Nada une tanto como la muerte o el miedo a morir. Eso explica el auge y popularidad de todas las religiones del mundo, desde el comienzo de la Historia. Pero a veces se nos olvida y tiene que venir la realidad a recordárnoslo. Es lo que nos está ocurriendo ahora. El coronavirus nos ha puesto en jaque y la primera reacción llamativa ha sido la de unirnos para aplaudir en los balcones, un hecho extraordinariamente emotivo que nos define como sociedad. Pero, ¿qué quedará de ese gesto cuando la pesadilla acabe? ¿Olvidaremos pronto ese terremoto de solidaridad y compromiso que sentimos cuando tenemos al enemigo cerca? Y lo más importante de todo: ¿servirá esta dramática experiencia para hacernos mejores, a todos los niveles? Para comprobarlo, sin duda, tendremos que esperar, pero sería saludable que reflexionáramos sobre qué podemos sacar en claro de esta grave situación.
Hoy hubiera sido su cumpleaños y dan ganas de celebrarlo. Si pudiera opinar no tendría duda: “Comed y bebed por mí, ¡y que no se os olvide poner la música!”. Esa era su filosofía: vivir, gozar y compartir. Y si era con música, mucho mejor.
Nunca olvidaré el día que lo conocí. Fue de casualidad en la calle Muñices. Yo iba con su hija, que estaba conociendo por entonces. Lo que más me sorprendió fue su timbre de voz, grave y elegante. Muy acorde con su cultura general. Bien pudo ser un excelente locutor de radio. Tenía madera y actitud. Le gustaba la actualidad. Si te lo cruzabas por la mañana en la calle, siempre iba con el periódico en la mano. Le interesaba su ciudad y su mundo. Sobre todo, su agenda. Qué enfados cogía cuando se presentaba a un acto anunciado en prensa y el conserje le decía: “Perdone, pero eso fue ayer”. “¿Es que la agenda se la encargan a un becario?”, se reía entre bromas. “¡Si es lo más importante del periódico, el plan para hoy!”. Porque no se perdía una: un concierto de música barroca, una conferencia de economía o una feria de muestras. Le gustaba absolutamente todo. No habrá nadie en Córdoba que haya asistido a más eventos que él. Era un verdadero cordobita.
Vayan dos cosas por delante. Una: soy fan de Loquillo desde 1989, tengo todos sus discos y he acudido a todos los conciertos que he podido desde 1995. Y dos: Loquillo tiene posiblemente la mejor banda de rock de este país (algo que no es nada nuevo, porque siempre la ha tenido. La tuvo en la fase inicial con Simón, Vila, Ricard… y la tuvo después cuando vinieron los cambios: Sopeña, Illa, Pegenaute, Stinus, Guille Martín, Gómez-Palma…) Insisto: tiene un equipo de Champions y es una gozada ver su espectáculo. Pero ocurre algo que me preocupa…
Basta pensarlo un momento para darnos cuenta: somos fruto de la casualidad. Nuestra vida no es sino el resultado de infinitas y sucesivas casualidades, la de los seres vivos que sobrevivieron y fueron transmitiendo su legado hasta llegar a nosotros. En el camino quedó la mayoría, también víctima de la casualidad, esta vez desafortunada.
La distinción reconoce la función social del programa presentado por Toñi Moreno la noche de los jueves en Canal Sur TV.
Gente Maravillosa continúa cosechando premios. En esta ocasión ha logrado el Premio Al-Andalus 2017 en la categoría de Solidaridad, por su compromiso ético contra las injusticias sociales como la homofobia, la xenofobia, el machismo o el maltrato animal, asuntos sobre los que el programa trata de concienciar cada semana con un formato novedoso: con cámaras ocultas, recreando con actores situaciones de la vida real. El programa busca así encontrar, reconocer y gratificar a los ciudadanos que actúan cuando presencian cualquier tipo de injusticia.
1. ¿Quién ha ganado el 1-O? Nadie. La consulta no ha sido más que una performance. Un espectáculo donde los actores han vuelto a representar sus enconadas posturas. Ni había garantías legales para el referéndum ni se ha desarrollado con transparencia. ¿Qué validez tiene una consulta donde no había censos y donde quien ha querido ha votado 4 veces? La jornada del 1-O no ha servido más que para distanciar a unos catalanes de otros y para cuestionar el Estado de derecho. ¿Estamos protegidos los ciudadanos que cumplimos escrupulosamente la ley de quienes deliberadamente la incumplen?
Está claro que este no es el verano de Enrique Iglesias. No solo por los abucheos que viene recibiendo en sus conciertos sino porque Luis Fonsi ha logrado robarle el trono que un día también fue de Georgie Dann. No hay duda alguna de que la canción de este verano es ‘Despacito’. Y sí, sabemos que ya la has aborrecido pero dale una oportunidad a estas versiones que arrasan en la red y que están a punto de convertir la versión original en su propia parodia.
En 2007 una llamada telefónica partía en dos a una de las grandes bandas de rock español de todos los tiempos. Loquillo se deshacía de Trogloditas después de 25 años en primera línea. Una trayectoria con grandes altibajos pero que había conseguido lo más difícil: inmiscuirse en la memoria sentimental de varias generaciones. Después supimos que el destino tenía preparado para el cantante un nuevo paseo por la gloria, que comenzó tras la publicación de uno de sus mejores discos, Balmoral, y que aún continúa. La gran incógnita quedaba, sin embargo, del lado de la marca Trogloditas. ¿Sería capaz Simón Ramírez de continuar la leyenda? De momento, los dos intentos (Trogloditas en 2014 y Fuerte, flojo… y en directo en 2016) van en la buena dirección. De esos dos discos, de su trayectoria personal y de su experiencia en Loquillo y Trogloditas hablamos largo y tendido con un mito de las cuatro cuerdas: Simón Ramírez.
Nunca he tenido un trabajo tan emocionante. Es verdad que no me puedo quejar: casi todos han sido interesantes y entretenidos, algunos incluso muy divertidos, pero jamás hubo ese derroche de emociones como en el proyecto actual. No es frecuente en televisión ver llorar a tus compañeros operadores, editores, redactores… Como un cirujano en su sala de operaciones, el profesional de la televisión se inmuniza ante el material con el que trabaja, sobre todo si ha pasado por la gran escuela de los programas informativos, donde un día ves a niños descalzos en un asentamiento chabolista y otro a una familia entera entre los amasijos de un coche destrozado. En Gente maravillosa noche, sin embargo, te quedas sin defensas porque se impone la más absoluta e incuestionable verdad, la de la gente.