Comparto la entrevista de Javier Ruibal a su paso por A por todas, de 8 Andalucía, el pasado 19 de diciembre, donde nos habló no solo de su último disco, «Quédate conmigo», sino de su trayectoria, de Cádiz y de algunos temas de actualidad. Espero que sea de vuestro interés.
Un profesor de la Universidad de Málaga, Francisco López Castro, se arranca por soleá para protestar contra la Ley Wert, y lo hace interrumpiendo la solemnidad de una acto de graduación de la facultad de Psicopedagogía. A eso lo llamo yo quejarse con ELEGANCIA.
«La idea de esta canción me la dio mi amiga Macarena, pianista y mujer sensible. Debía de estar tocada del corazón, allá por el año 2000 cuando la conocí. No se le conocían ni novios ni romances, a pesar de lo guapa y encantadora que era y es. Un día me dijo: “¿Por qué no escribes una canción que se llame El cartel de no molestar”? Me pareció una súper buena idea y me puse a ello.
Cuando terminé la canción se la enseñé, muy orgulloso. Trataba sobre una pareja que se entrega a la pasión clandestina en una habitación de hotel, con el cartelito colgando en la puerta para que no les molestaran.
“No me refería a poner el cartel en la puerta de la habitación, sino en el corazón”, me dijo Maca.
Y rehice la canción y quedó mucho mejor. Ahora ella tiene un novio y un hijo y yo tengo el cartel, ja, ja…»
Así hablaba Carlos de France de una de las canciones de su obra Debe ser esto la felicidad, en nuestra última entrevista. Ahora, aquí, el vídeo de esa canción. Una auténtica delicia. Espero que la disfruten tanto como yo.
No dudo en absoluto de una frase que leí hace algunos meses: «Una sola canción de Brel, de Jacques Brel, puede ser mil veces más contundente que un concierto entero de Iron Maiden». Y es que con el tiempo la palabra contudencia va adquiriendo un distinto matiz. Al principio se toma por la fuerza de su impacto inmediato. A cierta edad, en cambio, uno aprecia y valora que la huella o el pellizco permanezcan, que se impregnen en tu ánimo o incluso -esto se agradece- en tu forma de ser.
La tarde que conocí a Emiliano Domínguez «Zapata», hace ya algunos años, quedé impresionado, sobre todo, por el timbre de su voz. Era un chico de mi edad, rondando los 25, pero con un torrente de voz que si uno cerraba los ojos mientras él cantaba podía imaginarse sobre el escenario, perfectamente, a un señor maduro, con cierto parecido incluso al gran Alberto Cortez. Su voz era grave, sólida y precisa. Todo sonaba como debería sonar tras 20 años de carrera. Ocurría en cambio en un joven que ni siquiera tenía un disco a sus espaldas. Por entonces tocaba el piano en La Carbonería y vivía en el altillo junto al histórico Paco Lira. Entre las mismas paredes, curiosamente, donde cuarenta años antes, su padre, el maestro José Domínguez «El Cabrero», comenzaba una carrera que no precisa explicación, porque lo de El Cabrero es un mundo aparte, muy por encima, por supuesto, del flamenco institución.
Aquella grabación con Emiliano, decía, me despertó una inaudita curiosidad: ¿qué haría con esa voz un chico que apenas empezaba en esto que llamamos arte? Mucho tiempo después tengo, por fortuna, su respuesta entre mis manos. Se llama Poesía en resistencia y es una cuidada selección de textos de poetas imprescindibles y necesarios, más si cabe ahora que andamos en franca decadencia: Cernuda, Alberti, Machado, Hernández y Benedetti. Cuenta Emiliano que llevaba años preparándolo, escogiendo poemas y aprendiendo a ponerles música (mientras otros hacían lo que ya sabemos), y ha llegado ahora, precisamente ahora, cuando estamos huérfanos de gente limpia en la que poder confiar. Por eso se agradece que haya puesto su voz, su magnífica voz, en pos del mensaje claro y útil: «Caravanas de tristeza», «Remordimiento en traje de noche», «Las palabras», «La guerra, madre», «A Neruda, con Chile en el corazón», «Miserias»… Porque quién no se estremece ahora (precisamente ahora que nos quedamos sin casas, sin sueños y sin tierra) con estos versos del sevillano universal: «Y en todas partes he visto / gentes que danzan o juegan, / cuando pueden, y laboran / sus cuatro palmos de tierra. / Nunca, si llegan a un sitio / preguntan a dónde llegan. / Cuando caminan, cabalgan / a lomos de mula vieja, / y no conocen la prisa / ni aun en días de fiesta. / Donde hay vino, beben vino; / donde no hay vino, agua fresca. / Son buenas gentes que viven, / laboran, pasan y sueñan, / y en un día como tantos, / descansan bajo la tierra.»
Porque a eso llamamos algunos contudencia y estilo. Principios. Porque con esa voz y esa madera, ya les digo, había que empezar a lo grande. Celebrando tener con nosotros a uno de los nuestros. Y espero que por mucho tiempo.
Llevo años enamorado de O Sister! No voy a detenerme mucho en los motivos, pero posiblemente sea el grupo con más clase de toda la escena nacional. Entre sus méritos, retomar, revivir y actualizar un género que, aunque nunca murió, sí quedó marginado a un puñado de melómanos exquisitos. Algo que el gran público debe, sin duda, agradecerles. Y más en estos tiempos de hastío y depresión.
Ahora -y tras sacar a la venta su segundo disco «Shout, Sister!»- quieren presentarnos la consecución de unos de los retos «más emocionantes, ilusionantes y gratificantes» de toda su carrera: completar y grabar una canción inacabada de las legendarias The Boswell Sister, el trío de los años 20 y 30 que les sirvió de inspiración en sus comienzos musicales.
