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B. Toscano: «La tv comercial no debe ni puede tener paciencia»

Publicado el 05 octubre 2015 por manuguerrero


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Podría decirse de Baldomero Toscano que es un perfecto bartleby. Un tipo que, teniéndolo todo para triunfar en literatura, no se ha decidido a escribir. Tiene una mente brillante y sagaz, una mirada original y el don de saber juntar las letras con ingenio y maestría. Además es del sur, de la Huelva que pega al Atlántico, la que mira al mundo a sabiendas de que hasta la identidad más diferenciada debe ser volátil para no acabar fosilizada. Pero al igual que dijo no a las letras, tampoco se entregó al cine, que hubiera celebrado su habilidad para narrar con ritmo y emoción. De modo que Baldomero acabó confiando sus dotes de juglar al arte más fugaz de la industria del ocio: la televisión. A lo largo de su carrera ha pasado por Informe Semanal, los arranques de Canal Sur, la fundación de Canal 2 Andalucía (de la que se siente muy orgulloso) y desde 2009 es director de producción de programas de Mediaset, donde decide qué contenidos llegan a millones de personas a través de Telecinco.

De haberse dedicado a la literatura o al cine hubiera tenido éxito, seguramente mucho éxito, pero no hubiera generado la riqueza que le acompaña desde que llegó al canal de televisión más comercial de este país. De cada una de sus decisiones dependen millones de euros y cientos de puestos de trabajo. La clave está, dice, en haber entendido y aceptado que no es función de la televisión educar sino entretener.

-Buenas noches, Baldomero. Quiero que se sienta a gusto. Elija, por favor, un trago y una música para acompañar esta conversación…

-Un trago es aún pronto; música ya está sonando. El primer álbum de un grupo norteamericano que me interesa: The Deslondes. Aromas a Nueva Orleans y rock sureño.

-¿Qué tal le ha ido el día?

-No ha sido de los peores. Acabo la semana y estoy respondiendo a este cuestionario rumbo Sur. Y respecto al trabajo ha sido una semana digamos estándar. Con alguna alegría y algunos retos pendientes.

-¿Es tan estresante, como parece desde fuera, la vida de un directivo de televisión?

-Lo es pero quizás haya algo de mitología al respecto. Supongo que tan estresante como la de otras profesiones que exigen atención máxima, que se mueven en busca de resultados más o menos inmediatos, que también están al borde tensionado de los datos y que, con total seguridad, son más importantes para el ciudadano. Pero sí, es un trabajo expuesto. Enseguida se te ven las costuras, los defectos o los éxitos. Tiene esa trascendencia algo sobrevalorada de trabajar cara al público. Y le confieso algo: llega a gustar ese estrés. Llega a alimentarte.

-¿Condicionan sus mañanas las audiencias del día anterior?

-Son las audiencias las  que me despiertan. No  me cortan la leche del café pero sí hay días que sabe más amargo. Hay mucho esfuerzo, mucho empeño, mucha labor, muchas esperanzas, muchas personas implicadas y también, en ocasiones, bastante dinero detrás de un éxito o un fracaso. Me preocupa bastante más todo esto último que el dato en sí. Sus consecuencias, su correspondencia, su eco. El dato traduce muchas cosas. Esconde y muestra mucho. Así  hay que leerlos. En esas claves.

-Últimamente en Telecinco los datos os sonríen: Gran Hermano, La Voz, Sálvame, los informativos… Líder casi todos los días y prácticamente en cualquier franja. ¿Cómo explicar un éxito tan abrumador?

-Saber conectar con los gustos, preferencias y deseos de los espectadores. E intentar que nos sean fieles. Que estén y que regresen pronto si por equivocación se escapan. Aunque el espectador es la especie que menos se equivoca. Les tengo un respeto tremendo. Siempre se lo he tenido. Me decía el director José Luis Borau: “El espectador más tonto de una sala de cine es siempre más listo que tú”. De eso hace más de 30 años y le creí a pie juntillas. Es el implacable juez de tu trabajo. Es quien te da y quien te quita. Esa es la ley. Hay que ponerse en su piel para hacer un buen trabajo, por respeto y por eficacia.

