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‘Biografía autorizada’: Breve historia sentimental del rock

Publicado el 04 diciembre 2015 por manuguerrero



portada bio tum

Podría decirse perfectamente que Biografía autorizada es un libro-disco. Con una particularidad: el disco no viene físicamente incluido. Es una banda sonora que el lector escucha conforme avanza en la historia de Carlos J., una estrella del rock dispuesta a componer su disco más autobiográfico. Porque la novela rezuma, sobre todo, música, aunque por supuesto mucho más. Música y Modernidad en la España (Córdoba, Sevilla y Madrid principalmente) de los años 80, aquella que, en efecto, vivió la explosión creativa de una gente machacada culturalmente por el antiguo régimen.

Una novela que rinde tributo a los grandes grupos de rock (Joy Division, The Cure, Gabinete Caligari, 091, Héroes del Silencio…), al cine (El Padrino, Uno de los nuestros…) y a las series de televisión (House of cards, The Walking dead…) a la vez que reivindica el papel capital que juega la cultura en la educación intelectual y sentimental de la persona.

-Salvador, Biografía autorizada ¿es una novela de ficción, el retrato de una época o un mapa sentimental?

-Es, por encima de todo, una novela. Una obra de ficción que pretende ser el retrato de varias décadas vividas y que se extiende sobre el mapa sentimental de mis propios recuerdos, que con toda probabilidad son los recuerdos de muchísima gente, que ha crecido y formado bajo la estela de la denominada “cultura popular”. Aunque se trate de la falsa biografía de una rock star, Biografía autorizada juega con los elementos comunes que han quedado grabados en la memoria colectiva, y por tanto en las biografías de varias generaciones de españoles. Aquellos que crecieron con Heidi, Marco, Matzinger Z o Verano azul, y que ahora son unos apasionados de Fargo, True Detective, House of Cards o The Walking Dead, de aquellos que grababan discos de vinilo en una casete y ahora tienen una cuenta de Spotify.

-Cuenta en primera persona las hazañas de una estrella de rock, Carlos J. y de su grupo, Almas Sin Konciencia. ¿Qué hay de biografía en esa historia principal? ¿Salvador tiene también un pasado rockero?

-Hay todo y hay nada. Le he prestado a Carlos J. mi memoria y la ha utilizado como le ha venido en gana. Carlos J. se aprovecha de eso, de la memoria que conservo, de aquel jovenzuelo espinilloso y vestido de negro que deambulaba por la Córdoba de los 80, asiduo de los bares modernos, que se pasaba las horas escuchando Radio 3 con un dedo apoyado en el Rec del radiocasete. Aquel jovenzuelo que formó parte de un grupo, que adoraba el local de ensayo, y que se emocionaba componiendo canciones muy tristes y siniestras, y que soñaba con ser un Jaime Urrutia, un Eduardo Benavente o un Ian Curtis, ya puestos.

-¿Es tu novela más personal?

-Indiscutiblemente, ya que Carlos J. abusa con frecuencia del “préstamo” y vampiriza mis recuerdos. Aún así, debo de reconocer que ha sido muy emocionante recuperar mi infancia, la influencia de mis hermanos mayores, a los que dedico esta novela, a mis amigos, a mis compañeros de viaje, vivencias y situaciones que han marcado mi personalidad. Sí, es mi novela más personal, y también es la novela en la que mejor me lo he pasado, he disfrutado mucho, muchísimo. Emocionante y muy placentero.

-¿La novela te ha servido también para rendir cuentas con tu pasado, con tus amigos y, sobre todo, con tus ídolos musicales y cinematográficos?

-Para rendir cuentas, nunca. Para homenajear y recuperar a mis ídolos y mis amigos, seguro. Siempre he tenido muy claro que acabaría escribiendo una novela “musical”. Como sincero homenaje, pero también por situar a la música contemporánea en el lugar que se merece, ya que no cuenta con soportes narrativos, tal y como ocurre en el mundo anglosajón, a pesar de ser una referencia cultural esencial de varias generaciones de españoles. Biografía autorizada está escrita desde la admiración y la emoción.

-¿Qué tal se ha portado tu memoria, te ha venido fluida, al ritmo que la necesitabas?

-Siempre he presumido de tener buena memoria, y lo cierto es que la tengo, o tengo más de la que creía. En esta novela he hecho un experimento: nunca he utilizado Google o cualquier otro elemento, no he acudido a ninguna hemeroteca o enciclopedia. Por eso hay algunos errores en la novela, de fechas, de nombres, de títulos. Como es lógico, mi memoria no es infalible. Pero es que necesitaba que Carlos J. y sus vivencias fueran veraces, creíbles, y nadie posee una memoria exacta, que lo recuerde todo. Solo los ordenadores tienen disco duro.