El tema se llama «You-dle-ee-oo-de-oo» y sobre él han realizado un minidocumental que les recomiendo encarecidamente. Y, por supuesto, si tienen ocasión de verles en directo, no lo duden. Se acordarán de mí.
Próximos conciertos:
-14 de marzo, Teatro Góngora. Córdoba.
-22 y 23 de marzo, Sala Clamores. Madrid.
Un día de estos nos descuidamos y Carlos de France compondrá la canción perfecta. Desde luego, va camino de ello. Sin hacer ruido, pero con un trabajo minucioso y artesanal. Escribiendo y puliendo canciones hasta que logran su punto óptimo de maduración, que es cuando las graba y las ofrece a un público al que respeta tanto como su público le respeta a él. Solo los que conocen su música y han asistido alguna vez a un concierto suyo sabrán bien de lo que hablo. Y es que el Arte tiene esas cosas: Unos hacen el mérito y otros se llevan la fama.
Perdemos demasiado tiempo (y dinero) en asuntos que no tienen la más mínima importancia. Los medios de comunicación, sobre todo por aquí, están plagados de temas sin trascendencia social. Basta con ojear un par de periódicos o de informativos para darse cuenta de ello. La educación, en cambio, ocupa nuestra atención solo cuando se convierte en disputa política, reforma tras reforma, o cuando se publican los informes PISA.
El trabajo del fotógrafo inglés Julian Germain es, sin embargo, admirable. Lleva desde 2004 retratando la educación, tema capital que define a unos países y otros. Vean, si no, algunas de las fotografías que ha tomado en muy diferentes lugares y hagan sus propias reflexiones. ¿No les parece verdad, de nuevo, aquello de que una imagen vale más que mil palabras? Viendo cada una de estas fotografías, puede uno imaginarse el futuro. Fíjense en todos los detalles. Los alumnos de Rusia, por ejemplo, solo visten de Prada y Gucci. En el aula de La Habana no faltan los retratos de Fidel y «El Che» (por cierto, Cuba es el único país con el 100% de escolarización). En Taiwán, los niños almuerzan en la clase y tienen derecho a media hora de siesta antes de continuar. En Etiopía, a pesar de las múltiples dificultades, el profesor es muy respetado. En la clase de Inglaterra, el único niño que no lleva uniforme es el hijo de un payaso que lo va llevando a la escuela por los países donde instala el circo en el que trabaja. Pero, sobre todo, no se pierdan las miradas.
Una de las máximas que he procurado no violar nunca es la de no soltar una palabra fea de alguien que alguna vez fue amigo. Es inevitable que la vida te lleve por caminos insospechados y que personas que estuvieron cerca, por voluntad o circunstancias, dejen de estarlo y surja un sentimiento incluso de agravio, que alguno de los dos se sienta decepcionado o traicionado. Pero es entonces cuando creo ha de florecer la compostura, el código personal de buenas conductas. Habitualmente ni se eligen los comienzos ni se eligen los finales. Aceptarlo tal cual puede ayudarte mucho a sortear los innumerables obstáculos de la existencia.
Galisteo siempre en vanduardia. Acaba de darle nueva imagen a su web y desde aquí, como siempre, recomendamos su trabajo.
Realizador, fotógrafo y operador de cámara con base en Sevilla, trabaja rodeado de cámaras desde principios de los noventa. Se especializó en dirección de actores, realización, guión, iluminación y operación con cámaras de cine, entre otras disciplinas audiovisuales. Tras sus inicios en televisión local; con tan sólo dieciséis años, comenzó a destacar en el panorama internacional. Como operador de cámara ha trabajado en más de treinta países de cuatro continentes, retratando la realidad de las zonas más desfavorecidas del planeta, y realizando documentales para televisión en países como: Sri Lanka, Senegal, Palestina, Marruecos, El Salvador, Bolivia, Uganda, Haití y un largo etcétera.
Asland siempre fue ese monstruo que había cerca de casa, en Fátima. Una cementera que escupía polvo sin parar y que tenía bien entretenidas a las asociaciones del barrio. Qué lucha. Hasta que un día, unos chavales con mucho talento e inquietudes deciden ponerle a su grupo el nombre de la fábrica que vigilaba al parque donde ensayaban, en Chinales. Ya me hubiera gustado, alguna vez, encontrármelos allí con las guitarras y las cajas.
Pero los conocí ya encima de un escenario. Nada menos que en la Corredera, con la plaza rebosante y la peña pidiéndoles un bis tras otro. Menudo aprieto responder a un bis cuando aún no has sacado ni siquiera un disco. No recordaba nada parecido desde la noche en que actuó en el mismísimo lugar el gran Jairo de Muchachito Bombo Infierno. Apoteósico.
El caso es que nada más verlos en directo propuse llevarlos al programa en el que trabaja por entonces, «1001 Noches«, la que sería, si no recuerdo mal, su primera aparición gorda en televisión. Desde entonces hasta ahora los sigo con interés sobre todo por el buen rollo que desprenden. Son unos tipos de su época, de nuestra época (tan interesante y tan jodida a la vez), y recogen muy bien el sentir de la calle y esa inquietud tan injustamente silenciada por el mainstream y el show business. Desde luego, si no los conoces, búscate para empezar «El mundo está fatal de los nervios», un disco imprescindible si lo tuyo es la energía y el feeling optimista. Pero por fortuna tienen más. Ahora vuelven con «Lo bueno» (2012), del que ya conocemos este magnífico videoclip: «Sin duda«.