-No obstante, la retirada más significativa de este arranque de temporada ha sido la de Cámbiame Premium. ¿No ha sido demasiado prematura? ¿En qué momento se decide finiquitar un programa y qué variables se valoran?

-A los programas los sentencia el público. Se cree que somos los ejecutivos, pero no. Son los espectadores los que suben o bajan el pulgar. Se decide retirar un producto por muchas circunstancias. No voy a enumerarlas todas, son de tipología muy variada, pero en este caso ha sido porque no ha respondido a las expectativas de los espectadores ni a las de la cadena. La variable no es sólo el share. Son a veces otras: target comercial, funcionalidad dentro del conjunto de una parrilla, relación coste resultado… Y un probable largo etcétera. Pero en el caso concreto de Cámbiame Premium ha sido su tibia acogida por parte de los espectadores. Y también ciertas dudas razonables sobre su capacidad de poder ajustar el formato a las demandas del público. La televisión comercial ni debe ni puede tener paciencia. Sobre todo en el prime time. En otras franjas puedes actuar con algo menos de presión o no tan inmediata pero ahí no. Esa es la parte dura del partido, ahí si acumulas tarjetas te sacan del campo.

-Supongo que la dinámica ensayo y error será importante, pero cuando una cadena con una exigencia tan alta apenas cancela proyectos en marcha es porque controla bien algunas de las claves de su mercado. ¿Cómo nos describiría al telespectador medio español o, si lo prefiere, al consumidor de Telecinco?

-Sería inapropiado y atrevido por mi parte intentar describirlo. Existen públicos para muchas ofertas. Hoy día la oferta televisiva es más amplia, variada y alternativa que nunca. No creo en el concepto de “masa” referido a los espectadores. Me parece hasta despectivo. El público son individuos. Hay individuos que te eligen y cuantos más mejor. Pero podría decir que nuestro espectador más fiel habitual es mayoritariamente mujer, entre 13 y 55 años, de clase media. Podría ser un acercamiento genérico pero bastante aproximado. Las mujeres mandan mucho en nuestro mando. Y me alegro porque muestran bastante buen criterio.

-¿Ocho años de intensa crisis han condicionado los hábitos televisivos?

-Más que los hábitos, que son esencialmente los mismos, han condicionado los costes de las parrillas. Eso es indudable. La crisis ha condicionado eso; no solo en las televisiones sino también en otros sectores.

-Nunca antes se habló tanto de política y economía en televisión, pero, sin embargo, los grandes formatos de evasión siguen alcanzando las más altas cifras de audiencia, ¿cómo explicar esa contradicción?

-No lo considero una contradicción. La política ha interesado como consecuencia de la crisis y también por ciertos y sonados escándalos de corrupción con notables políticos implicados en ellos, por la gestión inadecuada, por sus consecuencias en la vida diaria, en el bolsillo y los servicios públicos de los españoles. Si la situación económica mejora, si los ciudadanos que no tienen trabajo lo encuentran, si la gestión es la que debería ser ya verá como decae ese interés. Sinceramente considero que hemos asistido a cierta inflación de interés por la información y el debate político, social y económico por esos motivos. Y sin duda por la aparición de nuevas formaciones en el panorama, nuevos actores que han sabido alimentar, gracias precisamente a la televisión, ese interés. Pero, repito, albergo serias dudas sobre la permanencia del fenómeno si todo fuera como debiera. Y aún más tengo la sensación que el pico de interés ya ha pasado.

Respecto a los programas de entretenimiento -prefiero usar esa palabra mejor que la de evasión- son la esencia de la televisión. A esa llamada es a la que acude la persona que enciende la televisión en el 99% de los casos. Para desconectar, para evadirse, para olvidar sus problemas, para vivir otras vidas, para descubrirlas, para admirarlas o también desaprobarlas… La televisión suele tener ese componente terapéutico. Y a mí lograr eso me parece maravilloso.

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-Desde su llegada a Telecinco ¿de qué programa se siente más orgulloso? ¿cuál le ha dado mayores satisfacciones? ¿por qué?