-La novela tiene la particularidad -no sé si es la primera vez que se hace- de contar la Movida pero no desde Madrid, sino desde la periferia, concretamente desde Córdoba. ¿Cómo se vivió la modernidad en ciudades como Córdoba?

Es una de las grandes intenciones de la novela, contar y reclamar que la Movida no fue un hecho puntual de Madrid, Barcelona o Vigo, que tuvo lugar en toda España, en mayor o menor medida. En todas las ciudades hubo un Varsovia, y róckers y punks, y muchos, muchos, nuevos grupos con una estética y aspiraciones similares. Y aunque los de “provincias” tardábamos más tiempo en tener entre nuestras manos los discos y fanzines del momento, contábamos con un elemento que nos equiparaba a los modernos de “capital”: la radio, Radio 3 especialmente, y también Radiocadena.

-¿Fue Córdoba complaciente con los modernos de los años 80 o, de alguna manera, los marginó?

-Como dice la canción de Love of lesbian, éramos “los raros”, así, tal cual. En esos años, lo normal es que te gustara Barón Rojo, o el rock andaluz, el sinfónico o los éxitos del momento, pero no Bauhaus o Joy División, que eran absolutamente minoritarios y muy desconocidos. España seguía estando aislada, muy lejos de todas las vanguardias, atrincherada en su ignorancia, producto de muchas décadas de “gueto” no solo político, también social y especialmente cultural. Por tanto, más que marginación, hablemos de incomprensión.

-¿Qué aportó Andalucía a ese movimiento cultural que supuso una ruptura total con el Franquismo y con el antiguo régimen?

-Andalucía no permaneció al margen, todo lo contrario, ofreció bandas y artistas de indudable calidad. Los primeros Banda Invisible, los propios 091, KGB o Tarik y la Fábrica de Colores son magníficos ejemplos. Y, por supuesto, no me puedo olvidar de Kiko Veneno y Pata Negra, que fusionando instrumentación y ritmos flamencos con el blues y el rock edificaron un monumento universal de la música que permanecerá para siempre. No me cabe duda. Y también sería conveniente recordar a la nueva generación de escritores, los García Montero, Benítez Reyes, etc. O el auge de artistas plásticos como Gordillo, Pérez Villalta… Andalucía fue muy activa en los 80 y 90, y sigue siendo muy activa en la actualidad.

-A la Andalucía de la época, la modernidad llegó a través de la radio, especialmente de Radio 3, a quien también rindes tributo en la novela, ¿verdad?

-Indiscutiblemente, la radio, Radio 3 en concreto, era el atajo que tomamos los chicos de provincias para acercarnos a la capital. Contábamos con la misma información, conocíamos el mismo tiempo los nuevos grupos. Además, y es justo reconocerlo, contaban con un elenco de grandísimos profesionales: Ordovás, Manrique, Julio Ruiz, Tena, Fernández Flores, etc. Tengo claro que la influencia de Radio 3 en el conocimiento, promoción y afianzamiento de las nuevas bandas fue indiscutible, del mismo modo que, durante las últimas décadas, han realizado y realizan una estupenda y valiosísima labor de pedagogía musical en nuestro país.

-El grupo andaluz que más veces nombras en la novela es 091. ¿Qué te parece si lo escuchamos?

-Siempre es un buen momento para escuchar a 091, una banda que yo sitúo en el podio de las últimas décadas. Estoy completamente seguro de que la extensa gira que van a celebrar durante 2016 va a conseguir que una nueva generación conozca y admire a 091. Te propongo escuchar La torre de la Vela, una canción que irradia energía.

-Se da la circunstancia que sale tu novela justo en el momento en el que 091 anuncia su vuelta a los escenarios, 20 años después, y lo hace vendiendo todas las entradas para tres conciertos consecutivos en Madrid. ¿Qué significa eso: que las modas nunca mueren, que no se hizo justicia con ese grupo madrileño o que un rockero es como un torero, que se muere con las botas puestas?

-Significa, entre otras muchas cosas, que en este país comenzamos a contar con una cultura rock y pop propia, y dejamos de contemplarla como una expresión meramente juvenil. Y eso se consigue cumpliendo años al mismo tiempo que nuestros artistas favoritos y manteniendo viva la llama de la inquietud, de la curiosidad. Hasta hace muy poco, al carecer de esta cultura, veíamos “raros” a los roqueros de mayor edad. Es más, contemplábamos desde la extrañeza que a alguien de 60 años le gustaran los mismos grupos que a uno de 20. La música genera en nuestro interior emociones muy fuertes, independientemente de la edad que contemos.

-Hay un momento en la novela en la que el protagonista, Carlos J. dice: “Los amantes del rock, los roqueros, contamos con una mente más libre, más amplia, con menos ataduras” ¿Por qué?

