rafael, que ha quedado sólo para pasear al perro. Ahora se le retuerce el estómago cada vez que el medioburgués de turno le dice que hay que ser tolerantes y respetar a quienes vienen de otras culturas. Como si él, no lo hubiera hecho toda su vida.

Si cada uno de nosotros nos metiéramos en sus pantalones, entenderíamos su desesperación. Imagínate que eres profesor y un día te encuentras en la calle porque ha llegado otro de Senegal dispuesto a dar tus clases por la mitad de tu salario. O que eres médico, abogado o técnico informático y te ocurre exactamente igual. Pues deja de imaginarlo y vete habituando al paro. La Unión Europea ya está buscando mano cualificada barata para seguir siendo competitiva ante los países asiáticos. Es decir que pronto un informático, un profesor de escuela o un ingeniero cobrarán, como mucho, seiscientos euros mensuales. ¿Entenderías así lo que estos días están haciendo los trabajadores desempleados de Lincolshire?

Durante estos años atrás, los ciudadanos hemos estado recibiendo importantes clases de ética y moral. Se nos decía, con apabullo y malas intenciones, que recibir miles de trabajadores del exterior nos hacía ricos culturalmente y que de paso dábamos ejemplo de solidaridad y munificencia. Y callábamos porque lo que bajaba era, tan sólo, el precio de la mano de obra de los jornaleros, camareros y empleados del hogar. Pero no el nuestro.

El tráfico de personas, el mercadeo sofisticado de recursos humanos no es solidaridad ni reparto de riqueza. Que yo sepa, la única solidaridad honesta y sostenible es la de replantear las relaciones comerciales entre los países ricos y los países pobres, la cesión del 0’7 (o más, mucho más…) e invertir en los sistemas educativos y las infraestructuras de los países subdesarrollados. Estas son, y han sido por mucho tiempo, reivindicaciones de la izquierda española, de la clase obrera sensible y sensibilizada, que ninguno de los partidos que ha gobernado ha querido atender.

No nos engañemos. Esto que se vive en Inglaterra no son brotes racistas. Es lucha de clases. Es obreros nacionales contra empresarios nacionales. Nadie tiene nada en contra de un ciudadano camerunés, paraguayo o argentino. Lo que no es de recibo es que el capitalismo salvaje de India o China sea importado al Reino Unido, a Francia o a España. Es un paso atrás demasiado brusco.

El modelo de crecimiento actual está en crisis, desde luego, eso no lo puede discutir nadie, pero la solución no puede pasar por volver al siglo XIX. Emplear en los países ricos a un cinco por ciento de la población pobre no alivia el problema de la pobreza, que es mucho más complejo y exige grandes renuncias por parte de los grandes poderes económicos, que tratan, en estos tiempos de crisis, de aprovecharse descaradamente de la situación. No quieren ganar. Quieren ganar más.

Los ingleses, como tantas veces en la Historia, han vuelto a ser los primeros en sacar las pancartas a la calle. Ellos inventaron la democracia moderna y ellos seguramente inventarán la nueva democracia. Después le copiarán franceses, alemanes, italianos…

En España, aunque tengamos la mayor tasa de desempleo de toda Europa, esto nos suena, paradójicamente, a chino. Es comprensible. Mientras los vip del Club Bilderberg cocinaban nuevas formas de explotación, medio país vivía pendiente de Gran Hermano. Y el otro medio, de la champion league.

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¿Cómo será la España real?

Publicado el 13 enero 2009 por manuguerrero

Nací en el año 79. Cuando apenas tenía diez o doce años y empecé a leer prensa diaria, España, mi país, ya había entrado en la Unión Europea, por lo que, por ser uno de sus miembros más pobres, recibía importantes sumas de dinero. Se trataba, lógicamente, de igualar los desequilibrados PIB de unos y otros. Por ello, mis ojos de infante escrutador no veían más que crecer considerablemente las estructuras de este país: más y mejores carreteras, tren de alta velocidad, escuelas mejor equipadas, nuevos polígonos industriales etc… 

Con esos 125.000 millones de euros que ha recibido desde entonces, España ha cambiado casi por completo de fachada. Este país poco o nada se parece al de 1986 aunque, seamos certeros, no podemos aseverar que todo el dinero llegara al fin predestinado sencillamente porque nunca hubo un inspector encargado de testificarlo. Pero supongamos que todo está en su sitio.
 
Años después, a finales de siglo, la España subvencionada se abrió de brazos, por no decir también de piernas, a las prácticas neoliberales procedentes de Estados Unidos, por lo que al mismo ritmo que se absorbía dinero público a porrones, se privatizaban empresas estatales pensando que quién mejor que los amigos para gestionar asuntos tan importantes como la telefonía, la electricidad, el gas, la aviación civil… Y así de sopetón, millones van, millones vienen, parecía que todos éramos ricos: Los cubatas a 8 euros y los pisos a 400.000.
 