-Hay varios y por distintos motivos. Llegar a una cadena de esta entidad me supuso un salto profesional apasionante. Voy a señalar algunos:

Gran Hermano, porque siendo la gran marca que es cada edición obliga a reinventar, a dar vueltas de tuerca en los planteamientos y al guion, a seleccionar un casting adecuado, a intentar y lograr seducir al espectador. 16 ediciones calando en el público exige trabajo y talento. El equipo que hay detrás es admirable.

La Voz y La Voz Kids. Porque es quizás el formato con más emoción y verdad que he encontrado en mi vida profesional. Y porque es una gran muestra de lo que puede conseguirse con el talento anónimo, con el lenguaje televisivo y con personajes populares, como son los coaches que intervienen. Pura magia y pura narrativa emocional.

Otros más pequeños o menos notorios también me han dado y me dan satisfacciones: Qué tiempo tan feliz, que arrancó como un especial puntual y lleva 6 años en antena con una profesional tan enorme como Maria Teresa Campos; Cámbiame, que se ha consolidado y me parece un formato novedoso, divertido, emocionante y a la vez útil; la evolución de Mujeres y Hombres y Viceversa, que logra cada día atraer al público más complicado de la televisión: los jóvenes. En fin, muchos. Incluso algunos que no funcionaron o duraron menos: Enemigos íntimos, Se enciende la noche, Hay una cosa que te quiero decir

-¿Cómo decide qué proyectos siguen en el cajón y cuáles salen a la luz? ¿es un proceso metódico, lento…? ¿decide sobre el papel o sobre un piloto? ¿suele fiarse de tu olfato?

-No existe olfato sin método. El olfato, como el músculo hay que entrenarlo. Básicamente es estar atento a formatos que están en el mercado y que consideramos que pueden ser adecuados para la tipología de nuestra cadena y las preferencias de los espectadores. Formatos que adquirimos o nos los ofrecen las productoras y que adaptamos o desarrollamos muy estrechamente con ellos. O en ocasiones encargos que hacemos basándonos en tendencias o en intuiciones contrastadas o medio intuidas. También se solicitan pilotos en ocasiones para analizar con más propiedad el potencial de una premisa, o sobre el papel. Casi siempre mezcla de método e intuición, con apoyo de instrumentos del marketing. Esa alquimia, que no es del todo ni química ni matemática. Es lo más apasionante de todo. La incubadora. Y cuando sale bien es parecido a levitar. Y cuando mal, a otra cosa. Pero la levitación dura poco. En este negocio no te da tiempo ni a disfrutar del éxito ni a digerir el fracaso. Aquí mañana es siempre. Los medios de comunicación, no sólo la televisión, son así. Son fugaces y voraces.

-Imagino que su objetivo primordial es hacer rentable la cadena. ¿Qué papel juegan los presupuestos? ¿Invertir más minimiza el riesgo o todo lo contrario?

-La televisión es una industria cara. Producir televisión competitiva lo es. Sin duda. Implica procesos más o menos complejos y equipos amplios pero no siempre invertir más o un coste más alto supone un éxito. Esa  ecuación no siempre resulta. Esto es, en ocasiones, más cuestión de talento que de dinero. Como en todo en el equilibrio está la eficiencia. Los presupuestos juegan el mismo papel que en cualquier empresa eficaz: sin disparar los costes obtener buenos resultados. En eso, y a los resultados me remito, somos un grupo absolutamente ejemplar. Una gestión admirable. Y no lo digo yo, son los números los que lo muestran. Los números son obstinados.

-¿Podría ponerme un ejemplo de algún programa de Telecinco que, hecho con un presupuesto muy ajustado, haya logrando una rentabilidad notable?

-El ejemplo más notable es Sálvame diario. Cuatro horas diarias de televisión en directo, con unos resultados de audiencia más que notables y un coste muy ajustado. De una eficacia que ya quisiera cualquier competidor. Podría señalar otros pero ese es un ejemplo espectacular de relación coste/resultado.