-Por esa inquietud que antes comentaba. Hay melómanos románticos que se refugian en su nostalgia, pero tengo la impresión que somos más lo que estamos pendientes de las nuevas propuestas, que estamos interesados en lo nuevo. Ese abrazo con la contemporaneidad es un permanente ejercicio de reciclaje, de estar en “buena forma” musical. Y dejarte abrazar por la expresiones culturales, en cierto modo, es un ejercicio de libertad, de conexión con el tiempo que te ha tocado vivir.

-Sin embargo, el protagonista principal, una verdadera estrella del rock se pasa media vida tumbado en un diván. ¿Ha sido un recurso literario o te consta que sea frecuente que grandes ídolos de masas, que se ponen delante de 60.000 personas, luego necesiten el apoyo para superar sus miedos?

-Recuerdo el caso de un portero, que fichó por un gran equipo y que vomitaba y padecía cuadros de ansiedad cada vez que su entrenador lo colocaba en el equipo titular. El miedo escénico es una realidad, existe, y todos lo padecemos en mayor o menor medida. La estrella, y no me refiero exclusivamente al mundo musical, es el que consigue domesticar ese miedo y convertirlo en un aliado. Es algo que admiramos de la estrella, ese algo que lo distingue de nosotros mismos, que nos creemos incapaces de superarlo y de hacer lo que esa estrella hace. Y seguramente, muchas de las estrellas que admiramos cuentan con su propio “truco” para superar ese miedo.

-Durante toda la novela aparece un personaje público paralelo al personaje principal. Nos referimos a Bunbury -y sus Héroes del Silencio-. ¿Por qué tanto protagonismo?

-Ha sido una pirueta literaria. Por un lado, el lector cuenta con una imagen real del tipo de músico que estamos hablando y, por otro, me divertía ese juego, esas coincidencias que llegan a convertirse en una obsesión para Carlos J. Tengamos en cuenta, además, que tanto los Héroes como el propio Bunbury son nombres muy destacados de las escena musical española de los últimos 30 años.

 

-El propio Bunbury ha recomendado tu novela en su propio Twitter. ¿Sabes si ya se la ha leído?

-Sinceramente, no sé si la ha leído. En cualquier caso, le agradezco de nuevo la recomendación, ya que se trata de un artista muy influyente, que cuenta con millones de seguidores en sus redes sociales. Reconozco que me sentí abrumado y muy honrado, porque sinceramente no me lo esperaba.

-Quien sí se la ha leído y bendecido es, nada menos, que Diego Manrique, quizás el periodista musical más influyente que tenemos en este país, que viene a decir que la tuya es la gran novela sobre la historia del pop de los últimos 35 años.

-Fue una auténtica sorpresa, muy agradable, ya que Diego Manrique es uno de los periodistas más reconocidos de la prensa española. He escuchado sus programas durante miles de horas y he seguido con frecuencia sus recomendaciones. Valoro, además, muy especialmente la opinión de Manrique, ya que se caracteriza por no “casarse” con nadie y expresarse con absoluta libertad.

-Una cosa que llama la atención sobre esta novela es que, a pesar de meterse de lleno en el mundo del rock, apenas hay espacio para las drogas y el sexo. ¿Por qué? ¿Crees que esa combinación es más un mito, o es que en Andalucía la movida fue más light que en otras ciudades?

-No creo que sea un mito. De hecho, no es un mito, como tampoco creo que en Andalucía fuera más light. La leyenda del rock tiene mucho de eso, de leyenda, pero también está cimentada sobre comportamientos reales y concretos. Como casi siempre suele suceder, busquemos la verdad en el término medio. Carlos J. es un tipo extraño, es una rock star un tanto especial, que rehúye de la leyenda por sus propios miedos, por su propia seguridad.

Sí hay en cambio hueco para el retrato social. Hay un momento en el que dices:

Ahora los jóvenes están interesados, sobre todo, en sobrevivir, en no ser devorados por esta mierda de crisis en la que estamos metidos. Los jóvenes tienen la sensación de que hemos llegado a este punto por la incompetencia de los mayores, que les hemos construido un mundo de mierda que se apoya sobre unas instituciones de mierda. Es lógico que tengan esa sensación los más jóvenes, les hemos dejado un mundo de mierda. De auténtica mierda”.

-¿Qué diferencia a esta juventud de hoy de la que tú viviste? ¿Crees que la juventud actual está vencida por la situación, es decir, piensa aquello del NO FUTURE de la época punk?

-No me gusta tratar a ningún sector poblacional desde una perspectiva global, ya que siempre nos encontramos con grupos o colectivos que son tremendamente heterogéneos. No creo que todos los jóvenes sean unos ni-nis, ni que se hayan dado por vencidos ni que carezcan de valores. De hecho, en la actualidad nos encontramos que los jóvenes copan masivamente las ONG, las organizaciones de participación juvenil y que siguen siendo los primeros en salir a la calle a reclamar lo que consideran justo. Hace poco, una fotografía me llamó especialmente la atención, tomada en la macro manifestación contra la violencia de género y en defensa de la igualdad, en la que aparecían miles de jóvenes. Hay motivos para la esperanza y la ilusión.