España crecía a un 4% gracias, fundamentalmente, a un lavadero de billetaje sucio llamado sector-de-la-construcción. Aunque era evidente que algo funcionaba muy mal, nadie alzaba la voz porque todos sacaban partido de los turbios malabares de comprar-vender-figurar. Sobre esto podríamos escribir una tesis doctoral, pero con su permiso no me voy a extender porque, supongo, usted también está saturado.
 
El caso es que en 2008 la burbuja explotó de verdad: adiós a las subvenciones europeas (ya hay países mucho más pobres que nosotros), adiós al truco del almendruco (cuando se han levantado las cartas de beneficios, el neoliberalismo no ha resultado ser lo que parecía) y adiós a sor Construcción, que de tanto rezar le ha cogido manía a todo el santoral. El caso es que ya hay tres millones de parados y varios millones más están, desgraciadamente, a la espera de ser también requeridos por el INEM. Aunque nadie lo quiera reconocer.
 
Descorrida la cortina y roto el espejismo, me pregunto qué ocurrirá con este país a partir de ahora. Sus cuentas comerciales son desfavorables y ni los cuartos que dejan aquí los 60 millones (menguantes) de turistas que nos visitan cada año pueden equilibrar la ecuación decisiva importaciones-exportaciones. La banca está tiritando (de frío y de miedo), el sector del automóvil pierde aceite, la agricultura ya no es competitiva, el textil viene de China (y no de Alicante), la energía no la producimos nosotros y para colmo los beneficios de Telefónica ya no son para el Estado. Aún así España sigue siendo la octava potencia mundial en Producto Interior Bruto, aunque no sabemos si pronto le pasará lo que le ocurrió a Adolf Merckle justo antes de suicidarse. Que tenía un patrimonio valorado en 10.000 millones de euros y debía 16.000. Aunque, a efectos teóricos, seguía siendo un discreto multimillonario.

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¡Felicidades Obama!

Publicado el 05 noviembre 2008 por manuguerrero

Ojalá sea verdad que esos zapatos se han desgastado en tus pies, recorriendo las calles de tu país. 
Y ahora puedas demostrarlo…

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El capitalismo se muerde la boca

Publicado el 23 julio 2008 por manuguerrero

Todo está resultando mucho peor de lo que preveíamos. Aquí un servidor, como otros miles de ciudadanos, lleva años anunciando lo que iba a ocurrir, tarde o temprano, a la economía de este país y, por tanto, a los bolsillos de cada uno de nosotros. La burbuja inmobiliaria tenía que estallar. Y vaya si ha explotado. Tanto que hasta nuestro querido presidente se ha dignado a reconocer lo que todos llevamos meses sufriendo: que estamos inmersos en una profunda crisis económica. No lo hizo antes por suspicacia, pues hubiera perdido las elecciones generales.

No hacía falta ser un águila para darse cuenta. Durante años, el precio de la vivienda ha ido ascendiendo desorbitadamente porque todos (vendedores y compradores) pensaban que la revalorización del suelo era infinita. Lo compro por 20 y lo vendo por 40, decían. Así de fácil. Era un modelo que interesaba, paradójicamente, al poder político, porque le permitía presumir de liderar un país que crecía entorno al 3-4%. Ese crecimiento era, en toda regla, una falacia de película porque la prosperidad contabilizaba el futuro sudor de millones de españoles que se endeudaban hasta las cejas para pagar casas que con un poco de sensatez nunca hubieran adquirido. Es decir, que ese sudor futuro (hipotecas de hasta 50 años) era el combustible de los últimos PIB. Menuda aberración. ¿Quién garantizaba que esas hipotecas pudieran ciertamente pagarse? ¿Cómo puede el Estado especular con lo que somos y con lo que vamos a ser?

Ya hemos entrado en la fase crítica. No se venden pisos y se disparan los parados y los morosos, esos que florecerían tarde o temprano, y que son quienes más daño hacen al sistema vigente. Además, importantes inmobiliarias (y no sólo inmobiliarias) declaran suspensión de pagos, como Martinsa-Fadesa, líder del sector. Imagínensen cómo estarán en estos momentos los contables de otras empresas similares: tiritando a base de somníferos.