-En Telecinco pueden presumir de contar en plantilla con los presentadores más cotizados de este país: Pedro Piqueras, Ana Rosa Quintana, Jordi González, Teresa Campos, Mercedes Milá, Jorge Javier Vázquez… Pero hay uno que lleva haciendo programas para la cadena desde el comienzo de sus emisiones, Jesús Vázquez. ¿Es él quien mejor refleja o explica el espíritu de Telecinco? Su potencial aglutinador es apabullante. Es difícil encontrar a alguien que no le preste atención o, sencillamente, no le caiga bien… ¿Tiene un don innato?

-Tiene el don y el látigo, parafraseando a Truman Capote. A unas extraordinarias condiciones naturales Jesús suma el trabajo, la dedicación, el saber amoldarse a los formatos. Esa versatilidad es envidiable. Y sí, junto a otros, refleja nuestro espíritu como pocos. Aquí cuidamos ese patrimonio. Los presentadores lo son. Son el rostro de los productos, sus vehículos. Representan a la cadena y a su identidad. A los que dan la cara hay que mimarlos, protegerlos y cuidarlos.

-No recuerdo, además, ningún programa que presentase que gozara de lo que llamamos ‘mala prensa’… ¿Qué tal lleva usted, por cierto, trabajar en una cadena que recibe, a menudo, tan malas críticas?

-Lo llevo muy bien. Incluso me divierte. Los que me importan son los espectadores, trabajo para ellos. Nuestro consejero delegado tiene una frase magnífica: “trabajamos para el éxito no para la gloria”.  El resto suele ser ruido. Más o menos agradable pero ruido. La crítica cuando es análisis razonado, incluso siendo dura, es positiva. Pero cuando vuelcan sobre ti otras cuestiones, generalmente oscuras e interesadas, pues menos. Les ves el plumero y la pluma. A veces escriben más para ellos y para los directivos y responsables de las cadenas que para el público. Aún así lo entiendo, me parece saludable y necesario. Y en ocasiones hasta les doy la razón. Cuando no pontifican y se ponen en la piel del espectador me parecen necesarios. Lo son. Absolutamente. Eso sí creo que este mal es un mal extendido, está en la mayoría de la crítica que leo: cultural, literaria, cinematográfica… Y eso es lo más grave.

-A Telecinco la acusan de abusar de escenas soeces, banales, tóxicas… ¿El escándalo, en sí, se vende bien a pesar de acarrear esa crítica tan feroz?

-Hacemos televisión atrevida, a veces descarada u osada pero no acepto los otros adjetivos. Hacemos productos para entretener. Nos olvidamos con mucha frecuencia que la televisión u otros medios son el espejo de una sociedad; reflejan sus preferencias, sus intereses, sus inquietudes, sus demandas… Somos muy amigos de emitir juicios alegremente. En muchos ámbitos. A veces lo que hay detrás es cierto espíritu de control, de censura taimada. La televisión es muy democrática. Hay infinidad de oferta y ver cualquier programa es un acto voluntario. Es el espectador quien elige cada segundo. Hay que respetar las normativas, las leyes son el límite. Y lo veo absolutamente necesario pero casi todo lo demás obedece, generalmente, a intereses que no son los del ciudadano ni los de los espectadores.

-¿Sálvame no sobrepasa todos los límites de la educación, el respeto y el saber estar?

Sálvame es un programa vivo y como todo lo que está con vida a veces está más agitado o más excitado. Así de simple. Su formato es como un “reality” donde conviven a diario sus colaboradores cuatro horas. Tiene esa verdad de patio de vecindad.

-¿Fueron las televisiones privadas las que introdujeron el escándalo como cebo para las audiencias?