-Más adelante el protagonista de la novela se moja políticamente y dice:

En el año 2003 me invitaron a una cena privada con Zapatero, estaban montando lo que luego se ha conocido como clan de la ceja. Decliné la invitación, excusé motivos de agenda, creo recordar. Muchos de los que apoyaron a Zapatero ahora reniegan de él y de su partido, y apoyan a Podemos o Izquierda Unida. A mí me sigue gustando Zapatero, a pesar de las barbaridades que se han dicho sobre él, creo que ha sido el único presidente de izquierdas, con políticas de izquierdas, que ha tenido este país. A este paso, no me cabe duda de que cada día lo echaremos más de menos”.

-¿Crees que los artistas deben implicarse de una forma tan clara?

-Creo que los artistas, de un modo u otro, cuentan el tiempo que les toca vivir. Y esa percepción puede realizarse a través de la sumisión, la defensa o la denuncia de lo que contemplan. Es una opción personal, en cualquier caso, que no debe ni restar ni sumar en la valoración artística de su obra.

-¿Ves en los artistas jóvenes de ahora esa inquietud de comprometerse y cambiar las cosas o eso también ha cambiado?

-No existe un canon unitario o global que defina a los jóvenes creadores. Si colocamos la lupa sobre la música, en los últimos trabajos de Vetusta Morla o de Quique González encuentras mensajes muy potentes, desde un punto de vista político. Y en Literatura hay multitud de ejemplos que avalan ese compromiso social, esa denuncia a través de un retrato de la realidad actual.

-¿Qué se juega la cultura este 20 de diciembre?

-Se juega mucho, más de lo que imaginamos. La verdadera Marca España ha de ser nuestra cultura, desde un punto de vista patrimonial, que es inmensa, siglos y siglos de fecunda producción, pero también situando, referenciando, a nuestros creadores en activo. El próximo Gobierno debe empeñarse en convertir la Cultura en un elemento familiar, de habitual consumo, de la ciudadanía. Porque la Cultura crea sociedad, la hace más sabia, más libre, más inclusiva, ya que la Cultura es un elemento aglutinador, une, no separa ni distingue.

-¿La cultura popular es, mayoritariamente y por naturaleza, de izquierdas?

-No creo en los tópicos, prefiero acudir a la certeza. En este país, tradicionalmente, la gente de la cultura ha sido de izquierdas, o también puede que haya sucedido que el intelectual de izquierdas no haya tenido problemas en alzar la voz, que no es exactamente lo mismo. En cualquier caso, la cultura es un elemento muy relacionado con la libertad, con su defensa a ultranza. La cultura es permisiva, abierta, inclusiva, para nada excluyente. También ideológicamente.

-No me gustaría terminar esta conversación sin proponerte un listado de artistas para que los describas como quieras, ya no desde la óptica de Carlos J. sino de Salvador Gutiérrez Solís:

Jaime Urrutia: Un Sinatra chulapón y torero. Elemento fundamental de la historia musical de nuestro país.

Andrés Calamaro: Alta Suciedad, Honestidad Brutal y algunos temas de El salmón forman parte de los episodios dorados del rock en español. Musicalmente es la perfecta transición entre la Movida y el rock actual.

Enrique Bunbury: Sin lugar a dudas, la mayor rock star que ha dado la música española.

Loquillo: La rock star por excelencia de la Movida. Me interesa mucho más conceptualmente que musicalmente.

José Antonio García ‘Pitos’ (091): La voz de una de las mejores bandas de la historia musical de nuestro país. Además de la fijación de Carlos J. en ‘Biografía autorizada’.

José Ignacio Lapido (091): El compositor y guitarrista de una de las mejores bandas de la historia musical de nuestro país.

Leiva: Un Caballo de Troya del Rock. Parece que solo es un creador de hits para adolescentes, pero sus canciones destilan homenajes a los más grandes de la historia del Rock.

Juan Antonio Castillo ‘Patuchas’: Un genio incomprendido del que disfrutamos muy poco tiempo. Tengo la impresión de que la evolución y los años lo habrían convertido en un gran protagonista de la música española.

Coque Malla: En el mundo anglosajón sería una grandísima estrella, para mí lo es, indiscutiblemente. Uno de los tipos más coherentes y lúcidos de la escena musical española.

-Muchas gracias, Salvador. Ha sido un placer esta conversación. ¿Qué te parece si terminamos con música? Pincha la que quieras…

-¿Tiramos de un clásico? El Suspicious minds de Elvis, una canción maravillosamente atemporal.





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