Pero los responsables de este modelo económico fallido y traicionero no sólo hay que buscarlos entre quienes nos han gobernado desde 1996 hasta ahora, que indudablemente son quienes nos han tomado el pelo. También hay que señalar con el dedo a quienes ocupan asiento en los consejos de administración de los bancos y las cajas de ahorros de nuestro país. Eran, junto a los gobernantes, los más beneficiados por la trampa. Prestaban dinero para construir y luego hipotecaban tu casa. Es decir, que a una misma vivienda le sacaban doble beneficio: el del promotor y el del comprador. Menudo pelotazo. Ellos son, repito, con nombres y apellidos, los que han convertido a millones de ciudadanos en sus propios esclavos. ¿Qué es si no alguien que si saca el pie del tiesto se queda sin techo y sin agua caliente? ¿Por qué no actúa la Justicia?

Zapatero, por su parte, no deja de defraudarnos. Se equivocó con la ayuda al alquiler, pues el dinero prometido no llega a los jóvenes y, sin embargo, los arrendadores llevan meses aplicando la correspondiente subida en el contrato, es decir, 210 euros mensuales. También se equivocó con los 400 euros del IRPF, que ha ido a parar a quienes, precisamente, menos lo necesitan, los que tienen rentas más altas, pues los mileuristas apenas han catado 50 euritos.

Ahora, nuestro presidente presume de haberlo hecho bien en estos cien primeros días de legislatura. Pero vuelve a errar. ¿Se acuerdan ustedes de aquella frase que dijo en 2004 de No os fallaré? Bien, pues ahora que ha aceptado esta profunda crisis económica, no se le ocurre otra cosa que reunirse con economistas supuestamente independientes para que le evalúen la situación. Se refiere a destacados miembros del Banco de España, del Instituto de Estudios Económicos, del BBVA, del Santander… ¿Alguien que tiene una nómina mínima de 6.000 euros mensuales puede contarle al presidente del Gobierno cuál es la enfermedad de este país? O sea, ¿que los bancos inoculan su veneno y luego tienen que describir el diagnóstico? ¿Dónde queda la gente y el sentido común?

Todo esto no hace más que evidenciar que el capitalismo, tal y como está entendido actualmente, es decir, bajo los preceptos del neoliberalismo, es un sistema económico que no renta a la gran mayoría de los ciudadanos. Cuando la situación económica es favorable, los beneficios se dirigen de forma desproporcionada a un grupo reducido de personas (que alguien revise las ventas de obras de arte, yates y aviones privados de estos últimos años) y cuando llegan las vacas flacas, somos los demás los que hemos de buscarle hierba. No, no es admisible.

Tenía razón Marx cuando decía que el capitalismo se devoraría a sí mismo. Estamos viendo un claro ejemplo, un prólogo de lo que puede ocurrir en un par de décadas, pues se está mordiendo la boca para colmar su insaciable voracidad. Los bancos han caído en su propia trampa y ahora se las ven negras para recaudar el dinero que prestaron para poder vender las construcciones que patrocinaban. El desmesurado crecimiento de la banca se corresponde milimétricamente con la depauperación de las clases bajas y medias-bajas. Y ocurrirá también a nivel global, cuando los países emergentes necesiten asumir el modelo de crecimiento que acaba de fracasar en Europa y Estados Unidos, porque la Historia se repite y nada, nada es para siempre.

 

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Hacia rutas salvajes

Publicado el 04 febrero 2008 por manuguerrero

Mi admiración por el trabajo interpretativo de Sean Penn me condujo el viernes pasado a ver Hacia rutas salvajes, película que esta vez escribe, dirige y produce. Es la historia de Christopher McCandless, un joven de 22 años, recién licenciado, que decide dejar atrás su cómoda vida en busca de aventuras, a pesar de que todos le auguran un futuro muy brillante.

Reconozco que durante la primera media hora de cinta, muchos espectadores puedan estar al borde de abandonar la sala de cine. No por aburrimiento, sino por desesperación. Llega a dar la impresión de que es una película escrita por un joven inexperto. De ahí que algunos comentaristas de prensa hayan criticado su ingenuidad. Sin embargo, todo tiene su explicación (y no seré yo quien lo descubra) y rápidamente la historia de McCandless consigue cautivarte y seducirte para que permanezcas sentado en tu butaca.

Adaptada al cine de la obra homónima de Jon Krakauer, Hacia rutas salvajes aborda el equilibro, durante ciento cuarenta minutos, entre el hombre y la naturaleza, entre la fuerza salvaje y el diseño intelectual. Entrando en valoraciones, creo que por encima del valor actoral (Emile Hirsch hace un trabajo creíble), la paisajística (espectacular) e incluso la banda sonora (apropiada al milímetro) está la historia en sí, un sueño que todos los que nos consideramos de esencias idealistas llegamos a tener al menos tres veces en la vida. Porque creo que la película es eso: un retrato preciso y conmovedor del idealismo puro. Un retrato de aquel que siente sueños y los persigue, tratando de descubrir en ellos su verdad y su felicidad, aunque a veces tenga que pagar con la añoranza de la familia y de todo aquello que se creía ser. Un viaje hacia la belleza y el peligro, con uno de los finales que a mí, particularmente, más me ha impresionado en los últimos meses.