-No lo podría asegurar, sería injusto además. Recuerdo programas en televisiones públicas que bordearon e incluso crearon sonadas polémicas. Tómbola fue uno de ellos, y Flash-back. Incluso algunos de debates acalorados que hacían ruido ya en los primeros años de la década de los 90. O algunos entrevistadores de gran prestigio con algunos de sus peculiares y polémicos invitados. En esto del escándalo no creo que muchos se atrevieran a tirar la primera piedra. Si eso es pecado -que no lo considero- hemos pecado todos. La televisión siempre ha estado y estará en el punto de mira. Desde ese punto de vista da la sensación que señalarla con el dedo ha sido una tradición. Y en esos casos yo primero he mirado al dedo. Por mera curiosidad. Hay que mirar el dedo. Se sorprenderían a veces si lo miraran con detenimiento. Y la de gente que se alimenta de señalar con el dedo.

-¿El escándalo se agota como ingrediente de máxima atracción? ¿Pasará de moda alguna vez? Desde Crónicas Marcianas parece como si se hubiera convertido en la pócima mágica…

-La televisión es un medio ruidoso. Tanto por su naturaleza -se cuela en el salón de nuestras casas- como porque es un medio que ha de reclamar y retener la atención del espectador. Un medio caliente. Y la existencia de multiplicidad de oferta quizá lleve a eso. No considero que sea más escandaloso que otros medios. No hay más que mirar muchas de las portadas de la prensa diaria o entrar en portales de información general en internet. Lo que sí tiene es un cierto efecto amplificador: se habla de ello en la calle, en los bares… Eso es innegable.

-¿Es esa tensión, cuando se aplica a temas de poca relevancia, la que da mala imagen a la televisión?

-La tensión es esencial en cualquier relato que desee atrapar el interés. Y la televisión construye relatos. Todos los temas pueden llegar a interesar al espectador, y de hecho lo logran cuando están bien narrados. Salvo en gramática no considero que haya mucha diferencia con otro tipo de relatos. Contar las cosas con interés, seduciendo. Ese es el secreto y el misterio. Puedo citarle grandes obras literarias de repletas de tensión. El arranque de La Metamorfosis: un hombre que se despierta convertido en insecto, por ejemplo.

-Baldomero, de todos los proyectos que llegan a su despacho, supongo que solo una mínima parte es la que llega a ojos del telespectador. ¿A causa de qué suelen quedarse los proyectos en el cajón?

-La principal es la falta de fe. En el propio proyecto, que es posible que sea adecuado para otras cadenas pero no para la tuya, o también en la capacidad de quien te lo ofrece. Las ideas hay que producirlas. Esto es una industria. A veces puedes estar medio convencido de que una idea puede interesar pero no te acabas de fiar de la capacidad del que la trae bajo el brazo. Y también al contrario, un proyecto muy estándar en buenas manos puede crecer, hacerse grande. A las cadenas hay que acercarse llevando soluciones a sus problemas y no a ver si suena la flauta. Y a veces te vienen propuestas con la flauta. Cuando algo funciona te suele llover una avalancha de proyectos similares o en esa estela y, bueno, da un poco de lástima decir: pero alma de cántaro, si ya tengo el solomillo no voy a comprarte la hamburguesa. Podría escribir un libro sobre eso. Sería divertido. Si intentas vender tienes que estudiar a fondo las cadenas, sus espectadores, sus agujeros, sus carencias. Y hacer o llevar el traje a medida.

-¿Cómo valoraría la industria televisiva de este país? ¿Tiene suficiente músculo para satisfacer las demandas de los ciudadanos?

-Lo tiene. El nivel de producción es excelente. Me atrevería a decir que es uno de los mejores de Europa, nada que envidiar. Es más en algunos países del continente se hace una televisión más aburrida, con menos ritmo, más anquilosada.

-¿La producción, digamos, de alto nivel no está excesivamente concentrada en Madrid y Barcelona? ¿No se puede hacer buena televisión en otros puntos del país?

-Está concentrada porque es en esos lugares donde están los grandes medios. Al igual que la mayoría del resto de industrias. No solo la audiovisual. Otra cuestión son los focos creativos. Esos no tienen residencia fija. De hecho es así. En las autonómicas existen producciones de gran nivel o al menos adecuadas a sus costes, programas que funcionan y tienen un gran acabado formal.

Baldomero Toscano, junto a Paco León, Alberto Rodríguez y Antonio Abeledo.

Baldomero Toscano, junto a Paco León, Alberto Rodríguez y Antonio Abeledo.

