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¿Qué está pasando en la televisión?

Publicado el 23 diciembre 2010 por manuguerrero

A menudo tropiezo con amigos o allegados que dicen detestar la televisión. Hace varias noches, incluso, me topé con un conocido presentador que me contaba que jamás se sienta a verla, que bastante tiene ya con dedicarse a ella. Como si encender la tele fuese algo así como coger pico y pala y ponerse a trabajar, pensé. Y es que, efectivamente, de unos años para acá, lo moderno es decir que no se ve televisión. Algunos llegan más lejos y dicen que ni siquiera tienen televisor en casa. Totalmente respetable. Yo tampoco tengo lavaplatos y no me pasa absolutamente nada. Porque a fin de cuentas el televisor empieza siendo eso, un electrodoméstico más que promete hacernos la vida más fácil y cómoda. Aunque luego cada cual, con el uso que le dé, pueda convertirlo en mucho más.

La nuez del asunto está en la fama que viene acompañando a la televisión durante los últimos años. Uno dice televisión y todo el mundo se acuerda de la peor televisión. La educación basura también existe y la gente no deja de ir a la escuela. Con la comida ocurre igual. Existe. Pero ¿ha dejado alguien de salir a cenar con los amigos? (Yo te podría recomendar, ahora mismo, un buen puñado de restaurantes buenos en tu propia ciudad.) ¿Por qué siempre hay que pensar en el maldito McDonald’s?

Creo que con la televisión ocurre exactamente igual que con el fútbol. Hay cuatro majaras armando ruido en el fondo sur y parece que todos los que van al estadio son radicales del griterío y el insulto. La mayor parte del público son familias o parejas que van a ver un buen partido y a inflarse de comer pipas. Pero de ellos no se dice nada.

Si ojeamos rápidamente las audiencias de televisión nos daremos cuenta de esto que estoy tratando de decir. Para empezar, podemos ir asimilando que los programas más vistos de la parrilla habitual (digo habitual porque los encuentros deportivos excepcionales van aparte) son los informativos y los espacios meteorológicos. Ahí ya podemos sacar una primera conclusión: a la gente le gusta estar informada y enterarse de las cosas que ocurren. Aquí más de uno se preguntará si los informativos están bien o mal hechos. Sin son o no telebasura. En otra ocasión podremos discutir (y yo el primero) qué cosas pueden mejorar. Pero llamarles telebasura, con esa contundencia, es condenarse a errar. Los informativos más vistos son los de La Primera, que son precisamente los que tienen un mayor despliegue profesional, los que más información internacional ofrecen y los que –esto ya es un juicio de valor personal- más plurales son.

En el segundo gran bloque de las preferencias del público español están las películas y series nacionales. Reconozco que no soy consumidor de estos productos (como decía el otro día Felipe González, no me puedo aficionar a algo que me exija saber qué ocurrió en la entrega anterior) pero alguna vez por curiosidad he visto fragmentos y creo que por lo general son buenos o aceptables. Cada una tiene su público y sabe cómo atenderlo. Pero ¿alguien diría que las series españolas faltan el respeto a los espectadores o a la ciudadanía en general? ¿Alguien llamó, con estas palabras, literatura basura a las novelas de Dan Brown o Corín Tellado?

Y con esa pregunta llegamos al fragmento más polémico de la televisión, donde se mezclan los productos más vulgares con algunos de los más dignos e imaginativos. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que todo el mundo tiene, a día de hoy, a Sálvame como el gran estandarte de la telebasura. Desde luego, los cuatro gritos que pega Belén Esteban y su patulea de analfabetos hacen ruido porque contagian de mala prensa al resto de la televisión. Pero ¿es justo? Sálvame: diario es visto por menos de dos millones de personas (¡en este país somos más de 45!), menos que, por ejemplo, el programa de cocina de Karlos Arguiñano, Españoles por el mundo, Pasapalabra o El hormiguero de Pablo Motos. Pero bastante menos. Y lo más sorprendente: Sálvame gana por poco a Saber y ganar (1.800.000 espectadores frente a 1.373.000, de un día de noviembre cogido al azar). Algo menos de medio millón de espectadores que separan a lo más barriobajero de lo más puramente educativo y elevado. ¿Medio millón de personas justifica la mala fama del soporte?

Es verdad que Sálvame no es el único programa de gran telebasura de este país. Pero pensemos en los programas telebasura de alto standing, los que faltan el respeto a las audiencias, a la educación, a la inteligencia… Sálvame, DEC, GH, La noria y prácticamente todos los de Telecinco, una cadena hecha por y para el impresentable Berlusconi… pero ¿cuántos más podrías contar? ¿cuántas horas representan del total de todas las cadenas de difusión abierta? ¿a cuánta gente reúnen? ¿a 5 millones en total? ¿y los otros 40 millones de españoles no cuentan? ¿sus preferencias no son tenidas en consideración a la hora de valorar qué es la televisión y qué tiene que ofrecer?

Sé de lo que hablo. Llevo más de diez años en este trabajo y puedo certificar que es uno de los gremios más eficientes y productivos que conozco. Detrás, en la mayoría de los casos, hay profesionales muy bien formados con un gusto exquisito por la cultura y los valores cívicos y democráticos. ¿Qué hubiera sido de muchos de los artistas, científicos o deportistas que conocemos y admiramos si jamás hubieran aparecido en televisión? ¿Qué hubiera sido, también, de los estatus y convenios colectivos de muchos de los trabajadores que desde la Transición hasta la fecha han exigido en la calle mejoras laborales? ¿Qué sabríamos del mundo que nos rodea y que jamás podremos ver con nuestros propios ojos? ¿No le debemos realmente nada digno a la televisión?

Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que la televisión sea a día de hoy un mundo impecable y que todo en ella sea perfecto. Me dan ganas de vomitar la cena cada vez que paso, por ejemplo, por Intereconomía o me cruzo con algún comentario soez del Gran Wyomming. Pero en cambio, qué buenos ratos paso, por ejemplo, viendo Españoles por el mundo (y similares), Buenafuente, Página2, Nube de tags, España directo (y similares), Miradas2, Es posible, Para todos la 2, Repor, ReCuatro, Comando actualidad, Tesis, cualquier programa de cocina, Saber y ganar, El hombre y la Tierra, Los desayunos de Tve, Documentos tv, Bricomanía, El escarabajo verde, Redes, En noches como esta, Agrosfera, Tengo una pregunta para usted, los partidos de baloncesto, Al sur, Animales en familia, El gatopardo, 1001 Noches (con perdón), El público lee, los reportajes históricos del 24 horas, Espacio protegido, Tierra y mar, Informe semanal, los documentales en general, Hoy con Gabilondo y los magníficos programas de Antonio San José (qué gran maestro)… Y aquí quería llegar para llorar un rato. Se acaba CNN+, el canal que más he visto desde que tengo la tedeté. El 31 de diciembre cierra. Sus trabajadores están pidiendo firmas para evitar lo irremisible y ahí mordemos la manzana de Adán. Que la única cadena privada de información funda a negro es otro fracaso más para nuestra maltrecha democracia. Porque dice mucho de quienes la gestionan (Prisa, en caída libre) y, sobre todo, de quienes no la ven. El desinterés por CNN+ es el desinterés por lo que ocurre fuera y dentro de este país. Sin gritos ni escatología. Sólo información y análisis. Que se acabe esta cadena es decir adiós a una herramienta básica para el conocimiento de los derechos y deberes de los ciudadanos. Aunque eso sí, es coherente. Todo hace indicar que muy pronto seremos únicamente consumidores. Lo estamos buscando.

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