No es una película fácil, aunque lo parezca, y ello a mi juicio es motivo suficiente de agradecimiento a Sean Penn, quien a pesar de los años y los impedimentos del mercado, aún no nos ha defraudado.

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Tomate podrido

Publicado el 31 enero 2008 por manuguerrero

Como a todos los que nos metimos en esto porque pensábamos –y seguimos pensando- que otro mundo es posible, me alegra muchísimo que Tele 5 finalmente haya retirado la emisión del programa Aquí hay tomate. No pensarán lo mismo los que se metieron sólo por dinero, porque durante mucho tiempo ese espacio ha sido una máquina generosa de hacer billetes. Se trataba de atraer espectadores, al precio que fuera, para vender muy cara la publicidad, aunque hubiera que pasar por encima de la dignidad de las personas, pisoteándolas hasta que ya no hubiera por dónde exprimir. Acudían como moscas, claro, igual que ocurre en la calle cuando hay una pelea. Nadie hace nada para poner paz pero todos hacen un corrillo para ver el espectáculo. Es el lado más miserable del ser humano. La diferencia entre una situación y otra es que en la primera hay unos señores que la provocan con el único fin de obtener beneficios. Y eso no, amigo, eso no está bien. Si prohíben las peleas de gallos, ¿por qué no prohíben las pelas entre personas?

Durante estos años he oído mil veces que ese programa estaba bien hecho, que era técnicamente impecable. ¿Y qué? ¿Eso le exime de ser un programa basura? ¿Es que la técnica está por encima de los valores que nos hacen hombres y mujeres civilizados? Nunca he aceptado esa milonga y me he tenido que enfrentar acaloradamente con compañeros de profesión (sobre todo intrusos, todo hay que decirlo) defendiendo que la televisión es un medio de comunicación social y no un cóctel molotov para arrojar contra quien decida un director de programa. Medio kilo de excrementos no deja de ser medio kilo de excrementos aunque venga envuelto en papel con brillantina. No obstante, si quieren, un día hablamos de televisión técnicamente impecable.
 
También he oído estos días a quienes se compadecen por los “compañeros” que con la retirada del programa han perdido su puesto de trabajo. Creo que a la telebasura nadie te obliga a entrar. Los que están lo hacen por voluntad propia o por ganar mensualmente doscientos euros más. Cuando en España se suprimió la pena de muerte nadie dijo: “Qué pena, todos los verdugos van a ir al paro”. Perdonad el símil. Sé que es un poco radical, pero pensando en telebasura no se me ocurre otro más acertado. No, no me dan pena. Me dan más pena todos los profesionales que durante estos años no han podido trabajar en televisión sencillamente porque su conciencia se lo impedía. Y que aún siguen dedicándose a otra cosa para poder dormir tranquilos.
 
Es muy triste que la cadena haya retirado el programa porque no le salen las cuentas. 300.000 euros de indemnización al presentador Gonzalo Miró por especular con la identidad de su padre; 270.000 euros al periodista Pepe Navarro por una «campaña sistemática de descrédito»; 50.000 al torero Francisco Rivera por divulgar comentarios sobre su vida sexual… Es muy triste porque un Estado de Derecho no debe consentir ningún espacio público que vulnere derechos reconocidos en la Constitución vigente. Con el tiempo, la palabra telebasura se ha frivolizado, se usa tan a menudo que ha perdido significado. Un programa es basura cuando llena de escombros el salón de tu casa, tu alma y la cabeza de tus hijos. En un momento en que los Estados modernos se preocupan por sacar el humo de los espacios públicos, de reducir las emisiones de dióxido de carbono y de proteger el medio ambiente, no tiene sentido que no se preocupen por la salud mental de los ciudadanos.
 
Y vuelvo a pensar, por enésima vez, que las agencias que contabilizan las audiencias de televisión nos engañan perversamente. Existe una alianza simbiótica entre ellas y los principales anunciantes de publicidad, es decir, el poder económico. Y en ese pacto, como en tantas otras ocasiones, perdemos los demás, perdemos los de siempre, los ciudadanos.
 