-En Sevilla, por ejemplo, hay unos excelentes profesionales que, sin embargo, rara vez producen para cadenas nacionales…

-Ese es un déficit penoso. Que casi tras 25 o 30 años de audiovisual en nuestra tierra no se haya saltado, salvo excepciones y sin continuidad, a producir a nivel nacional nos habla de una enorme carencia, de falta de ambición empresarial, de impulso decidido, de apuesta a fondo. Tengo la sensación de que el sector ha sido conformista, condescendiente y hasta algo resignado. Ha estado muy orientado a la RTVA, al monocultivo. Y eso ha sucedido también en otros terrenos productivos en nuestra tierra. Quizás sea una condición casi biológica… Me duele, y mucho, decirlo. Pero lo señalo tal como lo pienso. Ahora apunta una nueva generación con otra mirada, con otros vuelos. Espero y deseo que emprendan de verdad con ambición porque talento hay y mucho.

-Hablemos por un momento de audiencias: ¿no se ha quedado antiguo el método de medirlas por encuestas o audímetros?

-Es el método por el que se rige el mercado. Y si sigue siendo así supongo que sigue siendo efectivo. No soy quien para ponerlo en duda. Millones de euros dependen de ello.

-¿Va a suponer terremoto alguno el consumo masivo de televisión a la carta? Desde hace unos meses que tengo smart tv, lo que más me gusta es ver mis programas favoritos a la hora que me viene bien, sin necesidad de grabarlos. Cuando el 100% de la audiencia pueda hacer lo mismo se sabrá, sin margen de error, qué programas gustan y a cuanta gente exacta. Los datos serán tan fiables como en Youtube. ¿Eso afectará a las reglas del juego entre productores y anunciantes?

-Afectará claro. Pero creo algo inmutable, en la única ley de este negocio: cuando un producto interesa el espectador lo buscará. Lo importante no es el canal, el soporte o el tubo por donde te llega. Lo esencial seguirá igual: productos que interesan o no a los espectadores.

-Lo que no cambiará mucho será la emoción de la televisión en vivo: los grandes acontecimientos deportivos, la retransmisión de acontecimientos… ¿Se olvidan de esto cuando hablan de televisión?

-Esa es la esencia de la televisión. Un plató o un estadio o un lugar donde lo que sucede está ocurriendo, está pasando. Nada suplirá a esa fuerza del directo. Al menos en programas o productos o acontecimientos de entretenimiento o informativos o deportivos. Una ficción puedes consumirla cuando y como quieras, esos otros no. Puedes, claro, pero será algo ya “muerto”. Y también que esos programas son mucho más divertidos y enriquecedores disfrutarlos compartiendo, bien con el resto de familia o amigos o bien a través de las redes sociales. Esa sí que es la próxima  revolución. La televisión y su integración en apps, en dispositivos y soportes que complementan y enriquecen el visionado convencional, que permiten la interacción. Y ya está aquí. Y hay un universo apasionante ahí por construir y desarrollar. Un absoluto reto narrativo.

-Por cierto, cuando Baldomero llega a casa ¿qué televisión ve? ¿o directamente se va a los libros?

-Veo los programas de los que soy responsable y zapeo por la competencia. Observo casi todos los estrenos de programas de entretenimiento de otras cadenas. Es parte de mi trabajo y de mi obligación. Pero leo a diario desde mi primera adolescencia, convoco mi escaso sueño con la lectura. Y es mi escape. Mi Arcadia. Eso y el mar.

-Es usted un exquisito melómano y lector. ¿Quiénes son los dioses de su olimpo  personal?

-En literatura el primero es Jorge Luis Borges. Un tipo ciego que no sale de una biblioteca y es capaz de crear esa cosmogonía que es su obra merece admiración. Pero hay muchos: Hemingway, Isak Dinesen, John Ford, Hitchcock, Scorsese, los Coen, Jack White, los Stones, Cohen; y poetas como Huidobro, Pacheco, Valente, Atencia… Literatura, cine y música. En ese orden, porque si alguna creencia tengo es aquella que señala que lo primero fue el verbo. Y después todo lo demás.