Cayó Crónicas marcianas. Cayó A tu lado. Ahora ha caído Aquí hay tomate. Pero quedan muchos en pantalla, en esa y en otras cadenas. Y lo más preocupante (me llega a revolver el estómago) es imaginar en qué estarán pensando los directivos de Tele 5, que son especialistas en cruzar todas las fronteras, incluida la de la decencia.
 

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Esa joven punk…

Publicado el 08 enero 2008 por manuguerrero

 

Era punk. Sin duda. Años atrás pensaba que era hippy, por el argumento facilón de que vestía ropa colorida, amaba la naturaleza y de vez en cuando parecía estar muy fumada –alguna vez lo estuvo, como se puede comprobar en la fotografía-. Pero ahora creo estar en lo cierto: Pipi era punk, pero punk de las de verdad. Por encima de las apariencias, esta niña pelirroja y multipecosa era anticonvencional. Vivía sola – junto a un monito, un caballo y algunas ratas-, odiaba la escuela –y por tanto, no iba-, no respetaba la autoridad, amaba el medio ambiente y era esencialmente rebelde y feminista. Su padre era un pirata y de su madre sabíamos más bien poco. Se acordaba de ella en muy pocas ocasiones… En el capítulo Pipi y la Navidad le dedicó unas palabras mirando al cielo, pues más que una difunta, decía que era un ángel.

Además Pipi era okupa, personaje redondo para definir una actitud, la contestataria.

Estos días se está celebrando en Suecia un ciclo de actividades culturales para recordar la vida y obra de Astrid Lindgren, autora de las historias de Pipi Calzaslargas, ahora que se han cumplido los cien años de su nacimiento. La historia es curiosa. Astrid se crió en un ambiente idílico, entre lagos, bosques y montañas de cuento de hadas. Más tarde emigró a Estocolmo, donde con dieciocho años fue madre soltera y trabajó en diarios locales, escribiendo textos navideños y otras historias cortas. Ya casada tuvo a Karin, una niña que con siete años cayó enferma de neumonía y que le pedía historias para matar los días. Fue entonces cuando Astrid decidió escribir las historias de Pipi Calzaslargas. Bendita enfermedad de Karin.
 
Desde el principio el libro suscitó serias controversias. Pedagogos, abogados y psicólogos no se ponían de acuerdo acerca de la conveniencia y los efectos de la historia sobre los más pequeños, que eran quienes principalmente disfrutaban con ella. Aunque creo yo que el peligro no recaía sobre las almas inocentes de los infantes sino sobre las mentes cuadriculadas de los adultos, con poca educación sobre el extraordinario mundo de la fantasía.
 
Pipi era –mejor dicho: es- gamberra y transgresora, tanto que marcó un antes y un después en la literatura infantil. Era una historia divertida que quedaba muy por encima del carácter moralista de la gran mayoría de historias escritas para niños. Aunque hoy vengo a decir, precisamente, que las aventuras de Pipi están cargadas de grandes dosis de ética y estética punk. Ella se lo hacía todo solita y sabía decir no a la policía, a la mujer que pretendía ser su institutriz y a todo aquel que se cruzara en el recorrido de sus deseos y en el de sus amigos.
 
La fascinación por Pipi continúa viva sesenta y dos años después de su publicación. En parte porque se trasladó a la televisión y fue vista por millones de niños de distintas generaciones pero también porque es una historia que recoge las inquietudes de todo aquel inconforme con el mundo que ve y vive, que es algo que nos pasa a la gran mayoría de todos nosotros, aunque algunos vayan renunciando a la par que van apagando velas.
 
Pipi sigue siendo un personaje moderno. El libro y la serie de televisión continúan reeditándose y gozando del gusto de los nuevos niños, cuestión que me alegra porque la independencia de esta niña va en contra de la educación dirigista tradicional y rompe con los tópicos que siempre han acechado al género femenino. Era actual en 1945 y sigue siendo actual -para bien o para mal- en 2008. Igual es porque su peinado es llamativo y rompedor. O quizá sea porque la buena gente siempre cae bien, independientemente de las circunstancias. El caso es que yo aún creo en las revoluciones.
 

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¿Debe el Estado recoger la telebasura?

Publicado el 26 noviembre 2007 por manuguerrero

El Gobierno, tras la alarma suscitada hace unos días por el asesinato de Svetlana, quiere reunirse con las cadenas de televisión privadas para acabar con la relación telebasura y violencia doméstica. Por enésima vez nos encontramos con el mismo trinomio: Estado, empresa privada y bien común.

Como era previsible, los representantes de las cadenas más importantes se niegan a asumir imposiciones del Ejecutivo aunque exponen buenas intenciones y dicen apostar por la autorregulación. Pero ¿qué ocurre? Los códidos deontológicos y otras fórmulas de autocontrol han quedado en evidencia -por su ineficacia- durante los últimos años. Creo que no es necesario demostrar que las cadenas violan diariamente los acuerdos –incluso legislativos- sobre programación en horario infantil, cuotas de publicidad y contraprogramación.

¿Cómo resolver entonces esa encrucijada? ¿Quién debe controlar los contenidos perniciosos de los medios de comunicación? ¿Todo vale para ganar audiencia? Creo que los razonamientos del Gobierno esta vez sí concuerdan con los del sentido común: no se deben emitir programas que dañen la integridad o dignidad de cualquier individuo por mucha audiencia y dinero que puedan generar.

El caso de Svetlana es directamente de juzgado de guardia, pues el programa la engañó para que su expareja pudiera pedirle reconciliación y así propiciar una escena de morbo sentimental. El éxito estaba garantizado. Obviamente, el equipo de El diario de Patricia no sabía que el tipo en cuestión era un maltratador, pero no lo sabía precisamente porque no lo preguntó. Que una mujer no quiera mantener relación con un hombre cualquiera es motivo suficiente como para no molestarle. Ni llamarla por teléfono siquiera. ¿Por qué entonces engañarla y propiciar el encuentro entre ella y su maltratador? La mala intención existe desde el momento en que la dirección del programa busca ganar dinero sin importarle un pimiento las razones por las que ella lo ha abandonado. La negativa en público de Svetlana y el ridículo consiguiente no hicieron más que engrandecer la rabia y la violencia de su hombre despechado. ¿Se hubiera evitado una muerte si el programa no hubiera entrado en un terreno tan empantanado e íntimo? Mejor ni pensarlo…

El diario de Patricia es un programa aberrante porque a diario convierte en espectáculo las conductas más miserables del ser humano. Hace varias semanas un hombre de Jaén, de unos treinta años de edad, besaba desmesuradamente los zapatos de su exnovia porque ésta lo había abandonado por marcharse con unos amigos a Cuba. Él lloraba desesperado, le besaba los zapatos, le rogaba que volviera con él y juraba ante Dios que las cubanitas cuyas fotos guardaba en su cartera eran sólo amigas. Aunque aparecieran abrazados.

Creo que igualmente preocupante es el análisis sociológico que se deriva de su éxito comercial: el telespectador que conecta con ese tipo de programas se ríe de la desvergüenza, la locura o la enfermedad de la mayoría de sus invitados. Esa tarde me quedé veinte minutos viendo el programa porque me proporcionaba una sensación de extraña felicidad pensar aquello de qué tío más imbécil … Hasta que su propia imbecilidad fue la que me echó de Antena 3. ¿Debe intervenir el Estado o la Justicia cuando alguien se lucra de situaciones denigrantes? ¿Quién debe denunciar cuando los denigrados están hundidos en su desesperación?

Pero El diario de Patricia no es el único caso de telescoria. La televisión escupe horas y horas de escoria al día. Y a todos se nos llena el salón de escoria porque por mucho que tratemos de controlar nuestro consumo o el consumo de las personas a nuestro cargo, siempre acabamos tropezando con circunstancias que jamás hubiéramos elegido. Es tremendamente injusto que dos o tres millones de personas decidan siempre por la programación que acabamos sufriendo los cuarenta y cinco millones de personas que vivimos en este dicho país.

Sí, ya sé que las principales emisoras de telescoria son privadas, pero usan el espacio público para su distribución, el ambiente, nuestro ambiente y sus mensajes y perversiones acaban llegando a todo el mundo: a nuestros profesores, a nuestros médicos, a nuestros niños, a nuestos amigos y amantes, a nuestros políticos. Es imposible esquivar la telescoria porque es omnipresente. Forma ya parte del ecosistema actual. Y creo que la Administración debe intervenir. Pago mis impuestos para que me garantice un estado mínimo de seguridad. De seguridad urbana, pero también de seguridad mental.

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Volverá la Guerra Fría

Publicado el 19 julio 2007 por manuguerrero

Volverá la Guerra Fría
 

Los datos son aparentemente apabullantes. Desde 2000 España crece a un ritmo mayor que la media de la Unión Europea y acumula una riqueza de 4’3 billones de euros, motivos de sobra para el buenrollismo y para encamisar el España va bien, que explícita o implícitamente el poder acaba agarrando para defenderse de una realidad más cruda y dolorosa. En esos años, el patrón de crecimiento dominante en nuestro país se viene sustentando en el consumo y la construcción, lo que está generando importantes beneficios empresariales a costa de una creación de empleo de baja calidad y bajos salarios. De los 2.700.336 nuevos empleos asalariados, creados entre 2002 y 2006, 438.500 fueron en la construcción y 2.204.800 en los servicios; es decir, en sectores con niveles salariales bajos y alta temporalidad.