-¿De qué manera influyen en su quehacer profesional?

-La cultura siempre suma. Es como viajar. Te abre a otros mundos. Y siempre me ha gustado tener los ojos y los oídos abiertos. Y sí, me ha servido para entenderme mejor a mí mismo y a los demás. Y para poner nombres a programas. Por así decirlo he bautizado bastante. Pero no daré pistas ni confesaré pecados.

-¿No le hubiera gustado dedicarse a la literatura o al cine, como guionista por ejemplo?

-Tengo y he tenido muchas pasiones, tengo el veneno de la curiosidad, del conocimiento, de aprender y descubrir. Para mí es el mejor síntoma de sentirse uno vivo. Un compañero muy querido dice que se perdió un gran guionista -tengo mis dudas- pero voy a confesarle algo: me hubiera gustado ser arquitecto. Tenía mucha habilidad para el dibujo, un don natural pero me mataban las matemáticas. Llegué a sufrir pesadillas con las integrales y las derivadas. Así fue como enterré aquella vocación. Sepultada, pero sigue ahí, latente y viva. En otra vida. Y escribir me gusta. Y dicen que no se me da mal, pero algunos buenos lectores sufrimos esa parálisis de saber que muchos otros lo han hecho muy bien. Aunque a veces lees a ciertos tipos y te dices: te daría un repaso “ajuntaletras”… Ah y marino. El mar lo llevo en la sangre.

Baldomero Toscano retratado por Ángel Pantoja. http://angelpantojafotos.blogspot.com.es

Baldomero Toscano retratado por Ángel Pantoja. http://angelpantojafotos.blogspot.com.es

-¿Qué le llevó a la televisión? ¿cómo recuerda su paso por Informe Semanal?

-El azar y la necesidad. Empecé de periodista. Muy joven con 17 o 18 años. Colaboraba en El Caso y Sábado Gráfico. Era el niño de la redacción. Luego estuve de meritorio en montaje en cine gracias a un amigo y tras acabar la universidad y antes durante los últimos años de carrera entré de becario en TVE. Y así fue. Como la mayoría de mi generación. Mi paso por Informe Semanal fue estupendo, trabajar con aquel equipo casi mítico me dio una experiencia impagable en lo profesional y en lo humano. Quizá fue allí donde descubrí que esta profesión tiene bastante de sacerdocio.

-¿Y su desembarco en Canal Sur?

-Fue absolutamente casual. Mi madre y la que era mi esposa entonces me animaron a ello. Estaba en Sevilla desde el 85 en Juan Lebrón Producciones. Fue el primero que confió en mí en serio. Aún somos amigos y aún le digo: no te equivocaste conmigo en plan de broma. En el 88 fueron las oposiciones y me presentaron, yo estaba en Londres con la postproducción de un documental para la Expo92, y llegué hice los exámenes y saqué dos plazas. Pude hasta elegir. Y allí pasé 22 años, desde realizador a director de programas. Una gran casa.

-¿Cuál es su diagnóstico sobre lo que está pasando en Canal Sur? En pocos años su audiencia ha caído prácticamente a la mitad…

-No lo tengo claro, me sabe mal esa caída de espectadores pero no podría hacerlo. Llevo 6 años fuera de esa casa, y sería muy osado, injusto y arbitrario haciendo un diagnóstico. Soy lo primero a veces pero las dos últimas cuestiones no.

-¿Qué decisiones tomaría Baldomero si mañana fuese nombrado un alto cargo en la RTVA?

-Nunca me he preocupado por cuestiones remotas e improbables. Y esa lo es. Bastante tengo con lo que traigo entre manos.

-Usted formó parte del equipo que creó Canal Sur 2, una cadena que aún hoy muchos echamos de menos. ¿La hubiera mantenido de haber estado en su mano?