Así, no es de extrañar que el 50% de esa riqueza acumulada (la que sirve para el qué bien lo hacemos) se concentre en el llamado capital residencial, es decir, en la vivienda, que no es de nadie salvo de los bancos hasta que dentro de 40 años pase a manos del currito-inversor. ¿Qué significa esto? Que las autoridades administrativas están ofreciendo datos de crecimiento utilizando el futuro sudor de los ciudadanos sin que, obviamente, nadie pueda garantizar que todo devenga como ha de ocurrir. Si, por ejemplo, en 2012, que se espera la mayor crisis energética de la Historia reciente, quiebra el sistema productivo español, no sólo se romperá la tendencia de crecimiento, sino que se demostrará que los datos de hoy son una falacia: es absurdo considerar vendido aquello que nadie ha logrado pagar.

En economía hay una premisa básica de enriquecimiento que nunca se equivoca: eres más rico cuando gastas en lo que compras menos de lo ganas con lo que vendes. Y no es el caso español, cuyo déficit exterior se agrandó un 16,3% en los cuatro primeros meses del año y el desequilibrio asciende ya a un total de 34.338,5 millones de euros. De ahí es de donde podemos sacar un resumen certero de si caminamos hacia delante o hacia detrás. De si vamos bien o vamos fatal.

No somos un país exportador. Nuestra industria es raramente competitiva y la globalización, tal y como está entendida, nos está causando más perjuicios que beneficios (que se lo pregunten a los trabajadores de Delphi o Altadis). China está a punto de convertirse en la tercera economía mundial y está exhibiendo sus potentes garras de águila feroz: está comprando petrolíferas, equipos de fútbol, telecomunicadoras y pronto, quién sabe, tendrá en sus manos los olivos que un día fueron nuestros y ahora son italianos. Sería el colmo pero en el país de las maravillas todo es posible.

Otro dato significativo, quizás el que más, es el que indica que el salario medio español no ha variado sustancialmente desde 1997, por lo que hemos perdido considerable poder adquisitivo: el señor IPC toma dos petit suisses al día y un café no cuesta lo que cree el señor Zapatero (para nuestra desgracia, que tomamos varios al día.) Es lo que más duele: oír por televisión que el país va genial, ver cómo construyen, sin medida, en tu barrio y no tener un euro en el bolsillo para adquirir aquello que consideras tuyo.

En los últimos años, en España han confluido varios ríos negros: ocho años nefastos de gobierno conservador (autor en 1998 de una ley de liberalización de suelo responsable de que la corrupción tenga acta de concejal en nuestros ayuntamientos), la entrada de la moneda única (pretexto perfecto para sacar de las piedras el dinero negro, una auténtica lacra en un país de pasado astuto… ¿alguien le ha visto ventajas al adiós de la peseta?) y un abrupto aumento poblacional (no hay país que pueda soportar, sin perder el equilibro, la llegada de más de cinco millones de habitantes en apenas diez años.) Sólo en ese pantano movedizo parece oro aquello que no lo es. Pero la presión continúa. Vivimos en un sistema de objetivos y resultados. Hay que cumplir, es válido el maquillaje y las agencias de comunicación están para algo.  Pero por mucho que se empeñen, la liebre es muy difícil de esconder: más de la mitad de los españoles no saldrá de vacaciones este verano porque se lo impiden las subidas en la gasolina y en los tipos de interés -resulta ya cansino decir que una hipoteca es peor que una soga al cuello-. Creo que eso es economía y lo demás son números embusteros, pura y limpia corrupción.

Empieza la Guerra Fría. Interna y personal pero más gélida que la que conocemos por los libros de Historia. Llamémosle cambio climático. Por ejemplo.

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Precariedad sexual

Publicado el 06 junio 2007 por manuguerrero

Decir a estas alturas que el sexo lo invade todo resulta demoledoramente aburrido, aunque es totalmente cierto. Pero que vivimos en una sociedad sexualmente precaria ya es defender algo que, aunque individualmente nadie reconozca (obviamente), es fácilmente comprobable. Veamos una foto del pasado fin de semana, del II Festival Erótico de Madrid, Exposex 2007.
 
 
 
Según la organización, han acudido 40.000 personas, entre ellas estos señores que toquetean a esta bellísima mujer. ¿Os habéis fijado en el caballero de la derecha, el del pelo canoso? Con su mano derecha toca algo que parece no haber tocado nunca, el pecho de una mujer, y por eso graba tan mágico instante, para no olvidarlo jamás. Lo hace precavido, con miedo, con rostro serio y asegurándose de que no falla la cámara, porque posiblemente tendrá que revisionar en multitud de ocasiones.
 
Justo a su espalda se encuentra un chaval joven, veinticinco le echaría yo, que trata de asomarse por encima del caballero, aunque presumo que ni le ve los pechos a la muchacha, ni los genitales ni, para colmo, la cara, con lo que debe estar bastante nervioso e insatisfecho. Amigo, mejor ir cogiendo posiciones en otro stand de la exposición.
 
El que sí lo ve todo claro es el que está en el centro de la foto, en segunda fila. Su sonrisa lo delata. Ese estado de felicidad debe provocárselo el ver una chica desnuda por primera vez en su vida. Quizá nos equivoquemos y alguien le está haciendo cosquillas por detrás, pero en cualquier caso está disfrutando. Algo extraño porque el cuerpo que está viendo es bonito, pero no gracioso. A su derecha (es decir, a nuestra izquierda), otro caballero que también peina canas por las mañanas (esto es un detalle muy significativo), del que me sorprende especialmente su habilidad para hacer fotos sin encuadrar, pues no mira a la chica a través de la cámara sino directamente. Para qué meter artificios entre su cuerpo y el objeto deseado. Pero mira que si después llega a casa y se encuentra con que en todas las fotos lo único que aparece es el brazo del hombre de la camisa de cuadros…
 
Aunque ese hombre es precisamente el verdadero enigma de la foto. ¿Qué está haciendo exactamente con su mano derecha? Está rozando el cuerpo de la mujer, ligeramente por encima del pubis, pero con un artilugio entre ella y su mano. ¿Qué es? ¿un móvil? ¿una cámara de fotos? ¿está pasándole el sonido a un amigo mediante una llamada? ¿su móvil recoge aromas? ¿está haciéndole un ecograma? ¿para qué? Ella, si nos fijamos, muestra una expresión de sorpresa y creo que hasta de recelo. No se fía ni un pelo de esos fieras, que además son multitud (¿los que están al final ven algo?), aunque para evitarlo está el forzudo de negro, en el extremo izquierdo de la foto.
 
Me diréis que vale, que sólo es un puñado de hombres y que de ahí no se puede extraer una máxima absoluta. Y yo recuerdo que acudieron 40.000 visitantes (con comportamientos similares) en tres días y que seguramente no cabrían más. O sencillamente no podrían pagar el precio de taquilla.
 
Recuerdo que Pío Baroja decía que la pornografía era un negocio muy próspero en las sociedades sexualmente reprimidas. Razón no le falta aunque claro, el mundo ha cambiado mucho en estos últimos cien años.
 
Investigando al respecto, he descubierto que hubo recientemente en España un colectivo de mujeres, girlswholikeporno, que, consciente de que la hipersexualización esconde mucha precariedad sexual, se proponía difundir otra manera de entender el sexo, tratando de superar el mito, el tabú, la heteronormalidad y la genitalización. Estas murcianas organizaban talleres para reflexionar sobre la pornografía desde un posicionamiento feminista, aceptando a cualquier clase de cuerpo, y sin complejos para grabar en vídeo todo tipo de deseo sexual, sin categorías ni limitaciones y con mucho sentido del humor.
 
Como veis, no es exactamente porno para mujeres, pues bajo esa etiqueta se suele encontrar un cine con música romántica, coitos suaves y cariñosos y estas chicas huían precisamente de las etiquetas. Pero no son las únicas mujeres dispuestas a hacer porno. Hay dos nombres fundamentales: Sandra V y Bibian Norai. Ellas se han propuesto hacer un porno más complejo, erotizar el cerebro y que la gente se masturbe incluso antes del desnudo.
 
En la misma onda vanguardista se mueve Sonia Gómez y sus proyectos de experiencias con desconocidos. Consisten en performances en las que el cliente solicita qué experiencia desea tener y ella y sus ayudantes se presentan con todos los artilugios necesarios (vestimentas, proyecciones, recitales etc…) Son espectáculos ligeramente inspirados en el bondage, la disciplina, la dominación y la sumisión. Más información en www.soniagomez.com
 
En general son experimentos aislados, muy lejos del sota, caballo y rey, tónica habitual del cine, la publicidad y la cultura popular, pero en dirección equivocada, creo. Vivimos bajo el reinado del sufijo -basura. Y parece un panorama inofensivo, por ser algo personal e íntimo, pero si lo asociamos con aquello que dijo Mao tras hacer el amor a la sombra de un ciruelo (“si todos estuviéramos satisfechos en el sexo, el mundo sería mucho mejor”) entonces ya nos da bastante que pensar.
 

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