-Sí, sin duda. Pero me temo que fue un problema de índole presupuestario. Contra eso es complicado luchar. Existen argumentos pero los números, ya lo he señalado, son obstinados. La crisis se ha llevado proyectos importantes como ese y otros más por delante. Me dolió mucho. Como si desapareciera un “hijo”. Esa etapa puede que fuera una de las más excitantes de mi vida profesional. Creo que lo hicimos bastante bien. Y no es una medalla. Llegó a tener un número interesante de espectadores. No lo olvidemos. Y ese debe ser el objetivo de toda cadena: tener público. El prestigio sin público es una flor muerta.

-En mi opinión, esa cadena mostraba una Andalucía que existe pero que, ahora, no aparece en la televisión pública de Andalucía…

-Su desaparición dejó al sector audiovisual andaluz en los huesos, y eso, sin embargo, es muy costoso de reconstruir. ¿Dónde está la clave para hacer mejor televisión en Andalucía y, sobre todo, conectar con la audiencia? No creo que la audiencia andaluza sea marciana. La conozco bien. Es similar al resto de España. Tiene sus rasgos, sus intereses identitarios -que a veces lastran- pero en lo esencial quiere, como el resto, que la entretengan, que la emocionen, que la diviertan. Hacer mejor televisión es un reto permanente, toda industria tiene ese motor: mejorar sus productos. Porque además el espectador y el consumidor lo demandan. Para hacer televisión que funcione hay que tener un ojo puesto en la calle, en la realidad, en la sociedad. Muchas veces -la mayoría- va por delante de ti y no hay que dormirse. Este es un negocio donde hay que estar espabilado. Como no sigas los intereses de los espectadores o vayas por detrás vas listo. Renovar, inventar, caras nuevas, asumir riesgos… Todo eso y más. En este negocio hay que estar en permanente movimiento.

-No obstante, y a pesar de su caída en datos, ¿no es Andalucía un territorio duro para Telecinco precisamente por la existencia de Canal Sur?

-Todos los territorios son duros. Y en esta “guerra” hay que dar la batalla cada minuto, cada hora y cada día. Con el cuchillo entre los dientes y porque no hay rival pequeño. Todos pescamos en el mismo río. Y a veces el pequeño pilla el pez grande, sucede. No subestimo nada ni a nadie. Pero sí que he de confesarle algo: Andalucía son 8 millones de espectadores y siguiendo con el símil un gran caladero. Si triunfas o fracasas aquí se nota y bastante. Siempre miro el dato de mis programas en mi tierra y si están por encima de la media de share conseguido en el total España me sale la sonrisa. ¿A quién no le gusta ser profeta en su tierra?

-Hablando de rivales: ¿qué es lo mejor que hace vuestro principal competidor, Atresmedia?

-Muchas cosas. Es estimulante la competencia, es buenísimo que exista y también ganarles, claro. Ya más de un año consecutivo. Pero tienen unos excelentes concursos, algún prime time de entretenimiento interesante, una ficción que les funciona razonablemente. Pero Telecinco es más interesante de hacer: más programas en directo, más platós, más de la televisión que siempre me gustó hacer.

-Programas como Salvados, El Intermedio o La Sexta noche ¿no hubieran complementado bien, en Cuatro, vuestra oferta de Telecinco y su Gran Hermano, La Voz, Sálvame…?

-Todos esos programas que señala están muy orientados a la actualidad política y son programas que funcionan e interesan, sin ninguna duda, pero nuestra línea no es tan dependiente de la política. Nuestra apuesta más decidida es el entretenimiento. En su amplia, en su inmensa variedad, riqueza y categorías. Esa es nuestra principal esencia de identidad. No debemos renunciar a eso. Aunque tenemos, como sabe, programas muy efectivos de actualidad política en nuestras parrillas: Las mañanas de Cuatro, Un Tiempo Nuevo, El programa de Ana Rosa

-Por cierto, Baldomero, ¿para cuándo un programa de tv exclusivamente con poetas?

-Me encantaría, sería un reto magnífico. Un Sálvame de poetas, contando sus cosas, echándose los poemas a la cara unos a los otros, mostrando sus miedos, sus ambiciones, sus verdaderas personalidades… ¿Alguien se apunta?

-Ha sido todo un placer. Muchas gracias por sus reflexiones.

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